¡Qué satisfacción ver al presidente uruguayo ratificar su postura y anticipar que seguirá adelante con su convicción de integrar Uruguay al mundo más allá de los que digan los dinosaurios del pasado!
Leer, hace un par de días, el reportaje que le concedió al diario La Nación de Buenos Aires en donde Lacalle Pou se manifiesta con tanta seguridad respecto de cuál debe ser la visión del horizonte de su país causa una alegría tan grande por el pueblo uruguayo que uno no puede evitar pensar en las diferencias que le esperan al pueblo argentino por estar en manos de una masa de ignorantes del paleozoico que están llevando a ese país, otrora líder avanzado de la modernidad, a las penurias más profundas del atraso.
El presidente dijo “Si no nos abrimos al mundo, nos va a pasar el mundo por arriba”. La sentencia es tan corta como clara y cristalina. El encierro en lo nuestro solo puede profundizar los pesares de la escasez, la antigüedad tecnológica, el aldeanismo mental (que tanto temía Alberdi) y un alejamiento dramático de los avances del futuro.
Lacalle Pou dijo que su gobierno avanzará en acuerdos comerciales con países de afuera del Mercosur; que está convencido que los socios del bloque aceptarán la propuesta jurídica de flexibilizar la unión aduanera que presentarán el 22 de este mes, y que se demostrará que esto hará bien a la región. Dijo que su gobierno “obviamente explorará la posibilidad de avanzar con otros países”, aunque prefiere que las negociaciones comerciales sean de todo el Mercosur. Pero ya que los otros países no desean acompañarlo en esa política, “lo lógico es que Uruguay pueda avanzar a su ritmo con algunos países”. Y afirmó que “lejos de erosionar el Mercosur” esa acción uruguaya “lo va a fortalecer”.
Yo entiendo que el presidente debe salvar las distancias y cumplir con el protocolo diplomático que le impone palabras serenas y la apelación a que el Mercosur siga unido. Pero cualquier lector puede advertir cierto pesar en sus palabras: Lacalle Pou, sabe lo que les espera a los países que no lo acompañen y siente pena por ellos. Por eso dice estar seguro que su propuesta será para bien del bloque y no para su perjuicio.
Luego de su entredicho con el presidente de los dinosaurios hace unos 15 días, Lacalle lamentó públicamente cómo el Uruguay había perdido, bajo la presidencia del Dr. Tabaré Vázquez, la posibilidad de concretar un tratado de libre comercio con los EEUU.
Porque, más allá de la firmeza que está mostrando ahora el presidente uruguayo, hay que decir que la visión mundialista del Uruguay ha abarcado todas sus administraciones, incluidas las del Frente Amplio.
En aquel momento Vázquez no tuvo la enjundia que está mostrando ahora Lacalle, y el TLC quedó en el olvido. Pero el tono de tristeza con el que el actual presidente se lamentaba de aquella situación fue muy evidente: es la señal que no está dispuesto que a su país le vuelva a pasar lo mismo.
“Ya basta de asociaciones estériles que lo único que pueden traerle a nuestros países es atraso, insidia y hasta peligros inauditos”, pareciera decir Lacalle con su silencio dadivoso. El presidente se ha dado cuenta cuáles son los sistemas que funcionan, cuáles los que sacan a los pueblos de la miseria y cuáles los que, por el contrario, sólo sirven para alimentar una demagogia envidiosa que se vale de los incautos para encumbrar a un conjunto de vivos que se dedican a vivir del pueblo y a enriquecerse personalmente a costa de la sociedad.
El presidente ratificó, en ese reportaje del colega Nelson Fernández, que lo que guía el patrón de su gobierno es la libertad. Hablando de las posturas tomadas en ocasión de la pandemia dijo: “La emergencia comenzó el 13 de marzo del año pasado con cuatro casos y con una información bastante incierta sobre lo que venía pasando en el mundo, que generaba mucho temor: temor a las imágenes de la gente entrando los hospitales, corridas en los supermercados, fosas grupales. Todo eso hizo que se generara un temor importante de la población, que tenía una predisposición a acatar las medidas del gobierno. ¿Por qué empiezo por esto? Porque un gobernante nunca debe mandar lo que sabe que no va a poder hacer cumplir. Eso es una máxima de la activa política y del gobierno en lo cotidiano. En ese entorno, la inspiración del gobierno siempre fue la libertad. He revisado discursos míos de hace muchos años y la libertad siempre está presente. He hablado de la libertad en círculos concéntricos: la libertad individual, la libertad colectiva y la libertad como nación, como país. Y todas ellas deben tener una correspondencia y una coherencia entre sí. Entonces, la libertad a la cual apeló el gobierno no es una libertad individual, aislada, es una definición compuesta: es la libertad individual, pero con una conducta solidaria. La pandemia comprobó, por lo menos en esos primeros tiempos, que la libertad de comportamiento, la libertad de movimiento, la libertad de acción, tenían que estar íntimamente vinculadas a la solidaridad con la comunidad. Hubo gestos solidarios de los empresarios, de la gente de barrio cuando había alguien que necesitaba, de los médicos, de los docentes, del sector agropecuario. Ahí hubo una libertad individual que apelaba a la conducta personal, pero también ese salto del individuo a la comunidad que me parece que fue una mezcla, una complementación muy importante.
No sería extraño que, con este pensamiento, el Uruguay nos supere en nivel de vida absoluto en pocos años (ya lo hace en términos relativos). La Argentina ha subido al trono del poder a una banda de saqueadores que, además de saquear el Tesoro Público, ha saqueado las ilusiones sobre el futuro. Hoy la aspiración máxima del argentino que pierde cinco segundos en proyectar un horizonte, es irse del país; dejar esta tierra de miserias, atraso y envidias atrás y buscar la felicidad en otro lugar.
Por el contrario, el Uruguay se está transformando en un imán para los inversores, para los soñadores, para los creativos, para los innovadores. Muchos de ellos son, naturalmente argentinos.
El país que hace décadas expulsaba a su población joven porque poco había que hacer allí, se ha rejuvenecido y, teniendo a la libertad como Norte, avanza a su ritmo -como dice el propio Lacalle- por la senda de una nueva prosperidad.
Enfrente, un país que fue el faro de comienzos del siglo XX, el faro que indicaba el camino a seguir, el faro que iluminaba un futuro dorado de progresos y afluencia se debate hoy contra la furia indomable de la crispación y la discordia.
¡Gracias presidente Lacalle por ser el faro de hoy! ¡Y no afloje, por favor! No se deje atropellar por compadritos de cuarta a quienes el traje de la grandeza le queda, no grande, sino ridículo. Avance firme y convencido por la senda de la libertad, de la modernidad, de la integración. Lleve de la mano a su pueblo al progreso y, si para eso debe abandonar una diplomacia que le agradecemos pero que no le aconsejamos practicar con obtusos, hágalo con la confianza de que el bienestar del Uruguay se alcanzará antes si se deja llevar por su intuición antes que por deberle condescendencias a países que no se la merecen.