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Otro paso hacia la oscuridad

El camino de Venezuela -tantas veces negado por el cínico presidente Fernández- es confirmado, sin embargo, por los hechos a los que la Argentina es sometida por el régimen kirchnerista que responde a la comandante de El Calafate.

El viernes por la noche se dio otro paso en el sentido bolivariano: un paso que profundiza el sendero de miseria (la Argentina ya esta segunda, detrás de Venezuela, en el índice internacional de miseria que confecciona la agencia Bloomberg) aislamiento, regreso, involución y condena al fracaso y a la antigüedad que viene recorriendo el país hace décadas y que el kirchnerismo se ha propuesto profundizar al máximo.

El presidente-regente (que implementa las órdenes de su ama) declaró “servicios públicos esenciales” a la telefonía celular, a la TV por cable y a Internet y decidió ser él el que diga cuánto tienen que valer esos servicios.
Fue como si el fascismo hubiera decidido petrificar el estado de evolución de esas industrias en el país al momento en que se encuentran hoy.

Es como si el obturador gigante de una cámara fotográfica se hubiera accionado y le hubiera tomado una placa a la realidad actual de esas industrias para que queden congeladas en el estado en que se encuentran para que, a partir de ahora, el deterioro del tiempo haga su trabajo.

Todo lo poco que había en esas materias se caerá a pedazos. De la misma manera que toda la infraestructura argentina se cayó a pedazos cuando el Estado intervino en su sistema de precios,  todas estas industrias caerán víctimas de la desinversión y de la antigüedad tecnológica a la que quedarán sometidas desde el mismo momento en que el presidente dispuso que a partir de ahora será el Estado el que ponga sus precios.

Naturalmente uno puede creer que la decisión tiene que ver con la ignorancia; con las pocas luces que el fascismo tiene para identificar las teclas del progreso.

Pero esa conclusión queda atrás cuando recordamos que el fascismo no está interesado en descubrir ningún camino que haga más agradable la vida de la gente.

Ni siquiera le interesa tomar los caminos que ya han probado su éxito en ese cometido.

El fascismo sólo está interesado en el poder y en el enriquecimiento de sus miembros: la mejoría en el nivel de vida de la gente no le interesa para nada.

Toma medidas de engaño que drogan a las personas con beneficios aparentes, para las próximas 24 horas, e hipoteca su futuro por la vía de condenarlas a un futuro gris en todo se corroe y en donde todo cae derruido.

Por eso la conclusión sobre las motivaciones de este tipo de decisión no deben buscarse en la ignorancia; deben buscarse en la malicia y en la más espuria de las especulaciones políticas.

Con una medida como esta los argentinos perderán esos servicios. El servicio que no se remunera, deja de prestarse. Es así de sencillo. Su conectividad tecnológica quedará destruida; les será muy difícil comunicarse. Su posibilidad de ver lo que ocurre en el mundo por la vía de acceder a fuentes de noticias internacionales también desaparecerá. Hoy en día el estar actualizado con la tecnología no es solo una frivolidad que nos permite jugar a la PlayStation.

Los argentinos quedarán encerrados, víctimas de lo que los medios locales, cooptados por el fascismo, quieran contarles.

Así ocurre en Venezuela, en donde los pobres venezolanos están presos, sin conexiones áreas que les permitan vincularse con el mundo (ésta es la otra industria que se van a proponer destruir en la Argentina a partir de ahora) y también sin conexiones de redes que les permitan conectarse entre ellos para intentar coordinar esfuerzos de libertad. ¿Por qué medio se coordinan acaso las marchas contra los proyectos fascistas?

También es una decisión que responde al plan de control y venganza de Cristina Fernández.

De control porque regulando los precios de esos servicios podrá extorsionar a los prestadores a entregar los contenidos que el fascismo quiera; y de venganza porque muchas de esas industrias  están en manos de empresas a las que la comandante se la tiene jurada desde hace años.

Lo que ocurrió el viernes por la noche, de no ser revertido por la justicia, embarcará al país en una veloz nave de regreso al medioevo.

Y esa frase dicha al pasar (“de no ser revertido por la justicia”) también debe hacernos ver cómo el plan responde a un todo coherente y premeditado.

La desesperación por controlar a los jueces, además de evitar que los manden a la cárcel por ladrones, también responde a la necesidad de evitar que, cuando las libertades individuales se vean atacadas de esta forma, esos jueces fallen a favor de los ciudadanos y en contra del fascismo.

El día 21 de agosto de 2020 deberá ser recordado como un día en donde se fijó un importante mojón de la imposición de una dictadura de la peor calaña en la Argentina.

Si este control estatal que viene acompasado por la “cláusula Parrilli” de la reforma judicial no es detenido de alguna manera, el país habrá dado un enorme paso hacia la más tenebrosa oscuridad.

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