C.M: Me gustaría que cuentes tu nota de hoy en el diario La Nación: “El egoísmo es el yacimiento último del cuarto kirchnerismo”
M.G: Hace años que vengo pensando que el kirchnerismo se presenta como altruista, como solidario, pero en realidad por muchos lugares no cierra esto. Muchos lugares hay agujeros, hay filtraciones, y hace unos años Celia Szusterman, me conto esta anécdota. Ella era vecina de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, quienes son los teóricos del populismo de la segunda mitad del SXX. Celia un día abrió una de las ventanas de su departamento londinense y se topó con una enorme antena parabólica que, como si fuera un insecto gigantesco, cancelaba su campo visual, quedó atónita. Una vertiginosa pesquisa del cableado la condujo hasta el departamento de sus vecinos, Laclau y Mouffe. Dijo, esto es una locura somos amigos, ambos somos argentinos, esto se puede solucionar. Todo esto le hizo pensar a Szusterman que el conflicto se solucionaría rápidamente: “Ernesto, sácame por favor esa antena espantosa”, le dijo. “¿Te molesta?”, replicó Laclau, en tono asombrado, como si ella le estuviera pidiendo un favor desmedido. El argumento a favor de la instalación del dispositivo era que sin ese aparato no podían ver televisión y que llevarla a la terraza representaba una erogación que no querían afrontar. La mueca de disgusto de su vecina fue suficiente para que Laclau produjera una deriva en su discurso: “De estas cosas se ocupa Chantal, hablá directamente con ella”. Celia entabló entonces la negociación con Chantal Mouffe, que siempre estaba atareada con sus temas académicos y no tenía tiempo de atender un prosaico reclamo de vecindad. Tantas fueron las excusas y dilaciones que le opuso que finalmente Celia resolvió pedir ayuda al consorcio, desde donde intimaron a los Laclau a que sacaran la antena en el plazo de tres meses. Enfurecida, Chantal encontró tiempo para hablar con la vecina quisquillosa: con su español empedrado de erres belgas le infligió un categórico sermón y le dijo que tomaba esa denuncia como algo más que una delación, como una verdadera declaración de guerra. Los tres meses pasaron sin novedades memorables, ante lo cual el consorcio remitió un ultimátum británico. Los Laclau entonces huyeron hacia delante: sostuvieron que no colaborarían más con nadie y que dejarían de pagar las expensas comunes. No hay que ser muy perspicaz para divisar, agazapada en esta anécdota, la contribución que el dúo Laclau-Mouffe ha hecho al concepto de otredad en el populismo argentino. Todo este episodio, era una metáfora bastante precisa de cómo funciona el populismo en argentina y yo recordaba la frase de Cristina “La patria es el otro”, nosotros tenemos una necesidad y la cubrimos, no importa que estemos rompiendo las normas.
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