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Puerto Rico: la piedra que Trump no ve…

En 1898 cuando la guerra hispano-americana terminó con la victoria de los EEUU sobre España, se firmó un tratado por el cual la potencia ganadora de la guerra obtuvo varios territorios de ultramar que pertenecían a España. Estados Unidos ganó Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam.

La cesión de estos territorios a Estados Unidos se formalizó en el Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898. Estados Unidos pagó a España 20 millones de dólares por la adquisición de estos territorios.

EEUU nunca incorporó esas tierras como estados federados de la Unión. A cada uno le dio un tratamiento diferente. A Cuba le terminó reconociendo la independencia, en una movida que no solo los norteamericanos sino los cubanos y los latinomericanos actuales están -o deberían estar- lamentando dado los acontecimientos que sucedieron en la región a partir de la llegada de Fidel Castro.

A las Filipinas las mantuvo bajo una suerte de protectorado hasta que finalmente también les concedió la independencia. Sería interesante preguntarle a los filipinos qué opinan de esa decisión a partir de cómo les fue siendo independientes. Pero eso daría para otra columna.

Finalmente sobre Guam y Puerto Rico, EEUU mantuvo la soberanía pero con status jurídicos diferentes. Mientras Guam es directamente un territorio norteamericano no-incorporado, con Puerto Rico lanzó un experimento hibrido que es el que aun se mantiene y que está provocando todos los problemas que ocurren en la isla y -lo que es peor para los puertorriqueños- los que podrían sobrevenir dados los antecedentes regionales.

Ese experimento consistió en darle a la isla, a partir de 1952, el status de “Estado Libre Asociado” lo cual no la transforma directamente en un estado norteamericano pleno, pero tampoco la convierte en un país independiente.

Durante varias décadas la movida pareció funcionar porque Puerto Rico combinó lo mejor de ambos mundos: tenía cierta independencia con su gobernador para decidir algunas cosas, recibía una fenomenal ayuda federal (incluyendo regímenes de desgravación impositiva para que compañías norteamericanas se instalaran en la isla –fue muy visible el ejemplo de las farmacéuticas durante la década del ’80), no pagaba impuestos federales y sus habitantes eran ciudadanos norteamericanos directos. Elegían sus propias autoridades, participaban en las elecciones primarias de los partidos demócrata y republicano del continente y elegían lo que se llama un “Comisionado Residente” para el Congreso norteamericano en donde tenían voz pero no voto.

Este esquema le aseguró a los puertorriqueños disfrutar de un nivel de vida muy superior a los de sus vecinos en las demás islas del Caribe y a no sufrir las penurias que muchos de ellos sufrían.

Eso hizo surgir, directamente, una fuerza históricamente mayoritaria en la isla que proponía la directa anexión de Puerto Rico como estado número 51 de la Unión. Esa postura viene ganando los referéndums que en ese sentido se convocan desde hace varios años, incluido este último de 2024 que coincidió con las elcciones de antes de ayer (porque la isla también mantiene el cronograma electoral de los EEUU).

Es más, la candidata a gobernadora reelecta, Jennifer González, del Partido Nuevo Progresista (PNP), es partidaria declarada de la estadidad, esto es de anexar Puerto Rico a los EEUU como estado pleno y basó su campaña electoral justamente en eso.

Sin embargo, contrariando la postura histórica del Partido Republicano que repetidamente incluyó en su plataforma el objetivo de anexar Puerto Rico (para efectivizar esa movida se necesita no solo el referéndum con la opinión de los habitantes de la isla sino la venia del presidente y del Congreso de los EEUU que deberían aceptar al nuevo Estado) por la influencia trumpista que ha tenido el partido en los últimos años ese punto ha sido eliminado de la plataforma de promesas u objetivos políticos del partido en caso de ganar la presidencia.

Resulta paradójico que Jennifer González haya ganado en la isla mostrando su preferencia por Trump y al mismo tiempo por la estadidad cuando, el ahora presidente electo no parece acompañarla en sus preferencias.

Es más, antes de ayer cuando los puertorriqueños votaron, le dieron el triunfo y la reelección a González y votaron por la estadidad en el referéndum que se realizó al mismo tiempo, pero en la elecciones “simbólicas” a presidente de los EEUU (que siempre realizan aunque no tengan validez ni peso legal porque ellos no pueden participar de las elecciones presidenciales) Kamala Harris obtuvo el 74% de los votos.

Sin duda, pese a la dirección que los puertorriqueños que viven en el continente y que sí pueden votar le dieron a su voto (votaron mayoritariamente por Trump), si el nuevo presidente no escucha los “ruidos”  que hay allí y, fundamentalmente, si no se hace una composición de lugar sobre lo que podría pasar si llegara a perder Puerto Rico, no solo esa isla y sus habitantes correrían un serio riesgo sino que la región latinoamericana podría verse tentada a caer en otros desvaríos parecidos a los que cayó en los ’60 cuando Castro se hizo fuerte en Cuba.

¿Por qué digo esto? Muy sencillo: en los referéndums que venimos comentando los resultados históricos eran. 1° Estadidad 2° Mantenimiento del Estado Libre Asociado y 3° (muy lejos, apenas 4 o 5% de los votos) Independencia. Antes de ayer, por primera vez los partidarios de la Independencia lograron el 2° lugar, luego de los partidarios de la estadidad.

No hace falta ser muy despierto para darse cuenta cómo viven el resto de las islas que son países independientes del Caribe (no incluyo aquí a los que siguen siendo colonias o parte de commonwealths europeos que tienen niveles de vida razonables). Allí tenemos a Haití y a Dominicana, por ejemplo, para no ir más lejos.

Tampoco hace falta tener muchas luces para imaginar lo que sería para EEUU perder una base caribeña como Puerto Rico, probablemente incluso con sentimientos de mucho rencor entre su gente después de que se sienta (probablemente con razón) despreciada y subestimada.

Si bien Trump se despegó rápidamente del idiota (Tony Hinchcliffe) que creyendo que hacia un buen chiste llamó a Puerto Rico “isla flotante de basura” en el mitin del Madison Square Garden en New York la semana pasada, es también cierto que no ha mostrado signos de “simpatía” hacia la isla y, mucho menos, hacia la posibilidad de incorporarla como estado pleno.

Yo, con toda humildad, le diría a Trump, “mirá, hermano, un consejo de un sudaca que sufrió las consecuencias del desentendimiento que tu país tuvo por Cuba: déjate de joder con Puerto Rico… Atendelo y si es posible avanzá con la voluntad de su pueblo de anexarse. Porque si llegas a perderlo y encima a caballo de un resentimiento rencoroso que dispare un nuevo “castrito” en el Caribe, después las consecuencias las pagamos nosotros… Archivá el desdén y hacete cargo“.

La gran gracia de las cosas consiste en verlas antes. Y más cuando tenés varias luces amarillas que te avisan. Trump: ya que te las sabes todas, mirá Puerto Rico. Porque tu amigo Javier Milei, tranquilamente podría decirte “no la ves” y cuando la veas va a ser demasiado tarde para vos y, lo que es peor, para los puertorriqueños y nosotros… Va a ser tarde para todos, bah…

Por Carlos Mira

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One thought on “Puerto Rico: la piedra que Trump no ve…

  1. Andrés

    Aprendí un montón de este artículo!!! Gracias

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