Los países son lo que, en el fondo, sus relaciones internacionales son. Nuestros abuelos ya nos lo decían para lo que eran nuestras relaciones interpersonales: “dime con quién andas y te diré quien eres”.
La historia argentina podría ser contada por sus ambivalentes relaciones internacionales. Allí se muestra el péndulo del cual el país nunca supo salir. Allí también queda demostrado cómo el país ha utilizado sus relaciones exteriores simplemente como una forma más de su política interna, cuando, en el ideal, debería ser al revés.
Para estar en consonancia con el resto de la vergüenza que el gobierno peronista da en el plano interno, el despliegue de una política exterior (si es que se le puede llamar así a una conducción que estuvo en manos, primero, de Felipe Solá y luego de Santiago Cafiero) francamente repudiable está haciendo estragos con el país en el plano internacional.
Una parte práctica de la vergüenza que el gobierno le está haciendo pasar a la Argentina en el mundo, pudo verse hace 10 días cuando el presidente estuvo en Roma y en Glasgow. La verdad que daba pena ver como todos los funcionarios y dignatarios del G20 y de la Cumbre del Clima esquivaban al guapo de La Paternal como si tuviera sarna.
Y es que en realidad la Argentina ha sido contagiada por la sarna peronista, que retiró al país de la demanda conjunta por violaciones reiteradas de los Derechos Humanos en Venezuela -que se desarrolla ante la Corte Internacional de La Haya-; que no condena la pérdida de los derechos civiles en la dictadura de Maduro; que no considera a ese régimen como lo que es, una dictadura pura y dura; que respalda la dictadura comunista de Díaz Canel en Cuba en los foros de la OEA y que, recientemente, tampoco condenó la grave situación planteada en Nicaragua en donde la pareja de tiranos Ortega y Murillo mandó a la cárcel a todos los candidatos opositores a las elecciones presidenciales para luego presentarse sin objeciones a una farsa que lo consagró presidente eterno, en una elección que tuvo más del 80% de ausentismo.
Si uno revisa el listado de países que repudiaron y que avalaron o no condenaron lo acontecido con el sanguinario Ortega, puede tener una rápida imagen de dónde está la Argentina, a qué modelos quiere parecerse bajo el gobierno peronista y, por supuesto, qué suerte correrá la sociedad en materia de nivel de vida si esos son los espejos en los que se mira.
Veamos. Los países que repudiaron lo que ocurrió en Nicaragua son todos los de la Unión Europea más el Reino Unido, Canadá, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Guatemala, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Chile y Uruguay.
Quienes lo respaldaron o no lo condenaron fueron Rusia, Cuba, Venezuela, Irán, China, Bolivia y la Argentina.
¿A quién creen ustedes que se parecerá la Argentina peronista? ¿A Canadá o a Cuba? ¿Cuál será el nivel de vida de los argentinos? ¿Uno parecido al del Reino Unido u otro parecido al de Bolivia?
Esas son las respuestas fulminantes que uno puede obtener por el mero hecho de detenerse a observar cuales son los socios internacionales del país. Los demás países son como espejos en los cuales el gobierno elige mirarse.
El problema que se presenta es que hay una notoria discrepancia entre los espejos que elige el gobierno peronista y los países que eligen los argentinos para irse cuando, justamente, han llegado a la conclusión de que no hay más futuro en su país. Es más, si me apuran diría que ni siquiera concuerdan los espejos del gobierno con los países que los argentinos eligen para irse de vacaciones o a los cuales elegirían irse si pudieran.
Es natural que a esta altura surja una pregunta que, desde ya, es la pregunta del millón y que resume en su expresión uno de los misterios más sorprendentes de la Argentina: ¿por qué, si los argentinos eligen para irse a vivir (o incluso para irse de vacaciones) países que, para seguir con el ejemplo nicaragüense, son los que repudiaron lo que ocurrió en el país centroamericano, luego votan un determinado tipo de ideas que llevan al gobierno a partidos que avalan esos esperpentos o que no los condenan? Un verdadero misterio.
Todavía no conozco el caso de un solo revolucionario que haya decidido afincarse en La Habana o en Managua. Tampoco en La Paz o en Teherán. Ni siquiera en Moscú. Todos eligen París, Barcelona, New York o Amsterdam. Hasta el propio Rafael Correa, prófugo de la justicia de su país por corrupto (pero que perseguía el socialismo del siglo XXI cuando fue presidente) eligió la bucólica Bruselas para exiliarse.
¿Cuándo saldrá la Argentina de esta pelotudez? ¿Cuándo terminará su complejo adolescente con el capitalismo y el confort occidental (que por otro lado luego exige)? ¿Cuándo dejará de lado este “revolucionismo de escritorio” y se sincerará con el tipo de vida que quiere y con el sistema que se ha demostrado más apto para alcanzarlo?
Seguramente cuando esas preguntas empiecen a responderse se comenzará a ver, o la luz al final del túnel, o el definitivo precipicio.
El Peronismo siempre elije las aguas turbias en vez de las que la tiene clara.
Con un canciller pseudo analfabeto en cuestiones de politica internacional,alguien esperaba algo distinto,Venezuela,Nicaragua, Cuba son el espejo donde se quieren mirar estos delincuentes ideologicos llamados politicos populistas,Argentina siempre defendio la democracia, con estos pseudos progresistas estamos en camino a ser un pais populista con una pseudo democracia