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Planes sistemáticos

ACTO EN LA MATANZA

En los últimos días, a raíz de algunas declaraciones de Juan José Gómez Centurión, el Administrador Nacional de Aduanas, la atención se volvió sobre el irresuelto tema argentino de los ’70. Parece mentira que esto nos siga sucediendo, pero así es.

Todo se basó en que, para Gómez Centurión, el accionar de las Fuerzas Armadas contra el terrorismo y la guerrilla no fue un “plan sistemático” sino un accionar bélico en respuesta a una agresión interna de esa categoría, cuya dimensión y definición semántica le habían dado las propias fuerzas insurgentes y no los militares.

En otras palabras lo que Gómez Centurión quiso decir que el planteo de la contienda como una “guerra” no fue un plateo original de los militares sino que fueron las propias organizaciones terroristas las que quisieron enmarcar sus acciones como operaciones bélicas.

Así, los comunicados donde informaban de sus  operativos eran “partes de… guerra”; sus uniformes eran “uniformes de… guerra”; sus banderas eran “banderas de… guerra”.

Luego, cuando las cosas se les complicaron, pretendieron deshacer ese camino y plantear que lo que había ocurrido  -poco menos que en un ambiente de paz y libre pensamiento- era que a los militares se les había ocurrido, de la noche a la mañana, comenzar a matar y a hacer desaparecer gente a mansalva para cumplir con un “plan sistemático” de aniquilamiento de una generación.

Y la Argentina sigue envuelta en esa discusión sin poder resolverla, ni siquiera hoy, en donde toda la gente contemporánea de los ’70 no solo está viva, sino que es relativamente joven y está en pleno uso de sus facultades y de su memoria.

Pero en realidad el motivo de esta columna no es seguir ahondando en eso o pretender resolver ese misterio, sino tocar otra cuestión que puede comenzar a materializarse judicialmente a partir de este año y que no tiene como centro de atención los desaparecidos o la trágica historia de los ‘70 sino la corrupción y la trágica historia de la “década ganada”.

En efecto, en los pasillos de Tribunales, comienza a tomar forma el rumor de que tres causas que involucran a la Sra. Cristina Fernández podrían fusionarse en una mega causa de corrupción que permita investigar los crímenes de la ex presidente bajo un solo hilo conductor que demuestre la existencia de un plan maestro ideado desde la política para saquear al Estado y robar los recursos públicos.

Si bien hace rato que la verborragia semántica argentina cree que agregando la palabra “sistemático” o “sistemática” a cualquier frase se puede trasmitir exitosamente la imagen del mal y de una retorcida malevolencia dolosa, es cierto que si esa unificación procesal llegara a concretarse, estaríamos frente a la investigación de la existencia de un “plan sistemático de saqueo del Tesoro Público” orquestado por una banda criminal camuflada en las ropas de la política para ganar de ese modo el acceso al poder y, desde allí, producir un desfalco a escalas tales que ninguna operación de delito privado hubiera podido equiparar.

Esas causas son las conocidas como “la ruta del dinero K” que tiene el juez Casanello; la del desvío de dineros de obra pública en favor de Lázaro Báez, que tiene el juez Ercolini y la causa “Los Sauces” que tiene el juez Bonadío.

Ya la Cámara Federal, en ocasión de reconvenir a Casanello por la manera en que llevaba la causa del “dinero K”, había anticipado la posibilidad de que esa unificación se produjera. La Cámara inteligentemente advirtió que Casanello se enfocaba en descubrir activos físicos y líquidos de Báez en el Sur pero no se preocupaba por averiguar el origen de esos fondos; cómo Báez se había hecho de semejante fortuna. Y precisamente ése es el hilo del plan, del plan… sistemático para saquear.

En efecto, lo que aquí hubo fue una organización criminal pensada y constituida antes de llegar al gobierno que identificó, justamente, la llegada al gobierno como la vía regia hacia la riqueza infinita.

Ningún golpe comando -incluso a una serie de bancos, como en las películas- le hubiera dado a la banda los dividendos que podría darles el asalto al Estado. Ustedes calculen que ésta gente truchó hasta as facturas de los hoteles de los viajes presidenciales ¡¡¡para robar los viáticos…!!! A partir de eso está todo dicho.

Lo que hubo en la Argentina de los Kirchner fue, efectivamente, un plan sistemático de saqueo público elaborado por un conjunto de delincuentes que, disfrazados de políticos, les robaron la comida de la boca a los argentinos. Este sí que fue un “plan sistemático”, entendiendo por tal una inteligencia coordinada y sincronizada puesta al servicio del robo.

Y hoy podemos estar en las puertas de que esa investigación sea abierta, o mejor dicho, llevada adelante de modo coordinado y con el mismo grado de sincronización que tuvo el plan maléfico.

Solo replicando la mente criminal de quien pensó el plan se puede descubrir la trama última de la catástrofe que significó tener a verdaderos delincuentes en el gobierno. Y es en eso en lo que precisamente consiste la inteligencia del investigador: lograr replicar la lógica mental del delincuente para discernir cuáles fueron sus estrategias y cuáles sus herramientas. Cuando eso salga a la superficie, todos los argentinos sabrán, finalmente, en manos de quiénes estuvieron.

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