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Entre las mentiras y el pánico

La idea de que nunca puede subestimarse al kirchnerismo y su capacidad para hacer daño no impide ser conscientes de la enorme debilidad que rodea a Cristina Fernández de Kirchner.

En su aparición en Avellaneda, en donde aprovechó la inauguración de un polideportivo para hablar después de aquella desencajada aparición el mismo día que el Tribunal Oral Federal 2 la condenara a seis años de prisión, se pudieron apreciar varias manifestaciones de esas flaquezas.

Antes de intentar un análisis de esas señales no podemos dejar pasar el nombre elegido por la Municipalidad de Avellaneda para esas instalaciones deportivas: Diego Armando Maradona.

Parecería que en medio de la ebullición por la victoria en el Mundial de fútbol a la que se llegó de la mano del talento de Leo Messi, el mejor jugador de la historia de este deporte, había que plantar un mojón con el nombre de quien, siendo un superdotado en el juego, hizo alarde en su vida de todo lo que está mal, desde destruirse a sí mismo físicamente hasta reivindicar desde un incomprensible resentimiento las más abominables dictaduras y a los más despreciables asesinos y dictadores. Parece que el kirchnerismo vio el momento adecuado para refrescarle a todo el mundo que esas transgresiones son las que los representan a ellos.

Instalada en esa mesa de la que también participaban los inútiles de Ferraresi y Kiciloff, comenzó diciendo que ella era “peruca”. Insultadora serial del peronismo y de Perón, conocida por mandar a su dirigencia a que se suture ciertas partes del cuerpo, hoy, la viuda de Kirchner, parece querer actuar una lealtad que todo el mundo sabe que no tiene. Después de haber llamado a Perón “viejo de mierda” y de haber confesado que su voto en 1973 fue para Jorge Abelardo Ramos, se la ve ahora sobreactuando una pertenencia a la que le suplica protección.

Desde su discurso quiere convencer a quienes la escuchan que no es ella quien está en el banquillo de los acusados sino que lo que aquí hay es una avanzada judicial contra el peronismo. Explica que no se le perdona su carácter revolucionario y su toma de partido por los pobres. Dice que los “poderes concentrados” de los ricos usan a los jueces como un ariete para prohibir al peronismo.

En ese marco construyó la idea de que el fallo del 6 de diciembre que la inhabilitó de por vida para ejercer cargos públicos no fue un fallo contra ella sino una decisión de proscripción al peronismo.

Dijo que su “renunciamiento” no había sido tal sino que en realidad otros habían dispuesto que ella no pudiera ser candidata.

La dimensión de la mentira es tan flagrante que uno vacila por dónde empezar a poner las cosas en claro.

La viuda de Kirchner fue encontrada culpable por robarle al pueblo argentino a través del ejercicio fraudulento de su administración mientras era presidente de la república. La voluminosa evidencia terminó probando que, mientras ejerció la presidencia, desvió fondos que eran de todos los argentinos a sus bolsillos personales para enriquecerse ilícitamente a costa de las privaciones de aquellos a quienes usaba en sus demagógicos discursos.

Semejante ofensa a la Nación viene acompañada, obviamente, por la pena accesoria de no poder volver a ejercer cargos en nombre del pueblo a quien robó. Es una sanción dirigida a ella, a su persona, en su carácter de delincuente condenada. El peronismo no tiene nada que ver.

Además, la sentencia no está firme porque debe ser confrontada con resultado de dos presumibles apelaciones ante la Cámara de Casación penal y ante la Corte Suprema. De modo que la señora es libre de presentarse a cuanta elección quiera porque, lamentablemente, nuestro país no exige una “ficha limpia” para ser candidato y los procesados y hasta los condenados sin sentencia firme pueden hacerlo. El peronismo desde ya que no está proscripto y ni siquiera ella (que sí lo merecería) lo está.

Si las cosas fueran normales en la Argentina, desde el punto de vista del sentido común y de la ética, digamos que la Sra. de Kirchner debería estar ya mismo fuera de su cargo. El simple hecho que dos instancias de juicio (la de instrucción y la oral) hayan corroborado las pruebas que demuestran la exacción ilegal de dinero públicos para enriquecerse personalmente, debería ser motivo suficiente para la remoción, independientemente de que la condenada tenga aún instancias técnicas de apelación. Su “estado de inocencia” desapareció. Esa presunción de que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario ya no le es aplicable a la viuda de Kirchner porque en su caso se demostró que robó.

En todos los casos estamos hablando de ella, en términos personales e individuales. Los otros integrantes de la organización que coadyuvaron a la materialización del delito y que también eran funcionarios peronistas fueron condenados por robar, no por ser peronistas.

Si el peronismo tiene una proclividad natural a cometer delitos o a la corrupción pública mientras está en funciones será una cuestión que deberán analizar los sociólogos o politólogos o los historiadores en base a la evidencia empírica.

Aquí lo que estuvo bajo análisis de los jueces fue la conducta personal e individual de 13 ciudadanos que utilizaron sus puestos para tomar fondos del pueblo y llevarlos a sus bolsillos. Cualquier intento de interpretar esos hechos como una avanzada contra el peronismo porque el “establishment” no soporta que el peronismo defienda a los pobres, debería empezar por revisar quién les robó a los pobres.

Pero, una vez más, el dato político del momento es la extraordinaria debilidad en la que se halla la vicepresidente. Siempre despreció al partido cuando se sabía fuerte. Sus desplantes han sido públicos y rodeados de la soberbia que caracteriza a los creídos. Solo ahora que se ve señalada por la conmovedora evidencia de la prueba en su contra se declara “peruca” y perseguida porque ella pertenece a un movimiento que “defiende a los pobres y enfrenta a los poderosos”.

Fue ella la que usufructuó hasta el final cada gramo de su poder para valerse de él en contra de los intereses de los más necesitados y embolsar millonadas incalculables.

Mientras estuvo en la cima de ese poder despreció el cobijo que ahora busca. Su imagen no debe llevar a engaño a nadie: si quiere presentarse a elecciones puede hacerlo; la débil moral argentina se lo permite. Si presume que su tan manoseada “voluntad popular” le dará ferozmente la espalda, no pretenda camuflar ese (muy probable) hecho con el verso de una proscripción inexistente ni con una persecución al peronismo al que tantas veces denostó.

Aquí no hay nadie proscripto ni nadie perseguido: aquí hubo robo, estafa y defraudación. De la peor especie: de los poderosos (es decir de usted) hacia los que menos tienen. La descubrieron y fue condenada. Aun tiene la ventaja de buscar los fueros de protección en las próximas elecciones solo porque la Argentina tiene aún una cuestión pendiente con la ética pública. De modo que deje de mentir, señora. Deje de llorar. Y si no se presenta asuma que es por cobarde, porque no le gusta perder. Pero no porque nadie la proscribe. La indómita blandura argentina frente a las deseables durezas de la moral le sigue permitiendo ser candidata. No le achaque a las consecuencias jurídicas de su robo lo que no es otra cosa que el pánico a que el pueblo la mande a su casa, lugar del que nunca debió haber salido.

Por Carlos Mira
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One thought on “Entre las mentiras y el pánico

  1. Juan

    Dr. Como estamos ?
    Las 12 han dado y sereno….
    Pasa de todo pero hay q hacerse el
    Boludo parece
    Esperemos un futuro mejor lo dudo….

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