El gobierno ha autorizado que las provincias declaren positivos de coronavirus sin hisopados. Serán suficientes contactos estrechos de casos confirmados en áreas de circulación del virus para que puedan ser diagnosticados por parámetros clínicos y epidemiológicos.
Obviamente el cambio producirá un aumento de los casos conocidos como “contagiados” en las estadísticas oficiales.
Confieso que sospecho de todas las decisiones que toma este gobierno. O para decirlo mejor creo que todas las decisiones que toma este gobierno están dirigidas a perfeccionar su plan de dominación.
Por lo tanto creo que la racionalidad de esta decisión también debe buscarse por ese lado en la medida en que los efectos de la medida puedan ser funcionales a los objetivos del kirchnerismo.
¿Y cómo podrían serlo? Pues, muy sencillo: si el nuevo método de medición de contagios permite aumentar el número de casos, el gobierno dispondrá de la excusa perfecta para mantener o incluso profundizar las medidas de confinamiento, control de movimientos, aislamiento y restricción de libertades de la sociedad.
Como ese era el plan original del kirchnerismo aun antes del coronavirus y con independencia de lo que ha ocurrido en el mundo a partir del invierno boreal, no es muy difícil concluir que utilizarán todas las oportunidades que el suceso les brinde para instrumentar sus objetivos.
El peligro de una enfermedad desconocida, que no sabemos cómo evoluciona o que no sabemos si nos están diciendo la verdad en cuanto a su evolución; el desasosiego producido por la ignorancia y por la falta de certezas conforma un cóctel ideal para que los designios de dominación del gobierno encuentren un campo fértil donde desarrollarse.
El verso asistencialista y de dependencia del Estado que se alza como el único salvavidas para gente desesperada es el escenario ideal que el gobierno necesita para seguir mostrando que los individuos no sirven para valerse por sí mismos y que necesitan del papel protagónico de las autoridades para salvarse o incluso no morir.
En ese contexto toda estadística que permita llevar al subconsciente colectivo la idea de que la situación es grave y que los casos están aumentando fuertemente con serio riesgo para la población será útil para que la sociedad apruebe seguir soportando medidas excepcionales que, a fuerza de durar, se irán haciendo costumbre y se terminarán transformando en naturales.
Este es el diseño del plan kirchnerista y esta es la razón de por qué creo que la epidemia les es funcional a sus objetivos y por qué toda medida que les permita estirar la “gravedad” de la situación será aprovechada para continuar con la aplicación de medidas de sometimiento y de pérdida de los derechos civiles.
La sociedad debería estar avisada de que éste el plan, que estas son las herramientas y que los responsables de llevarlas adelante no dejarán escapar ninguna oportunidad para hacer más sólido su avance.
El país debería rebelarse contra esta medida irracional y sobre la que recaen todas las dudas científicas toda vez que ha quedado demostrado en muchas ocasiones que incluso los mismos convivientes no se contagian. Ese solo dato debería ser suficiente para derribar la idea que el gobierno tiene y en la que se apoya para avanzar con este disparate.
Hay algunos signos de que la sociedad está tomado conciencia de lo que ocurre: de lo que el gobierno se propone y de cuál es el plan para implementarlo. El pronunciamiento de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de ayer es una muestra de ello cuando los jueces manifestaron su opinión constitucional contraria a la reforma judicial, otro paso claro en el sentido de la dominación y de la impunidad.
Pero aún así; aún con los avances que se están produciendo no es suficiente. Del otro lado la fuerza es tal y el convencimiento -y la conveniencia- tan profundos que se precisará un enorme esfuerzo de despabilamiento nacional para detener esta dirección de servidumbre.
Hay mucha parte de la sociedad muy ingenua todavía. Ingenua o que no tiene las convicciones sobre las libertades individuales suficientemente asentadas como para percibir el peligro cuando esas garantías y esos derechos son atacados.
Otros aún creen que es efectivamente posible construir un modelo en donde el Estado les dé de comer en la boca sin mayor esfuerzo propio, como si los insumos que se requieren para que el alimento se materialice en la boca del recipiendario se obtuvieran por obra y gracia de la magia.
Hay mucha gente que cree que es materialmente posible someter a una parte proporcionalmente pequeña de la población a una especie de esclavitud productiva con cero resarcimiento y 100% de obligaciones, mientras una parte proporcionalmente mayoritaria de la población vive de lo que aquella produce con cero responsabilidad y 100% del derecho al reclamo y a la queja.
En ese esquema el Estado (en realidad, los jerarcas que se sientan en sus poltronas) sería el que castiga con el látigo a los esclavos productivos para robarse la parte del león de lo que producen y tirarle unas migajas a una población inculta, enferma y hacinada que la agradece porque es lo único que tiene.
Este es el modelo kirchnerista. Y utilizarán toda herramienta que consideren funcional a ese objetivo. Si para ello necesitan habilitar un método que haga volar por los aires el número de infectados para seguir infundiendo temor a la población para que esta se siga allanando a la falta de libertad, lo harán. Si deben seguir asolando a los argentinos con más inseguridad para hacerlos sentir indefensos y débiles frente a facinerosos que los asaltan y los matan, lo harán también.
El kirchnerismo es un movimiento político diabólico. El que lo entienda sumará su granito de arena para la salvación. El que siga mostrándose crédulo hasta la inocente ingenuidad o el idiota útil que no se preocupe por averiguar lo que ocurre contribuirá para que el fascismo se imponga. El futuro se decidirá por una cuestión de número. Por eso sería importante saber cuántos argentinos están de un lado y del otro.