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Terminando las distancias

La frase “salvando las distancias” es un modismo coloquial amable que pretende poner a salvo un determinado fenómeno de una pretendida comparación suya con otra cosa. Así, cuando uno encuentra un punto de contacto entre una cosa y otra pero sabe que, en el fondo, una y otra no tienen nada que ver, trae el ejemplo a colación pero inmediatamente dice “salvando las distancias” como para que quede claro que una y otra cosa pueden tener similitudes pero en realidad son diferentes.

De todos los dramas que conoció el mundo, el nazismo reunió todos los elementos como para ser considerado el delirio más extremo que haya conocido la humanidad en términos de violación de los derechos humanos y de reducir al ser humano a la servidumbre. Por eso, cada vez que un régimen dictatorial cae en sistemáticas negaciones de los derechos civiles e incluso en crímenes graves como el asalto al Tesoro Público, la persecución de opositores o incluso hasta el asesinato, la tentación de la comparación está allí, latente. 

Sin embargo, todos aquellos que han utilizado esas metáforas siempre han suavizado su uso echando mano a la clásica frase “salvando las distancias”.

El kirchnerismo -como el castrismo cubano, el socialismo bolivariano y el indigenismo moralista- es, sin dudas, un monstruo totalitario inventado al solo efecto de cometer crímenes en el ejercicio de la función pública para beneficiar a la casta privilegiada que lo integra, fracturando para ello a la sociedad, promoviendo la lucha de clases, el odio entre argentinos y una realidad binaria de “pueblo-antipueblo” de la que pretenden valerse para arrogarse ellos la encarnación de la patria y el protagonismo de enfrentar a un enemigo diabólico (interno o externo) que causa todos nuestros males.

Esa matriz es, efectivamente, muy nazi. Es más, es exactamente igual a la utilizada por el Nacional-Socialismo para embarcar al pueblo alemán en una paranoia que todos sabemos cómo terminó.

Por eso, en más de una ocasión, los análisis locales tienden ese hilo conductor al que inmediatamente dulcifican con el uso de la frase “salvando las distancias”.

Ayer el señor Andrés Larroque en un tweet de dos renglones dio elementos suficientes como para que quienes hacemos ese tipo de comparaciones dejemos de usar la frase que amortigua el impacto.

Larroque dijo textualmente. “Sin Cristina no hay peronismo. Sin peronismo no hay país”. Cualquiera que haya aprobado Lógica en quinto año del colegio sabe que la conclusión obligada de ese silogismo es “Sin Cristina no hay país”. Es la sentencia definitiva que convierte al kirchnerismo oficialmente en un movimiento nazi, sin salvar ninguna distancia.

Para ellos, el país, la Argentina entera, es Cristina. La república le pertenece a esta mujer y a los suyos, como Hitler creía que Alemania le pertenecía a él y a los arios del Nacional-Socialismo. No reconocen la existencia y la entidad de nada que no sean ellos mismos y, si por ellos fuera, quemarían a la gente en hornos de gas cuando no se pliegan a sus designios. No lo hacen porque el mundo ha llegado a una determinada etapa evolutiva en donde semejante escenario sería inimaginable en un país como la Argentina. Pero ganas no les faltan. Como no les han faltado ganas a los Castro, a los Che Guevara o a los Chávez de la vida para cometer asesinatos siniestros contra su propio pueblo.

Es la lógica detrás del “si la tocan a Cristina que quilombo se va a armar” de La Cámpora o del “hay límites” y “habrá millones en la calle” que utilizó el impresentable de Alberto Sileoni para lanzar una expresa amenaza a todo el que se anime a ir contra los intereses o contra la mismísima libertad de la Duce.

¿Hasta cuándo el país va a aguantar estas cabronadas? ¿Quién carajo es el kirchnerismo, Cristina Kirchner, Larroque o el mismísimo peronismo para arrogarse la potestad de amenazar a los argentinos? ¿Qué es lo que van a hacer? ¿Van a marcar con cruces de alquitrán las puertas de los opositores? ¿Van a encarcelar a millones y a tatuarles un número de prisionero en la piel? ¿Van a confiscar los medios que emiten opiniones diferentes a las suyas o encarcelar a sus legítimos dueños? ¿Van a incendiar, como hicieron los nazis con el Reichstag, edificios públicos que representan corpóreamente las instituciones de la República? ¿Van a perseguir, lastimar, herir o asesinar funcionarios judiciales o incluso a otros argentinos? ¿Qué es lo que van a hacer? ¿Qué formas concretas tienen sus amenazas de “quilombo”? 

Tengan los huevos de decir, de frente, y sin caretas, que están dispuestos a poner en peligro la paz social en la Argentina si Cristina Fernández de Kirchner es hallada culpable de múltiples delitos contra el pueblo argentino. Díganlo. Sin rodeos. Cálcense sus camisas pardas, sus brazaletes de obediencia y díganle a la Argentina que van a matar a todo aquel que los enfrente. 

Después de todo, ustedes se reconocen hijos de aquella “vanguardia iluminada e idealista” que mató a miles de argentinos en las calles, que asesinó a miles de inocentes por el mero hecho de oponerse a su cruzada y, en algunos casos, por el simple hecho de haber tenido la mala fortuna de estar en el lugar “incorrecto” a la hora equivocada. Ustedes son los que han presagiado “sangre” y saqueos”. Digan entonces cuáles son sus planes, a quiénes piensan matar y a quiénes robar, cuando se pongan los uniformes de las hordas fascistas.

Lamentablemente el kirchnerismo ha cruzado el límite de “las distancias” con el nazismo. Ya nada los separa. Son lo mismo: un conjunto de delincuentes que, habiéndose apoderado del Estado, endiosan a una persona en la que pretenden depositar las raíces de la mismísima argentinidad, como los nazis veían en Hitler la encarnación misma de la raza aria y de Alemania.

De ahora en más esta columna no “salvara ninguna distancia” cuando de comparar a estos dos monstruos se trate. Solo cuando la Argentina comprenda -como lo comprendió el pueblo alemán- el Leviatán que ha engendrado y la sangre que ha derramado con la acción de sus tentáculos, tendrá una posibilidad de reacción. Mientras haya idiotas que sigan viendo “distancias” entre los que no son más que fenómenos simétricos de asesinato a la libertad, el país no tendrá salvación.

Por Carlos Mira

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3 thoughts on “Terminando las distancias

  1. raúl

    El historiador inglés Ian Kershaw, autor de una laureada biografía de Hitler, cuenta que el incendio del Reichstag no fue realizado por los nazis. Fue provocado por un obrero holandés comunista desocupado, lo que provocó la furia de Hitler y Goebbels y sirvió como pretexto para una feroz represión contra los comunistas.
    Muy bueno su artículo, señor Mira. Son el Huevo de la serpiente. Rescato una frase del libro Camino de servidumbre, de Friedrich Hayek: “El enemigo, sea interior, como el “judío” o el “kulak”, o exterior, parece ser una pieza indispensable en el arsenal de un dirigente totalitario”.

  2. Matias

    Si se lee el trístemente célebre “Mein Kampf” se caerá en la cuenta de lo hitleriana que resulta Cristina y sus secuaces, y de la preocupante similitud de sus métodos, tácticas y estrategias.

    Por otro lado, mi estimadísimo Carlos, el desastre Nazi fué sensiblemente menos gravoso en término de vidas humanas alemanas (sin considerar la 2GM cuyas víctimas no deben achacarse únicamente al nazismo) que las purgas stalinistas en la URSS. Ese sí que fué un verdadero camarada Kirchnerista.

    Muy bueno el editorial, como siempre.

  3. Graciela Calabrese

    Excelente como siempre Carlos Mira!!!

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