
El gobierno del presidente Fernández (¿Es el gobierno del presidente Fernández?) se halla frente a una nueva disyuntiva disparada por la agresión Rusia hacia Ucrania, refrendada con la invasión de ayer.
Es cierto, como comentábamos ayer, que, frente a lo que podíamos esperar dados los antecedentes, la cancillería emitió un documento al menos dirigiéndose directamente a la Federación Rusa, pidiéndole cesar la acción militar.
Pero lo que ocurrió luego, durante el día, dejó aquellas palabras envueltas en la misma nebulosa de confusión en la que vive constantemente esa bolsa de gatos llamada Frente de Todos.
El presidente, por Twitter, tuvo varias intervenciones en donde el denominador común de su mensaje fue referirse a los hechos como si estuviéramos frente aún enfrentamiento simétrico entre dos países con pareceres distintos sobre un mismo problema y sin que en ningún momento identificara las cosas como son: una agresión unilateral de una potencia invasora sobre un país soberano, vecino e indefenso. Una aberración en pleno siglo XXI.
Fernández por ejemplo se refirió a la “escalada bélica” como queriendo enviar un mensaje subliminal que convenza a quienes lo escuchan y lo leen de que aquí hay un enfrentamiento parejo entre dos países en conflicto. Puras mentiras.
El presidente hace un “llamado a todas las partes” como si, de nuevo, Ucrania fuera una “parte igual” y como si se tratara de un enfrentamiento simétrico. Aquí Ucrania no es “una parte”: es un país atacado impunemente porque a un dictador hitleriano se le ocurrió anexarla a sus posesiones. No hay ninguna diferencia entre lo que hizo Putin ayer y lo que hizo Hitler con Polonia en septiembre de 1939.
Hasta el presidente electo de Chile, un confeso comunista, fue expreso en la condena “a la invasión de Ucrania”, no pidió sensatez “a las partes” sino que condenó la invasión, como debía ser.
La idea de que aquí hay una equivalencia de pareceres encontrados que están en igualdad de condiciones frente a una interpretación opuesta de los mismos hechos es la imagen que el gobierno argentino se empeña en transmitir. Aquí no hay nada de eso. Aquí no hay una “escalada” cuya condición definitoria es la participación de más de una parte. Aquí hay un gigante que por su sola decisión invade un país independiente.
Esta posición es el resultado de las pujas a las que el kirchnerismo cristinista y camporista somete al gobierno y frente a las cuales el presidente ha demostrado ser completamente incompetente.
Hasta la propia posición internacional de la Argentina en su conflicto por las Islas Malvinas se ve afectada por el giro pro-ruso de la facción de la izquierda caviar de la Argentina.
El país sostiene inveteradamente el principio de la integridad territorial del archipiélago y la negación de las anexiones por el uso de la fuerza militar de una potencia extranjera. Es exactamente lo que Rusia está haciendo con Ucrania, como, por otra parte, ya lo hizo con Crimea.
Pero la ceguera resentida del kirchnerismo -expresada en todo su esplendor por personajes solo aparentemente marginales como Fernanda Vallejos- avanza con exabruptos sin reparar en los propios intereses de la Argentina para lo que luego serán sus exposiciones en los foros internacionales.
Salvo claro está, que para personajes como Vallejos, (una de las voces “públicas” de Cristina Fernández cuando la vicepresidente siguiendo su clásica cobardía frente a hechos resonantes, prefiere borrarse) que se plegó a la posición cubana en el conflicto, haya potencias a las que se les permite la prerrogativa de invadir a otros países y quedarse con todo o parte de su territorio y a otros, a los que se rotula como “potencias coloniales”, no.
El conflicto pega también en el costado económico del desmanejo peronista. La dilación en conseguir un acuerdo con el FMI, con un vencimiento perentorio que se producirá a menos de un mes vista, puede ahora complicarse más porque a los actores internacionales de los cuales dependía la voluntad de un arreglo, tienen ahora problemas más urgentes de los cuales ocuparse.
La acción militar rusa rompió los mercados ayer. Produjo una caída generalizada de las bolsas y un alza en los precios de los commodities.
Este último dato tiene una doble lectura para la Argentina. Por un lado refuerza los precios de parte de lo que la Argentina exporta (básicamente granos) pero también incrementa el precio de lo que la Argentina importa (básicamente gas),
Aquí se ve otro costado de los costos que el país paga por los chistes peronistas de coquetear contra la libertad, contra el capitalismo, contra el derecho internacional, contra la seguridad jurídica y contra el clima de negocios, todas ellas palabras sacrílegas, como lo confesara abiertamente Axel Kicillof en sus tiempos de ministro.
Gracias a esas juvenilias idiotas el país, que literalmente flota sobre una enorme reserva de gas, lo tiene que importar, porque no lo puede extraer (porque no hay inversiones) y, si pudiera extraerlo, no podría transportarlo a los centros urbanos porque, por las mismas razones, no tiene los gasoductos. Una hazaña peronista nacional y popular.
El mundo se halla frente a un punto de bifurcación, tal como sucedió en 1939. Ya sabemos cómo le fue a la Argentina por leer mal aquellos acontecimientos. De nuevo en manos peronistas -como en aquellos años- el país puede perder la última oportunidad que tiene de dejar en claro que cuando se ponen frente a frente la libertad y la servidumbre, elige la libertad. La existencia en la Argentina de un fermento resentido que, porque los que simbolizan la libertad son países y sociedades a los que no tragan justamente por su envidia y su rencor odioso, ate al gobierno al carro de la esclavitud autoritaria provenga esta de donde provenga, puede ser el certificado final de defunción de la libertad en la Argentina. En esta hora de definiciones el presidente debe definirse. Sin ambigüedades, sin eufemismos, sin disimulos, sin subterfugios que tergiversen lo que está pasando y respecto de lo cual la posición argentina debe quedar clara. Sin lugar a la menor duda.
El comunicado de bergoglio, como usted lo llama (ni mayúscula se merece), es tan lavado y no comprometido como el del gobierno argento. Por lo que leí, parece que cayó muy mal en la Unión Europea. Nada que sorprenda de ese nefasto personaje.