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El presidente en la Antártida

Uno no sabe, francamente, si el presidente es o se hace. Aun a riesgo de escalar una serie de reclamos internacionales, se monta en un avión y se dirige a una base en la Antártida en donde se jacta de la extensión soberana del territorio argentino apoyado en un suelo discutido por al menos una docena y media de países, mientras, por otro lado, se la pasa regalando a un invasor trucho extranjero enormes porciones de tierras que sin lugar a ninguna duda son argentinas.

Es decir, el presidente regala -sin que lo asista ninguna autoridad para llevar adelante semejante latrocinio- miles de hectáreas a falsos pueblos mapuches que nunca fueron originarios de la Argentina simplemente porque el montonerismo del siglo XXI identificó a esas tierras como el nuevo lugar para asentar su pretensión territorial separatista (como en los ’70 había hecho con la provincia de Tucumán) y de paso robar (porque otra cosa no saben hacer) todos los recursos soberanos de la Argentina que, desde la naturaleza y los recursos mineros, hídricos y petrolíferos le corresponden al país por derecho propio.

Este idiota monta un operativo figureti y ordena una cadena nacional para decir una serie de sandeces mientras el país está explotado pura y exclusivamente por su culpa, porque en más de tres años de gobierno arruinó todo lo que tocó y empeoró todas y cada una de las variables por las cuales se mide el nivel de bienestar de una sociedad.

Pero más allá de esa inoperancia técnica, lo que sobresale en este nuevo brulote del presidente es el contraste oceánico entre el regalo de tierras indiscutidamente propias por un lado y el reclamo de tierras planetariamente discutidas por otro. Se trata de un ejemplo similar al de aquel que no tiene asegurado el alimento de la mañana siguiente pero va a gastar lo poco que tiene en un objeto completamente superfluo.

El presidente antes de hacerse el cócoro “llevando la bandera argentina a los confines del mundo” debería asegurarse de que la bandera argentina flamee sin disputa en lo que es parte indisoluble del territorio argentino.

Es obvio que el kirchnerismo siente una pulsión fuerte y dominante por el deseo de regalar soberanía. Ya lo hizo Cristina Fernández de Kirchner con la República Popular China a quien le cedió sin más trámite 200 hectáreas de la provincia de Neuquén para instalar una base gobernada por el Ejército Rojo desde Beijing, respecto de la que la Argentina y los argentinos no tienen derecho a saber lo que se está haciendo. Ni siquiera tienen derecho a pisarla, porque, de hecho, eso es territorio chino.

Ahora está a punto de hacerlo de nuevo en el puerto de Ushuaia en donde China se prepara para construir otra base desde la que seguramente, en un futuro, reclamará una porción sobre el mismo territorio antártico al que Fernández fue hoy a vender espejitos de colores.

Resultan llamativas estas iniciativas en un movimiento “popular” montado sobre la mentira chauvinista del nacionalismo que condena a todo aquel que haga una referencia a los EEUU pero que está encantado con repartir soberanía argentina a potencias comunistas. Parecería que allí no hay “entrega”, ni “imperialismo”, ni “cipayos” ni nada que tenga que ver con la “venta de la Patria”.

Se ve que hay entregas que son “patrióticas”, “populares”, y que deben ser bien vistas y otras que no: que son una verdadera capitulación ante el demonio.

Lo llamativo es que las entregas aceptadas son las que se le hacen a países o grupos que atacan la libertad, los valores de la democracia y del Estado de Derecho tal cual están reconocidos en la Constitución Argentina y las “entregas” sacrílegas (que ni siquiera son “entregas” porque ningún país Occidental ha puesto un pie soberano en un solo milímetro cuadrado de la Argentina) son las que se encarnan en comentarios laudatorios a la cultura de la libertad, de la competencia, del libre mercado, de la libertad de expresión y de los principios del gobierno limitado.Esta nueva payasada del presidente solo puede inscribirse dentro del aquelarre de valores que es hoy la Argentina. Quienes aplauden las idiotas ocurrencias de Fernández, de los Kirchner y del irresponsable gobierno del Frente de Todos no tienen otro justificativo que no sean sus ventajas y privilegios personales: solo el peso de esas enormes conveniencias explican tanta necedad.

Por Carlos Mira
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4 thoughts on “El presidente en la Antártida

  1. Carlos

    Nos dejaron sin Moneda ya con la Pesificacion asimetrica q perjudico a muchos ahorristas en Dolares x ej Horacio
    Garcia Blanco o mi Padre ese tipo dijo la
    Frase q estabamos condenados al exito
    Hoy al ver tanta pobreza y tantos males
    Que aquejan a la Sociedad argentina q le
    Remuerda la conciencia al menos….

  2. Augusto Weigel

    Es todo un tema. Torpeza o malicia? Hace años que se viene gestando la partición del país. Muchas voces lo declararon. Estos en del fdt, parecen resueltos a lograrlo. En beneficio de quién?

  3. Elsa Kelly

    Impecable tu artículo Carlos: felicitaciones por los cuatro costados. Un abrazo. Elsa

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