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Fernandez, el amoral

Cuando miremos a Alberto Fernández quizás no estemos frente a un mero burro; quizás estemos frente a algo mucho más peligroso que un simple ignorante, quizás estemos frente a un mal nacido.

Porque, ¿cómo debería llamarse a alguien que no duda un instante en poner en jaque a toda la economía con tal de beneficiarse personalmente?, ¿alguien que no piensa un solo segundo en los perjuicios para las personas que él dice defender y avanza con declaraciones que de antemano sabe el efecto que podrían producir?

Pero de todos modos no debería llamarnos la atención. No debemos olvidarnos que estamos frente un kirchnerista, es decir alguien sin el menor escrúpulo, sin la menor conciencia moral, sin el menor sentido de la ética y del bien público.

Alberto Fernández es, en ese sentido, alguien que ha probado ser un profesional de la amoralidad. Sirvió durante más de seis años a la organización delictiva más grande que jamás se haya apoderado del Estado. Fue su gestor político.

Luego, como buen amoral, pasó a ser su crítico más mordaz. No ahorró un solo verbo cuando tuvo que definir al gobierno de Cristina Fernández con el peor que jamás haya existido en el país desde 1810 hasta ahora.

Y no detuvo su crítica solo en la persona de la jefa de la banda. No. Describió con pelos y señales a quien es hoy su candidato a gobernador en la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, a quien calificó como el responsable máximo de haber hundido a la economía argentina como nunca antes.   

Es decir, Alberto Fernández es el kirchnerista perfecto: un ser que no conoce la moral. No es un inmoral. Es alguien que no tiene moral, que cualquier atajo le viene bien si es funcional a sus intereses.

No importa si el atajo hunde a millones o tiene la virtualidad de producir una inestabilidad que ponga en vilo la vida de los más pobres: el solo quiere salirse con la suya.

En ese marco de amoralidad hay que inscribir los dichos de Fernández respecto de las leliq y del dólar. Dijo que iba a aumentar el 20% de los ingresos de los jubilados defaulteando el pago de intereses de esos instrumentos. En principio, habría que avisarle que revise sus cuentas: esos números no alcanzan para sostener ese aumento en el tiempo. No llegan ni a la mitad.

Pero por lo demás debería aclarar que va a defecarse en los depositantes del sistema financiero (muchos de ellos, también jubilados) porque es con sus fondos con los que las instituciones financieras suscriben leliqs. Si el Sr Fernández no les va a pagar a los bancos,  ¿qué cree que van a hacer los bancos con los depositantes?

Respecto de su referencia al valor del dólar, (que está contenido y subvaluado) habría que anotar varios comentarios.

En primer lugar habría que preguntarle si es partidario de una devaluación que derrumbe el salario real. En segundo lugar, habría que decirle que verifique el valor constante del dólar desde 2014 para aquí: esos estudios demuestran que el valor de la divisa debería ser hoy de $ 43. Vale $ 45, lo cual demostraría que no existe tal subvaluación.

En tercer lugar, si hizo todas esas verificaciones y preguntas, habría que volver a concluir que Fernández busca la generación del caos, como ya lo hizo el peronismo en 1989 cuando obligó a Alfonsín a dejar seis meses antes su gobierno.

En ese terreno -el de la generación del caos- el peronismo tiene una expertise única, que el kirchnerismo ha pulido y llevado a niveles de paroxismo. Cuando esa propensión se combina con la total falta de escrúpulos se obtiene un tipo humano francamente desechable, sinceramente repugnante, que encaja como anillo al dedo en los cánones morales de ambos Fernández.

Todas estas observaciones vuelven a poner en primer plano la importancia del tipo de elección que tenemos por delante. A ver: estamos frente a gente que insiste con que a Santiago Maldonado lo secuestró y lo mató la Gendarmería. No sé si me explico: cincuenta y cinco peritos, entre ellos varios pertenecientes a la familia de Maldonado y a la más alta autoridad de la Corte Suprema de Justicia (una Corte, nada “macrista”, dicho sea de paso) comprobaron científicamente que Santiago Maldonado se ahogó, que no tenía signo alguno de violencia, que su cuerpo no había sido trasladado de un lugar a otro, que estaba intacto y que en sus pulmones solo se encontró agua compatible con la del río en que se ahogó.

Sin embargo esta gente insiste en que Maldonado es un desaparecido-torturado-muerto por el gobierno. Los comentarios sobre las leliq y el dólar deberían ser considerados una minucia al lado de semejante embuste. Pero esa es la moralidad del kirchnerismo: la no-moral. Eso, entre otras cosas, también está en juego en las próximas elecciones.

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