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Negra y coya

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Milagro Sala debe terminar con el resentimiento y con la victimización. Debe hacerse cargo de su naturaleza violenta, lesiva de los derechos humanos y explotadora de los pobres; debe asumir que le robó al Estado para enriquecerse personalmente y para florear un poder violento, arbitrario y sedicioso que desafió el orden institucional de la provincia y que formó un ejército irregular de apretadores, estafadores y secuestradores que sembró el terror en Jujuy a la sombra de un poder central que la apañaba.

Debe abandonar ya el recurso bajo de autoestigmatizarse como “negra y coya”, porque su ejemplo ofende a los “negros” y a los “coyas”. Ella enfrenta un proceso judicial por violar la ley, los derechos humanos y por estafar al Estado, no por ser negra o coya.

Esas argumentaciones son las típicas a las que echan manos los culpables que, encima, quieren trasladarle a la sociedad una culpa discriminadora. No, señora, usted debe dar cuentas por sus crímenes no por su color de piel.

Resulta muy bajo recurrir a esas chicanas baratas que pretenden esparcir un sentimiento racista o clasista en donde solo hay violaciones al código penal.

Milagro Sala ofende a los de su raza. Haciéndole creer a la gente que solo hace falta ser “negro” o “coya” para ser perseguido, lo único que hace es lanzar más veneno para tratar de salvarse.

Las historias que, ahora, testigos liberados del horror, cuentan sobre las andanzas de Milagro Sala y su gente en Jujuy, ponen la piel de gallina: golpizas salvajes, secuestros, ambas cosas juntas, reducción a la servidumbre y hasta asesinatos se alinean en una larga fila de cargos.

Por supuesto que la enorme mayoría de los “negros” y los “coyas” -como despectiva y clasistamente los llama Sala- son personas honestas, como la enorme mayoría de la gente de todos los colores y de todas las razas. Y por supuesto que en todas esas etnias –blancos, negros, indios o los que sean que fuesen- hay delincuentes.

Pero esos son delincuentes; no delincuentes por ser blancos, negros o indios. Son delincuentes porque violaron la ley, tal como Milagro Sala.

La sociedad haría muy mal si se dejara engañar por esta delirante. Es hora de que en la Argentina se acabe la corrección política que le impide a la gente hablar con la verdad y decir las cosas como son sin temer una réplica demagógica y oportunista.

Milagro Sala debe rendir cuentas por lo que hizo, por lo que robó, por lo que violentó, por lo que estafó. Son miles los que tienen piel oscura o “roja” como ella y no le deben nada a nadie y menos aún tienen cuentas pendientes de millones con la sociedad. Es gente que jamás ha actuado con violencia ni apretando ciudadanos. Y si no que Sala demuestre dónde está la persecución judicial sistemática a los de su raza bajo el argumento de acusarlos de pertenecer a una asociación ilícita y sediciosa.

Tampoco es cierto que esté frente a la justicia hoy por ser peronista o por haberse plegado a Néstor y Cristina Kirchner. No. Hay millones de peronistas que ni siquiera han pasado por la puerta de tribunales, ni jamás van a pasar. Y de su relación con el kirchnerismo debe rendir cuentas en tanto la usó para desviar millones de pesos que los argentinos pagan duramente de sus bolsillos a sus cuentas y placeres personales en connivencia con quienes, en paralelo, saqueaban el país.

En eso debería concentrarse la defensa de Sala: en demostrar que no hizo aquello de lo que está acusada con una frondosa prueba de todo tipo. No en seguir sembrando odios y divisiones entre los argentinos para intentar, así, salvar su pellejo.

Si usted Sala se siente incómoda siendo lo que es, pues deberá tratar ese problema con un psicólogo, pero no puede tratar de seguir embaucando a la gente con un mensaje cargado de rencor y resentimiento. A usted la persigue la policía con el código penal abajo del brazo; no su árbol genealógico.

Puede sentirse muy orgullosa de los antepasados de su pueblo que constituyeron una de las civilizaciones más avanzadas de su época. Pero aquel avance lo habían logrado trabajando, no apretando gente, ni robando.

Resulta francamente penoso ver a dirigentes nacionales echando mano de cualquier mentira para hacer de esto una causa que tiene que ver con las etnias y las razas. Alguien debería ponerle un freno a los Recalde, a los Carlotto. No pueden decir cualquier cosa todo el tiempo. ¿Cuándo pidió Recalde la intervención de la provincia de Jujuy cuando la gobernaba Fellner, a quien clara y sediciosamente Sala había reemplazado en el cargo efectivo de Gobernador?

Y la sociedad también debería demostrar de otra manera que no está dispuesta a prestarle su paciencia a demagogos baratos, que solo echan mano a argumentos chicaneros y bajos sin otro objetivo que no sea el de seguir robando y enriqueciéndose a costa del pueblo que paga sus lujos y sus privilegios.

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