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Mientras los peronistas sigan votando así, seguirán muriendo peronistas

A menos de 72 horas del asesinato de Daniel Barrientos en Virrey del Pino en la localidad de La Matanza en la provincia de Buenos Aires, otro colectivero de la línea 161, esta vez en Moreno, fue salvajemente golpeado (se salvó de que lo mataran) por dos delincuentes que subieron a su colectivo y desvalida todos los pasajeros.

Casi al mismo tiempo en Fuerte Apache ocurría otro episodio similar, también en un colectivo.

La provincia que gobierna el ignorante pequeño marxista (no se puede ser marxista sin antes ser ignorante) Axel Kicillof -el hijo putativo de Cristina Fernández de Kirchner, aquel que siempre habría querido tener naturalmente- sigue sumida en un océano de criminalidad rampante de la cual es víctima la ciudadanía más pobre del país.

Las ideas del amigo del Papa, la “eminencia” Eugenio Zaffaroni (que varias veces confesó que, en sus tiempos de juez, cuando le llegaba el caso de un delincuente a quien las pruebas lo hundían en una condena obvia, pensaba “¿cómo hago para hacer zafar a este tipo?”) han destruido el esqueleto moral argentino y han convencido a una dirigencia hueca de que propagar el concepto de que los delincuentes en realidad son víctimas de una sociedad injusta que los condena porque son pobres, era “progresista”, “cool” y popular.

El resultado de más de tres décadas de constante machaque sobre ese concepto ha desembocado en esto: ríos interminables de delincuentes asolando las calles de los lugares más pobres de la Argentina, matando, asaltando y violando a los pobres de toda pobreza.

Supongo que Bergoglio estará contento de ver materializada su hazaña. Lo mismo que Zaffaroni que, luego de haber sido juez de la dictadura militar, terminó recalando, como no podía ser de otra manera, en el kirchnerismo y transformándose en un ariete intelectual para la impunidad eterna de la vicepresidente.

Kicillof, por su parte, ni sabe dónde vive. Ignora (como hace con todo) las realidades mas obvias de la jurisdicción que gobierna.

Luego del asesinato de Barrientos se declaró poco menos que asombrado por lo que había ocurrido, infiriendo de esa rareza que el hecho había sido producto de una conspiración política encabezada por Patricia Bullrich que había organizado el crimen para tirarle un muerto (como también dijo Berni) a su gobierno.

De esa extravagancia se hizo eco de inmediato, haciéndola suya, la condenada hotelera que ejerce la presidencia del Senado, cuando en un tweet aseguró que ella “había tenido la suerte que Barrientos no tuvo” como dando a entender que tanto el intento de su asesinato como la muerte del colectivero habían sido el resultado de un plan orquestado por Macri.

Lo cierto es que, como con el dinero que le han robado al pueblo, lo que está pasando con la vida de los bonaerenses no es otra cosa que el efecto de la puesta en práctica de un populismo berreta y demagógico que legiones de zombies -previamente fabricados por un también macabro plan de destrucción de la educación- han creído inocentemente.

¿A quien se le puede ocurrir que personas que matan a sangre fría, violan y asaltan a inocentes por las calles puedan ser, en realidad, “víctimas” de una sociedad que los marginó?

Hay que ser muy idiota o tener la cabeza muy estallada por años de adoctrinamiento para seguir, siquiera por un segundo, a quien dice y propaga semejante pelotudez. 

Hoy es la gente que votó esto la que sufre las peores consecuencias. Son los colectiveros peronistas los que son asesinados por delincuentes que ponen en la calle sus “compañeros” peronistas. Son los más pobres que votan al peronismo los que son asaltados a las 5 de la mañana por pandilleros que sus “compañeros” peronistas consideran “víctimas de una sociedad que los estigmatiza”.

Toda esa gente tiene un conflicto que resolver si no quiere seguro expuesta a un esquema de vida que los ponga en peligro por el mero hecho de salir de sus casas. Deberán olvidarse más temprano que tarde que a su abuelo o a su padre Perón o Evita les regalaron un pan dulce o una bicicleta, porque aquellas demagogias están terminando con sus vidas y con las de sus hijos hoy. Toda esa sensiblería heredada que, créase o o no, explica aún hoy mucho voto al peronismo, debe ser sepultada cuanto antes.

También debe terminarse con la idea de vivir sin trabajar. Se calcula que hoy hay centenares de miles que pueden llegar a cobrar cerca de $220000 por mes sin trabajar gracias a la combinación de múltiples planes “sociales” que los Kirchner han construido para sostener con eso su poder.

Si la condición para tener $220000 pesos por mes sin trabajar es que en el gobierno sigan los que permiten que anden sueltos por la calle los que te matan en la parada del colectivo, deberías pensar mejor qué es lo que más te conviene o qué es lo que, al final del día, te resulta más caro.

Mientras todo esté asco (incluido el que causa el Papa definiendo a Zaffaroni como “un gran juez, un gran jurista y un gran tipo”) no sea condenado en las urnas con el más repulsivo de los votos, este festival de inseguridad continuará.

De nada valen los cortes de calles y las indignadas marchas del silencio. Lo único útil para terminar con esta locura es extirpar de los lugares decisión a estos predicadores de la muerte, a estos cómplices de la delincuencia.

No importa la jerarquía que tengan o el nombre que porten: ellos son los asesinos preterintencionales de los “Barrientos” de la vida. A ellos hay que ir a cobrarles esas tristes facturas.

Al drama económico que el kirchnerismo peronista le ha infligido al país en los últimos 20 años hay que sumarle la vida de miles de inocentes que se cobraron las balas de su avanzada socialista detrás de la locura de creer que, en realidad, una persona que mata no es un delincuente sino alguien que, en su desesperación por encontrar justicia, asesina a quien cree es el culpable de los pesares que padece, solo para emparejar los tantos.

Por Carlos Mira
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