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Fuera de sí

El presidente Fernández está ingresando en un círculo peligroso como es el que supone haber perdido el sentido de las proporciones.

A su evidente deterioro físico -que empeora de aparición en aparición- le ha sumado una pérdida completa del equilibrio, algo que su picardía política siempre le ayudó a disimular pero que ha formado parte de su personalidad de toda la vida, desde sus históricos exabruptos a periodistas hasta sus empellones contra un señor mayor en un bar.

Fernández, completamente desquiciado, ensoberbecido hasta perder el aire y ponerse todo colorado, gritaba ayer contra “los ladrones de guante blanco” en obvia referencia a Mauricio Macri (porque sus indirectas llevaban el viejo código rastrero del peronismo de no nombrar a nadie pero dar suficientes pistas como para que nadie tenga ninguna duda sobre el destinatario del ataque) y las cuestiones de la deuda.

No sé cuántas veces deberá explicarse que el 75% del dinero tomado del FMI fue dedicado a pagar deudas que vencían y que había tomado el kirchnerismo a una tasa abrumadoramente mayor. El otro 25% del dinero fue utilizado para financiar el déficit fiscal que, en una proporción de 7 puntos del PIB, había sido recibido del gobierno de Cristina Kirchner. Macri había logrado reducir ese índice a un punto, pero esa diferencia aún necesitaba financiamiento y a ese fin fue derivado el cuarto restante del préstamo tomado.

La mejor prueba de esta ecuación es que la deuda total, luego de recibido el préstamo, no aumentó, señal inequívoca de que se trató de un reemplazo de deuda vieja por deuda fresca, pero no de un aumento de la deuda.

Por lo demás, Fernández debería cuidarse muy bien antes de hablar de temas relacionados con la deuda: desde que asumió se convirtió en el presidente que más deuda tomó en la historia argentina, más de 60 mil millones de dólares en dos años.

El escenario en donde este desencajado Fernández gritaba su furia no fue menor. Allí estaban Sergio Massa y Axel Kicillof, el primero un integrante originario de la colación de gobierno y el segundo un protegido del cerebro que la ideó, Cristina Fernández de Kirchner.

En esos ámbitos (porque no es la primera vez que sucede) Fernández se desboca. Como típico personaje que se desvive por entregar palabras que endulcen los oídos del ocasional auditorio, el presidente sobreactuó su desmadre contra Macri como si hablara para que el lugarteniente de su ama fuera luego a informarla que el lacayo había cumplido con su parte.

Por supuesto que esas nimiedades ya no conforman a la comandante de El Calafate. Kirchner considera que el presidente no cumplió con su parte del pacto secreto que suscribieron en mayo de 2019 en su piso de Juncal y Uruguay y que básicamente consistía en lograr que se borrasen todas sus causas criminales.

A la señora nunca le preocupó otra cosa que no fueran los intereses de ella misma y de su familia (en ese orden). Ni siquiera cuando era presidente. Nunca le interesaron los pobres (salvo como mercadería de intercambio para lograr sus objetivos personales y familiares), jamás le interesó la Argentina (salvo como mercadería de intercambio para lograr sus objetivos personales y familiares), en ningún momento pensó en los más débiles (salvo como mercadería de intercambio para lograr sus objetivos personales y familiares). A ella solo le interesa ella y su familia (en ese orden).

Las referencias del presidente también llevan a preguntarse de qué color eran los guantes de Boudou, de De Vido, de José López, de Lázaro Báez, de Ricardo Jaime o de Milagro Sala, todos condenados por ladrones. O de qué color eran los guantes de Daniel Muñoz, un simple secretario de Néstor Kirchner que tenía inversiones millonarias en dólares en los Estados Unidos. O los del propio Néstor Kirchner, que le ordenaba a su contador, Víctor Manzanares, que almacenara en un entretecho de su casa una especie de “caja chica” de entre 20 y 30 millones de dólares, para cualquier gasto inesperado que surgiese, claro.

O de qué color eran -y son- los guantes de su majestad, Cristina Kirchner, que pasó a ser propietaria de la cadena de hoteles más exitosa del mundo; exitosa a tal punto de generar millones sin haber servido jamás un desayuno.

¿Cuál será el límite argentino para la diatriba y para la mentira gritada a los cuatro vientos sin consecuencias aparentes?

Alguna vez el país deberá discutir qué valor tiene la mentira. Y me refiero a qué valor tiene entre los ciudadanos y entre éstos y sus relaciones con el poder. Porque los efectos de la mentira en la pobreza y la miseria están más que claros. Resta averiguar si además de sufrirlos en sus carencias, los argentinos alguna vez le atribuirán algún valor moral a no decir la verdad. Aún cuando las mentiras se digan a los gritos.

Por Carlos Mira
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2 thoughts on “Fuera de sí

  1. Carlos

    En Uruguay me enseñaron no hay q regalar pescado hay q enseñar a pescar
    Siempre veo en youtube Vinciguerra pesca este Sr enseña a pescar el recurso esta solo es cuestion de ponerse a pescar y no solo quedarse con la cuestion ideologica coincido
    Con Ud. Actuar para vivir…..

  2. Juan

    Si quieres destruir un Pais 1ro destruye
    Su Moneda Dijo Lenin

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