
En tiempos donde viajar no es solo llegar, sino también disfrutar del trayecto, hacer el recorrido entre Vitoria-Gasteiz y Bilbao por rutas sin peaje se convierte en una experiencia distinta: más cercana, más lenta, y sobre todo, más rica en paisajes y pequeñas historias.
El camino arranca desde el corazón verde de Álava, dejando atrás la sobriedad señorial de Vitoria para tomar la N-622 en dirección a Zarátamo, evitando la autopista AP-68. Desde allí, la ruta se conecta con la BI-625, una carretera secundaria que serpentea entre montañas, caseríos y tramos boscosos. El tráfico es escaso, y eso permite saborear cada curva, cada cambio de altura y cada vista al valle.

Uno de los grandes atractivos de este recorrido es su transición natural: del interior al mar, de los campos de cereal al paisaje industrial vasco. El verde sigue siendo protagonista, pero se matiza con pequeñas fábricas, viejas estaciones de tren y puentes que cruzan ríos caudalosos como el Nervión.
A lo largo del trayecto, pueblos como Llodio o Amurrio ofrecen la posibilidad de detenerse a tomar un café, probar un pintxo o simplemente pasear por calles tranquilas donde la vida cotidiana late sin apuro. La gente saluda, el aire huele a leña y pasto húmedo, y uno empieza a entender que esta no es una ruta para llegar rápido: es una ruta para reconectar.

La entrada a Bilbao por esta vía tiene otro ritmo, menos imponente que la llegada por autopista, pero más auténtica. El paisaje urbano se abre de a poco, dejando ver chimeneas antiguas, barrios obreros reformados y, finalmente, la silueta del Museo Guggenheim, que marca la llegada a una ciudad que supo reinventarse sin perder su identidad.
Este road trip no solo te ahorra peajes: te regala paisajes, te baja las pulsaciones y te recuerda que a veces lo más valioso del viaje está en lo que no estaba previsto.

Infaltables en BilbaoPintxos fuera del circuito turístico: En vez de quedarte solo en el Casco Viejo, cruzá el puente Zubizuri y probá bares en el barrio de Abando o de Deusto, donde los locales comen. Lugares como El Huevo Frito o Bar Gaztandegi tienen pintxos excelentes a precios más razonables y con menos turistas.

Subí al monte Artxanda en funicular: El Funicular de Artxanda te lleva en minutos a un mirador espectacular de toda la ciudad. Es barato, rápido y ofrece vistas que valen más que mil fotos desde abajo. Ideal para un atardecer.

Museo Guggenheim… por fuera también: Aunque no entres, paseá alrededor del Guggenheim. La escultura de Puppy (el perro florido), Maman (la araña gigante) y la propia arquitectura de Gehry son una experiencia en sí. Si entrás, aprovechá la audioguía: es corta pero muy bien hecha.
