Aruba

¿Mal gobierno o mal y punto?

El tono y la temática de la reunión en Olivos de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner son una confirmación de lo que está ocurriendo en el país y de lo que puede esperarse para el futuro inmediato.

A manera de resumen podríamos decir que la vicepresidente no ignora la naturaleza dañina de sus ideas, sino que es precisamente porque causan daño que busca implementarlas.

Fueron tres horas de reunión en donde Kirchner dejó en claro que el presidente debía refundar su gobierno siguiendo los estrictos mandamientos que ella le indique, empezando por imponer mayores retenciones a las exportaciones, retirarse del acuerdo con el FMI, establecer más restricciones a las importaciones, ampliar el déficit fiscal, suspender el plan Potenciar Trabajo (que es el que básicamente “administran” las organizaciones sociales), crear un salario universal para 7 millones de personas y deshacerse de funcionarios como Miguel Pesce, Mercedes Marco del Pont, Claudio Moroni, Emilio Pérsico y Daniel Menéndez (de Barrios de Pie).

Kirchner le dejó en claro al presidente que no le gustó nada la referencia de Silvina Batakis, la nueva ministra de economía, al “equilibrio fiscal” ni bien asumió su nuevo cargo, en lo que todo el mundo interpretó como una bajada a la realidad de la advertencia de Larroque: “la fase moderada del plan está acabada”.

El economista y empresario Gustavo Lázzari salió a responderle a la vicepresidente con un muy docente hilo de Twitter en el que dice que el “salario universal es una aberración; implica la sepultura del concepto ‘trabajo’…” El kirchnerismo, dice Lázzari, ya hizo todo lo posible para destruir la cultura del trabajo. Ahora va con el “salario universal” para enterrar definitivamente el concepto de “trabajo”.

El economista explica que el salario es el pago por un trabajo realizado. Sin trabajo no puede haber salario. Trabajo, dice Lázzari, significa transformar la materia y/o crear un servicio útil. Una obra artística, un servicio profesional, producir un tornillo o una cosecha. Trabajo es transformación. Disociar la palabra “salario” de la palabra “trabajo” es intencional. El kirchnerismo desprecia fundamentalmente el trabajo privado. No tiene la más pálida idea de cómo crearlo. Para Kirchner el trabajo es una base imponible..

La oposición a la aberración del salario universal -continúa el hijo de Lita- no debe ser fiscal o matemática: debe ser conceptual. No importa cuánto cuesta o si lo podemos financiar o no. El salario universal es una fábrica de pobreza porque destruye la noción primigenia del trabajo.

La clave, dice Lázzari, es crear trabajo. Para que haya trabajo, a su vez, debe haber negocios. Es inapelable la necesidad de que la ley reconozca la propiedad inalienable sobre la diferencia entre los costos y los precios. Solo así se puede contratar trabajadores de lo cual se sigue el pago de salarios: sin negocio no hay trabajo y sin trabajo no hay salario.

El kirchnerismo contribuyó a la destrucción de la cultura del trabajo por cinco vías:

a.- la proliferación de  planes

b.- la demonización del mérito

c.- los impuestos al trabajo, empezando por la inflación

d.- apelar a trabajar menos ante el mínimo problema

e.- la doble indemnización

La vicepresidente logró que la clase media no exista más. Todas sus aspiraciones fueron destruidas y solo el acostumbramiento y la tristeza impiden la rebelión. Por eso apela a enamorar a las clases bajas con el salario universal.

Y concluye: con el salario universal vamos a comprar 100 años de pobreza. Sin dudas el mejor negocio para el kirchnerismo. La casa debe ser alimentada por el trabajo del padre y de la madre. “El político”, concluye el economista, “megalómano y mesiánico no debe estar en la mesa de los argentinos”.

El contrapunto es interesante porque demuestra que Cristina Kirchner no ignora ninguno de los apelativos al sentido común que resume magistralmente Lázzari. Lo que quiere, justamente, es destruirlos en la mente, en las costumbres y en los hábitos de los argentinos para reemplazarlos por otro sentido común en donde esté naturalizada la idea de que la gente debe recibir un ingreso estatal sin hacer nada a cambio (un ingreso estatal en donde quede claro que el que da el ingreso es el Estado [es decir, ella] y no una organización intermedia que ella no controla).

Lo que Cristina Kirchner persigue es la consumación de la perversión: persigue el mal, sabiendo que es el mal. No persigue el mal por equivocación, porque es burra o porque no entiende nada. No, no, no. Ella entiende y distingue el bien del mal, por eso y porque sabe bien cuál es el bien y cuál es el mal es que persigue el mal. Persigue el mal porque el mal es la naturaleza biológica de la que está hecha.

Por eso sigue dándole al inflador de que ni el déficit ni la emisión causan inflación: lo dice porque sabe que la causan y sabe también que es la inflación la que mejor logra la pauperización general que busca. También esparce la idea de que los precios suben porque los aumentan 15 o 20 hijos de puta a los que hay que perseguir y hacer desaparecer. Ella sabe que no es así, pero también sabe que es el enfrentamiento entre argentinos lo que más la favorece. Por eso se indignó al escuchar que Batakis, al asumir, elogiaba el equilibrio fiscal: ese es un anatema para su plan.

Pero son enojos actuados, para que los crean los idiotas útiles. La nueva ministra no cree tampoco en nada de lo que dijo pour la galerie. Cuando fue ministra en Buenos Aires dejó en caja no más de 180 millones de pesos, lo que equivalía a menos del 1% de las obligaciones salariales de los siguientes 30 días. Tenía hasta un año de atraso en el pago a proveedores de insumos críticos y más de 180 mil millones de pesos de suda. Aunque dijo que era partidaria del equilibrio fiscal, dejó a la provincia con un déficit de más de 21500 millones de pesos aun cuando tenía el presupuesto de inversiones más bajo del país (menos del 3% del de la Ciudad de Buenos Aires). Al cabo de su gestión 109 de los 135 municipios tenían déficit de cuentas con un rojo global de más tres mil trescientos millones de pesos.

Por eso, la Argentina está frente a algo mucho peor que un mal gobierno. La Argentina está frente a una manifestación del mal. Punto. El problema es que quien gobierna el país está ontológicamente compuesto por el mal. El mal no es el resultado de un mal gobierno. El mal es racionalmente buscado. El mal es el resultado de la naturaleza biológica de quien gobierna.

Por Carlos Mira
Si querés apoyar a The Post Argentina, podés hacerlo desde aquí
o podés comprarnos un Cafecito.

>Aruba

One thought on “¿Mal gobierno o mal y punto?

  1. Anónimo

    Excelente explicación de toda nuestra pesima gestion realizada por malvados corruptos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.