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Grandeza se busca

Este fin de semana se produjeron movidas importantes en la principal coalición opositora. Una postulación, dos renunciamientos y varias glosas públicas a esas decisiones.

Facundo Manes, el neurocientífico cercano a la UCR que varias veces amagó con ingresar a la política, confirmó que será candidato a diputado en la provincia de Buenos Aires. 

Lo hizo dando un mensaje en donde habla de trasformar la actual situación de resignación y desencanto en esperanza.

Naturalmente esa puede resultar una frase vacía si no se la llena de contenido práctico.

Para empezar a darle contenido práctico a esa aspiración que seguramente una mayoría absoluta comparte, deberán empezarse a limpiar cuestiones tan prácticas como el contenido que necesita la frase.

La primera es qué ocurrirá con el candidato que, desde el PRO, impulsa Horacio Rodríguez Larreta, su actual compañero en la Ciudad, Diego Santilli.

Una primera aproximación habla de intentar un acuerdo que evite unas PASO “reales” y que alcance un consenso. 

Ese acuerdo también debería incluir a Jorge Macri que, en una sub-interna del PRO, le discute a Santilli ese lugar.

Cómo se ve son demasiadas aspiraciones personales para un momento muy difícil de la democracia en la Argentina: el mismísimo sistema de vida libre que organiza la Constitución está en juego aquí. Entregar por egos personales el triunfo al kirchnerismo en Noviembre puede acabar con la Argentina en las puertas de Caracas.

En el sentido que me parece se necesita en estos momentos, Patricia Bullrich y Elisa Carrió declinaron sus aspiraciones en la Capital y en la Provincia respectivamente.

La segunda lo hizo con sus acostumbradas evocaciones a la grandeza, pero la primera lo hizo dejando plantada una bandera muy sólida para 2023.

En un documento que hizo público, la ex ministra y actual presidente del PRO, dejó bien en claro que va por las presidenciales de 2023, con el esbozo de un programa con el que aseguró que va a recorrer cada rincón del país.

Una interna no es necesariamente una mala palabra. Ese fue el primer paso en 2015 para vencer al kirchnerismo, cuando Mauricio Macri, Elisa Carrió y Ernesto Saenz decidieron competir internamente en una PASO común que determinaría el candidato del entonces Cambiemos.

Lo que ocurre es que hoy la situación de fragilidad institucional de la Argentina es mucho más profunda y los peligros mucho mayores.

Por eso, de no llegarse a un acuerdo de consenso que evite la interna, la coalición de Juntos por el Cambio deberá cuidarse muy bien en la previa de esa contienda de mostrar una discusión civilizada y no fratricida porque si el electorado llega a olfatear un ambiente de cabaret y de mayor ambición por el cargo que por asegurar la libertad en la Argentina puede huir hacia otras opciones que le sean funcionales a la dictadura kirchnerista.

Es más, el espíritu de grandeza debería ser de tal magnitud que también alcance a fuerzas que hoy combaten al kirchnerismo incluso con más voracidad ideológica, pero con menos aparato político, como claramente son los libertarios.

Esta fuerza, que incluye a Milei, López Murphy, Etchebarne, Lazzari, Espert, Cachanosky, está completamente desperdigada (e incluso enfrentada entre sí) aunque, paradójicamente, sea la que cuenta con el programa práctico de rescate del país más plausible de todos.

En efecto, la Argentina es un país tan invertebrado que los que tienen la estructura no tienen las ideas, y quienes tienen las ideas no tienen la estructura.

Si la situación terminal en la que se encuentra el país no es suficiente aún para que gente civilizada que tiene el denominador común republicano, deje de lado pusilanimidades personales para alcanzar un acuerdo patriótico que salve a la Argentina de la dictadura, no sé qué más se precisa para convocar a la sensatez.

En ese sentido, Andrés Cisneros, que está trabajando cerca de Miguel Pichetto en eso que alguna vez el profesor Loris Zanatta llamó “oximorón” -el peronismo republicano-, fue mucho más contundente y acertado en una columna publicada por La Nación el sábado. Allí dijo, específicamente referido a su especialidad, la política exterior: “Entendemos que una política que, hacia adentro, promueve la democracia, la república, los derechos humanos y una economía capitalista, abierta y competitiva necesita expresarse hacia el mundo de la misma manera. Nuestras alianzas no deben ser distintas de nosotros mismos, porque seremos afuera lo que seamos adentro. No se puede crecer hacia adentro si el país no se vincula profundamente con quienes en el mundo guardan la misma sintonía. Es el “dime con quién andas”. Los Estados, como las personas, son fácilmente identificables si se repara en quienes son sus socios y acompañantes más cercanos, porque no existe país alguno que crezca y se consolide en soledad. Por eso, resulta urgente rescatar a la incomprensible política argentina de la actual deriva hacia el aislamiento y la irrelevancia”.

Juntos por el Cambio y los libertarios deberían aprender de esta plasticidad. 

Es imperioso que los que tienen las ideas le presten su servicio a los que tienen la estructura y que los que tienen la estructura le presten su servicio a los que tienen las ideas.

Sin esa simbiosis -que fue la misma que la Argentina rescató en Caseros- el país quedará sujeto (igual que como hubiera quedado en 1852) a la continuidad de un atraso y una decadencia que no solo no se detendrá, sino que condenará a los argentinos a vivir esclavos de una dictadura familiar que ya ha demostrado que está dispuesta a todo con tal de consagrar su impunidad y una riqueza obscena que no tiene reparos en enrostrarle sin tapujos a un pueblo cada vez más pobre e ignorante.

Por Carlos Mira
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