Finalmente Donald Trump es el presidente electo de los EEUU. Fue todo mucho más fácil de lo que parecía. Incluso mucho más apabullante: lo que todo el mundo creía iba a a ser la diferencia del canto de una moneda (para uno u otro lado) terminó siendo una avalancha de votos que dieron vuelta los números de hace 4 años en todos los swing states (Pennsylvania, Michigan , Carolina del Norte, Arizona, Nevada, Wisconsin, y Georgia)
Evidentemente había en los EEUU una corriente subterránea que se estaba formando desde hace tiempo en el sentido de cambiar los enfoques con los que usualmente los demócratas ven y explican los problemas.
El Partido Demócrata se fue convirtiendo con el correr de los años en el partido de la “sofisticación culturosa”, por llamar de una manera gráfica a una forma de intelectualizar las problemáticas sociales que, de a poco, fue hartando a la sociedad común, especialmente a la que vive fuera de los grandes centros urbanos.
Ese corazón simple y conservador de la cultura norteamericana fue rechazando cada vez más la alambicada manera que los Demócratas decidieron aplicar a su mensaje y a la manera de relacionarse con el hombre común.
En las últimas décadas el Partido Demócrata se alejó de la llaneza simple del hombre común y pretendió imprimirle a la política y a la interpretación cotidiana de la vida un retorcimiento intelectual que terminó convirtiéndolo, paradójicamente, en un partido cada vez mas elitista y representativo del establishment, o de lo que Javier Milei llamaría “casta”.
Esa aproximación fue muy evidente en materia de seguridad interior en donde la teorización sobre las causas de la criminalidad (que en realidad los delincuentes son una especie de víctimas de una sociedad injusta) lo fueron alejando de una cultura mucho más simple y directa que no se traga esos retorcimientos y pretende ver al que mata, roba o viola detrás de las rejas y, si es extranjero, echado de una patada en el culo del país. Es así de simple. La pérdida de contacto con esa realidad fue una de las cuestiones que mejor explican lo que ocurrió ayer.
Trump, por otro lado, exageró, para su propia conveniencia, la interpretación de esa llaneza. Y en muchos tramos de la campaña esa exageración hizo que muchos pensaron que iba a perder las elecciones, justamente por tensar la cuerda de tal modo que iba a terminar poniéndose en contra a aquellos que en el fondo compartían sus miradas.
Si bien no fue el quien lo dijo, en uno de sus últimos mítines en NYC, en el Madison Square Garden, un idiota que cree que es humorista dijo que Puerto Rico era una bolsa de basura flotando en el océano, cuando hay millones de votantes puertorriqueños en el continente y otros tantos en la isla que, además de ser ya ciudadanos norteamericanos desean de todo corazón pasar a ser, directamente, el Estado número 51 de la Union.
Hay que ser muy cabeza de termo para, en esas condiciones, decir lo que este infradotado dijo, teniendo a Trump sentado a menos de 5 metros de él. El ahora presidente electo que sabía que secciones enteras del fundamental estado de Pennsylvania están pobladas por puertorriqueños inmediatamente se despegó del infeliz, pero traigo a colación la anécdota porque, aun así, esa corriente que se había formado en las profundidades de la sociedad era tan fuerte que puedo incluso superar gaffes tan innecesarios e hirientes como ese.
Trump pudo darse el lujo, basado en la fortaleza de ese aluvión silencioso, de protagonizar un desastroso debate presidencial en el National Constitutional Center de Philadelphia el 10 de septiembre que llevó a muchos a creer -incluido este columnista- que iba a perder las elecciones por confiado, por subestimar a una oponente que ese día mostró mayor aplomo y preparación.
El tema es que lo que el electorado ha premiado ayer no es el aplomo sino la franqueza de decir lo que una mayoría social importante esta pensando.
La identificación demócrata con elucubraciones intelectuales como la corriente woke y la agenda 2030 es también otra de las razones de esta victoria resonante de los republicanos, no solo en la presidencia sino en la Cámara de Representantes (esta aun no esta resuelta del todo mientras esto se escribe pero las tendencias con favorables al PR) y en el Senado: el pueblo norteamericano se cansó de que la influencia de una elite engolada y engreída fuerce a Disney a cambiar la historia temática de “Splash Mountain”, por ejemplo. Son pequeñas cosas cotidianas, chiquitas pero constantes gotas de penetración de algo que los norteamericanos no quieren, por lo menos, los norteamericanos medios, el hombre común que trabaja y solo aspira a vivir en paz con su familia en un entorno básicamente dirigido por el sentido común.
Trump, no lo vamos a descubrir ahora, tiene formas particulares que pueden espantar a más de uno. En ese punto (casi yo diría es el único punto) se parece al presidente Milei. Pero fuera de eso uno y otro son muy distintos y parte del discurso económico de Trump le debe dar un dolor de oídos al presidente argentino. Su exacerbado proteccionismo y la amenaza de usar derechos de importación draconianos para restablecer la vida de algunas industrias, son un anatema para Milei y pueden ser un arma de doble filo también para ese ciudadano norteamericano medio.
Los aranceles pueden encarecer los precios finales de los bienes y servicios y someter a los americanos a depender de productores malos, caros e ineficientes solo porque son “nacionales”. Eso puede convertirse en un bumerán para quienes votaron a Trump espantados por los números inflacionarios de Biden.
Si eso ocurre y Trump no interviene la Reserva Federal, es posible que ésta levante los tipos de interés, lo que repercutirá negativamente en la Argentina y en general en los niveles mundiales de actividad, justo cuando el país precisa llegar a más mercados exteriores en busca de divisas. Ese es un costado sumamente negativo, si llegará a darse, para la Argentina.
Trump sí cómprate la idea de la baja de impuestos para incentivar la inversión y la multiplicación del empleo y, en general, también comparte la idea del equilibrio fiscal, aunque EEUU tiene una “espalda” financiera que hace que, en ese campo, pueda darse lujos que la Argentina no solo no puede darse sino que debe erradicar de su mente y de su cultura de gasto estatal.
La idea de que “no se va a poder ir más a EEUU a tentar suerte en la vida” porque Trump va a terminar con la inmigración es también equivocada. EEUU es el único país que voluntariamente, sin que nadie se lo pida, pone a disposición de la suerte de quienes se inscriban más de 55000 “green cards” anuales en lo que llaman “Diversity Visa Program”. Se trata de un programa en donde los interesados se inscriben por el simple trámite de ingresar en una pagina del gobierno en el que se llenan unas formas y se adjunta una foto para comenzar a participar en una tómbola que, si sale favorable, básicamente entrega sin más tramite la residencia legal en el país. ¿Que otro país hace eso? Ninguno. Si claro, después tenemos a la Argentina que directamente permite la entrada de cualquiera sin siquiera preguntar de dónde y a que viene, pero estamos hablando de países normales: dentro de los países normales, ninguno sortea visas de residencia permanente en su suelo simplemente por pura generosidad. Los EEUU sí lo hacen y lo seguirán haciendo con Trump.
El presidente electo se refiere a la deportación de inmigrantes criminales y a la exhaustiva investigación de quienes pretendan vivir allí para asegurarse de que no sean delincuentes. Hasta los que ya inmigraron a EEUU -y quizás a primera vista podrían ponerse en los zapatos de quienes pretenden inmigrar y sentir empatía por ellos- aceptan y están de acuerdo con esa política, porque básicamente los reivindica a ellos que son honestos y llegaron allí para trabajar y, de alguna manera, a colaborar con el progreso general del país. A ese estereotipo Trump no lo va a atacar.
Quedará por verse otro aspecto discutible del presidente electo: cómo es su vision respecto del papel global de los EEUU. Dijo por ejemplo, que va a terminar con la guerra en Ucrania aun antes de asumir. Muchos creen que piensa hacerlo convenciendo al presidente Zelensky de entregar algunos de los territorios reclamados por Putin a cambio de otras concesiones en la reconstrucción de Ucrania. Eso puede crear un antecedente peligroso a menos que tenga en mente una amenaza secreta tan fuerte contra el dictador ruso que mande las aspiraciones imperiales de este al tacho de los trastos.
Trump quiere cortar el chorro de 60 mil millones de dólares que el presidente ucraniano se lleva de EEUU cada vez que visita Washington.
En ese sentido se espera que exija un comportamiento más equilibrado a sus aliados europeos bajo la amenaza de que si ellos no se involucran más(no solo en Ucrania sino en general) con el mantenimiento de la paz a través de una imagen de fuerza y de intransigencia, EEUU no lo va a hacer solo a costa de los bolsillos de sus contribuyentes. Este es otro típico mensaje que es fácilmente entendido por el hombre de familia del interior semiurbano que no quiere que su dinero financie a un gendarme universal en solitario.
Lo peor que podría hacer Trump a partir de ahora y en especial a partir del 20 de enero, es “creérsela” mas allá de un punto razonable. Si bien no se puede llegar a ningún lado en la vida sin “creérsela” (y esto vale para cualquier persona) exagerar el triunfo y creer que puede llevarse a todo el mundo por delante se puede convertir en un bumerán para él. Del mismo modo que la exageración de la “sofisticación intelectual” demócrata para sustentar posturas ajenas a las tradiciones históricas de los norteamericanos se convirtió en un bumerán para ellos, la tentación de creerse el dueño del país porque “ganó por afano” puede volverse en contra del presidente rápidamente.
Ese es un aspecto que el presidente argentino, su triangulo de hierro y los que llevan las riendas de los aciertos económicos del gobierno deberían tener muy en cuenta también.
👏👏👏👏🎓
Excelente, claro y conciso. Una maravilla.
Lo único que lamento, es que la versión en español del website de la Casa Blanca desaparecerá pese a que los hispanos son la primera minoría de la población en EEUU.
Trump lo hizo en su primera presidencia, aunque curiosamente dejó vigente supongo que por intervención de su equipo de comunicaciones, la cuenta en twitter, @LaCasaBlanca (hoy en X @LaCasaBlanca45 como archivo histórico) tal vez para mantener ese idioma en algunas comunicaciones del gobierno.
El sitio es español lo implementó inicialmente George W. Bush y Joe Biden lo reestableció, no creo que dure mucho.