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A 70 años de la muerte de Eva Perón

El peronismo recuerda los 70 años de la muerte de Eva Perón, la concubina del fascista que instauró una tiranía que hundió a la Argentina en un precipicio del que aún hoy, siete décadas después, no puede salir.

La destrucción que aquella pareja inició en la Argentina no se limitó a unas cuantas variables económicas.

Su peor secuela ha sido el estrago que su prédica insidiosa y resentida produjo en la mente, en el alma y el sentido común argentinos que fueron arruinados, quizás para siempre, a fuerza de sermones llenos de un fuego odioso que originó una zanja insalvable en la sociedad propia de dos países irreconciliables, enfrentados por valores contradictorios, imposibles de convivir los unos con los otros.

Si bien Perón fue un astro inigualable en el terreno de insuflar rencor clasista y de apelar a los más bajos instintos humanos para dividir a los argentinos y reinar entonces sobre un yermo de enfrentamientos, su concubina no le fue en zaga y, para muchos, superó incluso al mismísimo General cuando de lanzar bocanadas de tirria se trataba.

Hoy queremos dedicar esta columna a la simple transcripción de algunas de esas admoniciones, simplemente para recordar, montados en la verificable verdad de la historia, el nivel de saña y de furia que esta señora cuya muerte el peronismo recuerda hoy, sembró en un país preparado para ser la admiración del mundo y que terminó siendo un fenómeno de miseria inexplicable.

Aquí algunas de las citas de Eva Perón:

“Yo le pido a Dios que no permita a esos insectos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese día! Ese día, mi general, yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista. Porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora, porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras; entregan al pueblo de su patria con la misma tranquilidad con que han vendido el país y sus conciencias; porque nosotros vamos a cuidar de Perón más que si fuera nuestra vida, porque nosotros cuidamos una causa que es la causa de la patria, es la causa del pueblo, es la causa de los ideales que hemos tenido en nuestros corazones durante tantos años”.

“Pero no debemos ir a la lucha, a menos en este momento, hasta que no se dé la orden; pero cada descamisado, cualquiera que hable mal de Perón, debe romperle un botellazo en la cabeza o la cabeza, si es necesario”.

“Las mujeres no necesitamos pensar, el General lo hace por nosotras. Seremos implacables y fanáticas. No pediremos ni capacidad ni inteligencia. Aquí nadie es dueño de la verdad, nada más que Perón, y antes de apoyar a un candidato le exigiremos en blanco un cheque de lealtad a Perón, que llenaremos con su exterminio cuando no sea lo suficiente hombre como para cumplirlo”.

Otra vez estamos aquí reunidos los trabajadores y las mujeres del pueblo; otra vez estamos los descamisados en esta plaza histórica del 17 de octubre de 1945 para dar la respuesta al líder del pueblo, que esta mañana, al concluir su mensaje dijo: «Quienes quieran oír, que oigan, quienes quieran seguir, que sigan». Aquí está la respuesta mi general. Es el pueblo trabajador, es el pueblo humilde de la patria, que aquí y en todo el país está de pie y lo seguirá a Perón, el líder del pueblo, el líder de la humanidad, porque ha levantado la bandera de redención y de justicia de las masas trabajadoras; lo seguirá contra la opresión de los traidores de adentro y de afuera, que en la oscuridad de la noche quieren dejar el veneno de sus víboras en el alma y en el cuerpo de Perón, que es el alma y el cuerpo de la patria. Pero no lo conseguirán como no han conseguido jamás la envidia de los sapos acallar el canto de los ruiseñores, ni las víboras detener el vuelo de los cóndores. No lo conseguirán, porque aquí estamos los hombres y las mujeres del pueblo, mi general, para custodiar vuestros sueños y para vigilar vuestra vida, porque es la vida de la patria, porque es la vida de las futuras generaciones, que no nos perdonarían jamás que no hubiéramos cuidado a un hombre de los quilates del general Perón, que acunó los sueños de todos los argentinos, en especial del pueblo trabajador”.

“¿No ven que son las fuerzas del mal las que están actuando? ¿No ven ustedes que nosotros somos el pueblo que quiere resurgir y queremos tomar la bandera de la justicia social, de la soberanía y de la independencia económica? ¿No ven que los oligarcas no quieren que se reforme la reforma constitucional (sic) porque saben que en ella se van a poner los derechos del trabajador y se van a consolidar todas las conquistas que Perón le dio al pueblo trabajador?”

“Así como el general Perón les dice que tengan tranquilidad y que se fíen en la justicia, yo que no soy más que la más humilde colaboradora del general Perón, les digo que tengan tranquilidad, que cumplan una vez más la consigna del líder. Pero sepan también que si ellos no obedecen a la consigna de los argentinos, que es la de luchar por una Argentina libre, justa y soberana, el pueblo puede tomarse algún día la justicia por sus manos”.

“Tenemos, hermanas mías, una alta misión que cumplir en los años que se avecinan. Luchar por la paz. Pero la lucha por la paz es también una guerra. Una guerra declarada y sin cuartel contra los privilegios de los parásitos que pretenden volver a negociar nuestro patrimonio de argentinos”.

Hasta aquí llegamos. ¿Para qué seguir siendo poles de transmisión de un odio interminable?

Pero que conste el caldo de cultivo envidioso y resentido que bebieron durante años generaciones de argentinos. Quizás en esas lenguaradas de fuego puedan encontrarse las raíces de un país fracturado, quebrado en su espinazo, doblado por la bilis verde del rencor que hoy sigue incitando al odio clasista de unos contra otros y a la abominable fórmula de tratar de convencer a algunos que la fuente de sus males reside en la bonanza de los demás.

Por Carlos Mira
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6 thoughts on “A 70 años de la muerte de Eva Perón

  1. Ana María

    Me gustan muchísimo las notas de éste diario. sobre todo las de Carlos Mira, excelentes.

  2. Hugo Alberto D'Angelo

    Firmo al pie con las dos manos, mí padre, que ya no está y vivió el comienzo de esa desgracia (nació en 1925 y era gran admirador de Carlos Mira, de echo, conocí a Mira por el) desde que tengo uso de razón repetía constantemente que Perón y Evita eran los culpables de todo, quienes le pudrieron las entenderedas a la gente, los iniciadores del colapso del país, por supuesto que siempre le creí, y algunas lecturas, observar lo que es este país más a inmensa información que se puede recabar en internet no me dejaron duda de cuánta razón tenía.

  3. Anónimo

    Así fue. Mamá me contaba las atrocidades que cometieron.

  4. Emilio Daireaux

    La prédica peronista se basó desde el comienzo en promover el resentimiento de clases entre los argentinos, sumada al halago demagógico al “pueblo”, sobre la base del despilfarro del dinero público que generó la inflación. Ese fue el comienzo de los males argentinos de los cuales será muy difícil salir.

  5. Walter

    De todas las personas confiables que conocí y que vivieron la experiencia peronista de esa época sin estar contaminados, me causó una enorme tristeza lo que sufrieron y vieron cómo se fundó un partido político con líderes millonarios que empobrecieron a la Argentina tan rica en Recursos Humanos y naturales.
    Alguien puede explicar cómo un ex-militar deje millones de dólares que las familias de sus ex esposas se pelearon por esa herencia ? De dónde salió ? Ya sabemos de otra herencia actual, de los K peronistas y es más grande todavía y con más pobres que nunca.

  6. NORMA CORRIERI

    Un ser nefasto. Vivió en la casa de un integrante de mi familia que la terminó echando de su casa. Él le dió techo, comida en una casa de rico, sólo porque era la íntima amiga de su mujer. Entre paréntesis una bataclana igual que ella. Pero un día realizó una fiesta sin autorización del dueño de casa y se apropió de la cava, donde había vinos especialmente reservados para un día muy especial que él venía preparando.
    Por tal motivo la puso de patitas en la calle.
    En la familia tenemos historias de la Santa Evita que para la época eran escandalosas.
    Pero en este país el tuerto es rey.

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