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Una historia de hilachas

La verdad no sabía que Elisa Carrió había formado un nuevo frente programático de ideas con Aníbal Fernández y Horacio Verbitzky. Pero parece que eso quedó bastante claro ayer cuando la líder de la CC dijo que un plan de tipo “liberal” al estilo de Macri o Milei necesariamente incluirá reprimir hasta el extremo de matar gente.

Este es el tipo de cosas que desde aquí veníamos advirtiendo aun cuando en la superficie de JxC soplaran vientos de armonía, palabras agradables y convivencia, durante los últimos tres años.

De esos esfuerzos de diplomacia conciliatoria pasamos a esto: un cofundador de la coalición le dice a otro que su plan solo cierra matando gente, tal como decían Aníbal Fernández ahora y Verbitzky durante toda su vida.

En este último caso, está claro que “El Perro” tomó en sus manos toda esa estrategia para imponer las ideas de sentido opuesto (es decir las que someten permanentemente al ser humano a la bota de la servidumbre estatal) ya que dedicó prácticamente toda su vida a diseñar planes para matar gente. Y fue muy exitoso por cierto. Sus adláteres, gracias a Dios, no lograron completar de modo definitivo el plan de implantar una dictadura de esclavitud estatal, pero estuvieron cerca y en el camino del intento regaron -ellos sí- de sangre el suelo argentino.

Pero el exabrupto de Carrió -que ya aburrió a gran parte del país y que, por suerte, cada vez más gente advierte lo desquiciada que está- es una especie de caricatura, una exageración que pone en la superficie lo que desde hace mucho estaba pasando en la sorda profundidad de JxC.

Los desvaríos místicos de Carrió la han llevado al punto de decir lo que dijo sin que se le mueva un pelo, pero otros más “normales” que ella no lo dicen porque, justamente, su “normalidad” les pone un freno a tanto delirio. Pero en el fondo comparten la idea de que las ideas de la libertad suponen “un país para pocos”, sugestivamente el eterno eslogan del peronismo.

Nada hay más disparatado que eso. La libertad es la que pone la vida en manos de cada uno de los ciudadanos, bajo un marco de respeto, de institucionalidad, de civilización y de tolerancia que funciona auto-reguladamente, sin que ningún soberbio se crea como perteneciente a una elite iluminada para discernir mejor que las personas mismas lo que es mejor para ellas.

Ese gen de pertenecer a una elite diferente que discierne mejor que las personas mismas lo que es mejor para ellas es, precisamente, el denominador común que une transversalmente a muchos dirigentes que, a priori, se declararían como pertenecientes a “bandos” distintos.

Mientras se puede, los disimulos de la diplomacia y de la corrección política tapan esas diferencias. Pero cuando las papas queman y las fechas de eventos cruciales se aproximan, esos valores comunes afloran a la superficie y, finalmente, todo el mundo puede verlos. O, al menos, todos aquellos que los quieran ver.

¿Quién hubiera dicho, por ejemplo, en 2020 que Elisa Carrió diría algo que evidenciara un pensamiento de base muy similar al de Aníbal Fernández o Horacio Verbitzky? Muy pocos naturalmente. Pero allí había una hilacha de unión.

Es interesante ese dicho de “mostrar la hilacha”. Yo lo he contado varias veces aquí mismo, pero vale la pena recordarlo. El término viene de la jerga médica. Resulta ser que lo primero que se forma cuando un espermatozoide fecunda un óvulo, es una suerte de ovillo de finas fibras muy parecidas a una “hilacha”. Pues bien, más allá de esa aparente fragilidad allí se halla concentrado todo el ADN definitivo del nuevo ser. Esa huella digital será inmodificable. Los procesos de socialización, la cultura, la instrucción, en fin la vida en sociedad, podrán adaptarla un poco, pero allí se haya encerrado, de alguna manera, el nuevo ser humano por entero.

¿Y cuál termina siendo, en las ideas políticas, el fiel de la balanza que, como una cuchilla, separa las “hilachas” comunes de un lado y del otro? Respuesta: la intervención del Estado en la viuda de los ciudadanos.

Con todo el dolor que pueda causarme admitirlo (porque acepto que Carrió jugó papeles importantes cuando ciertas libertades estuvieron en peligro en la Argentina) está claro que cuando se trata de imaginar un país sin el peso del Estado sobre las espaldas de los ciudadanos, el pensamiento último de Carrió está más cerca del de Aníbal Fernández que del de Macri. Ni hablar del de Milei.

Y lo que está en juego hoy en la Argentina es precisamente eso: retirar de las espaldas de los ciudadanos el enorme peso que el Estado y sus estructuras significan para la sociedad. El esfuerzo de recorte y de ahorro que habrá que hacer será inmenso. Carrió supone que, cuando alguien intente implementarlo, habrá tanta reacción social que, si los que lo intentan son Macri o Milei, deberán salir a matar gente por la calle. Lo mismo opina Aníbal. Y lo mismo opinó siempre Verbitzky para quien la libertad económica sólo cierra con represión.

Por eso Carrió sueña con la existencia de un camino intermedio, como si dicho camino intermedio estuviera disponible. No. ¿Sabe algo, Carrió? Cuando la suma de la ecuación 2+2 no le está dando 4, debe revisar cómo está haciendo la cuenta, no los términos de la ecuación: la ecuación es correcta, 2+2 es igual a 4. Si a usted le da diferente debe modificar lo que está haciendo mal para que el resultado de 4, no 5, ni 7, ni 3. El resultado debe ser 4.

Yo entiendo que la clásica sensiblería argentina ha convencido a mucha gente de que esas exigencias son demasiado estrictas y que el ingrediente “humano” obliga a incorporar a la ecuación elementos que permitan resultados diferentes.

El pequeño problema consiste en que la Argentina ha invertido las últimas ocho décadas en tratar de demostrar la posibilidad de éxito de esos experimentos. Y el resultado fue pésimo para la “sensibilidad humana”: millones de argentinos fueron arrojados a vivir en la miseria por emperrarse en sostener ese delirio “humanístico”.

Si lo que hubiera imperado en todo este tiempo hubiera sido la aparente “frialdad” de los números los argentinos vivirían -no quiero decir como los australianos (porque en definitiva todos tenemos nuestra “hilacha” de argentinos)- pero sí tranquilamente como los españoles o los italianos. Solo el idiota “humanismo” (que pretende meterse en el mercado al que califica de insensible) ha provocado la catástrofe que hoy padecen millones de compatriotas. Está claro que ese “humanismo” ha servido para que, de paso, muchos vivos se convirtieran en millonarios, llenándose al mismo tiempo la boca entera con la palabra “pueblo”. No la acuso a Carrió de eso. Pero lamentablemente, su discurso idiota le ha venido como anillo al dedo a muchos con menos escrúpulos que ella.

Los tiempos se achican para que las hilachas se alineen como deben alinearse. Los tiempos de los disimulos, de la corrección política, de la diplomacia insulza han pasado. La Argentina ya consumió todo el tiempo que tenía para perder en esos disparates. Ahora solo cuentan las ecuaciones correctas. De ellas siempre se derivarán mejores resultados para la “sensibilidad” humana verdadera que de la demagogia hipócrita -porque lo que buscan los que la ejercen es su enriquecimiento personal-  o de la demagogia idiota, porque quienes la sostienen lo hacen desde un “buenismo” tan inútil como dañino.

Por Carlos Mira
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4 thoughts on “Una historia de hilachas

  1. Andrés

    En1981 tuve la suerte de vivir un año en Europa. Todavía existía la cortina de hierro. Recuerdo que en ese momento un disidente ruso publicó un libro llamado Nomenklatura. La idea central era el planteo de una estrategia para desmoronar al régimen sovietico. Consistía en invitar a Occidente bajo cualquier pretexto a miembros del establishment político a visitar occidente y que participen en conferencias, jornadas tecnológicas adulándolos. Pero lo importante era llevarlos al Shopping-Center para que vean el surtido y que le compren prendas íntimas a sus mujeres. Era una estrategia de romper el modelo mental del establishment, que no tenía idea lo que era occidente. Y cómo se llegaba al establishment? A través de la guía de teléfonos (la nomenclatura). Solo el que era alguien del sistema; tenia número telefónico. Había hecho un número que era mucho más barato invertir en viajes que en armamento u operaciones de inteligencia. Que en algún momento la crisis llegaría y la vocación de sostener el sistema iba a estar quebrado.
    La ocasión llegó con la explosión de Chernobil. El Presidente de la Comisión atómica de Rusia ni entendía nada que lo qué pasó. Y occidente se ofreció a ayudar. Aparecieron con equipos, trajes, como si hubieran venido de Marte. De paso lo llevaron a este sujeto a Alemania donde le explicaron cuál fue la causa de la explosión. Así se enteró que en occidente los estudiantes tenían acceso a información que ellos habían catalogado súper secreto y por ese sistema perverso no les permitió prever el desastre. Por supuesto fue al Shopping y ahí terminó la fuerza de voluntad de defender un sistema fracasado.
    La verdad que no se como podríamos hacer para que nuestra nomenclatura cambie su modelo mental, y permita hacer los cambios y sostenerlos en el tiempo para el bien de los argentinos y demás habitantes que desean o tengan que seguir viviendo en Argentina.

  2. Olga DAngelo

    Excelente cm siempre.

  3. Guillermo

    Nuestra nomenclatura conoce muy bien las ventajas del liberalismo occidental y sobre todo sus Shoppings. El problema es que los quieren todos para ellos.

  4. Juan

    Hubo un dirigente q dijo q Argentina
    Estaba condenada al Exito
    El exito es un logro un triunfo no una
    Condena
    A este dirigente ya le llega su castigo ya
    Q sus nietos estaran condenados a la pobreza al menos q los acomode en el
    Poder Legislativo o Judicial…..

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