“Feliz país el del Nuevo Mundo en donde los
Vicios del hombre son casi tan útiles a la sociedad
como sus virtudes”
Alexis De Tocqueville
El presidente electo de Uruguay, Luis Lacalle Pou presentó a sus aliados políticos un borrador con lo que llamó “Ley de Urgente Consideración”, con un total de 457 artículos, para ser debatidos por los representantes de los cinco partidos que componen la coalición que gobernará la nación latinoamericana a partir del próximo 1 de marzo.
El texto fue elaborado por el futuro Prosecretario de la Presidencia, Rodrigo Ferrés y comprende modificaciones en Seguridad, Educación, Desarrollo Social y Salud, Economía y Empresas Públicas, Eficiencia del Estado, Sector Agropecuario, Relaciones Laborales y Seguridad Social, Emergencia en la Vivienda e Inteligencia Estratégica del Estado.
El hecho marca un fuerte contraste con otros jefes de estado de la región que sólo mostraron sus proyectos una vez asumidos y cuya transición no fue la más prolija.
Bajo el título “Uruguay seguro, transparente y de oportunidades”, el texto fechado en febrero del 2020 es considerado por estas horas por los aliados para ser tratado de forma inmediata por el parlamento una vez que el nuevo espacio político asuma el Poder Ejecutivo.
El presidente electo, del Partido Blanco o Nacional, pero que responde a una coalición demuestra sí que entiende cuál es el principal factor de diferencia en los niveles de desarrollo y bienestar de los países.
En efecto, el tipo de problemas que acucia a los seres humanos son más o menos los mismos en todas partes (salvo excepciones teocráticas o de extremo orden natural): vivir confortablemente, con un buen nivel y calidad de vida, seguros, con acceso a un trabajo bien remunerado, con gran velocidad en la creación y rotación de empleos, con acceso a los adelantos tecnológicos más avanzados, con una educación y salud de calidad y en un medio ambiente saludable y perdurable.
Lo que diferencia a los países respecto del alcance de esos propósitos es el tipo de soluciones que le aplican a los problemas que complican su logro. Esas soluciones derivan de la ley: los países tienen diferentes maneras de encarar los mismos problemas y esas maneras son la consecuencia de un determinado tipo de ley. Si todos los países fueran gobernados por la misma ley no habría ninguna diferencia entre ellos.
Digamos, antes de seguir, que “Ley” no es lo mismo que “legislación”. La “Ley” constituye un orden suprahumano que ordena el cosmos de acuerdo con leyes físicas, naturales y de sentido común (según la consecución natural de las cosas) y cuyo alcance es universal.
La legislación es el producto humano de derecho positivo que regula los distintos campos de acción del hombre en sociedad. Cuando la “legislación” se empeña en contradecir la “Ley” generalmente los países entran en cortocircuitos graves que los desmoronan a la miseria. Esa rebelión contra el orden cósmico de la naturaleza es decididamente fatal.
Así, según la máxima del prefecto pretoriano Julius Paulus Prudentissimus, uno de los juristas romanos más extraordinarios “lo justo no deriva de las leyes; son ellas las que nacen de lo que consideramos justo”. Esto es la “Justicia” es un campo ordenado por la “Ley”; la legislación debe adaptarse a ella. En materia penal, por ejemplo, matar no es malo porque es delito; es delito porque está mal.
En materia económica también hay reglas naturales que pertenecen al campo de la “Ley”. Cuando la legislación empeñosamente se encapricha en ir contra esas obviedades, la “Ley” se enoja y envía al rebelde a chapotear en el barro.
Uruguay, como toda América Latina (y como especialmente nosotros) ha padecido mucho esta soberbia alardeante de pretender hacer imperar la “legislación” sobre la “Ley” y creer que un conjunto de iluminados podría cambiar el orden planetario porque simplemente se les antojó escribirlo en un papel lleno de sellos.
Ahora Lacalle Pou se propone escribir un contra-papel para des-escribir toda la “legislación” uruguaya que contradiga la “Ley”. Algo así como una legislación para derogar la legislación contraria a la “Ley”.
El proyecto es por supuesto perfectible y de hecho el presidente electo ha manifestado que “todas las propuestas que se manifiesten con la intención de enriquecer y mejorar este instrumento van a ser bienvenidas y valoradas porque, al fin y al cabo, se trata de construir Uruguay entre todos”.
Pero lo que vale es el rumbo, el norte que se ha marcado el nuevo gobierno y la identificación del problema madre de la pobreza, la inseguridad, y, en general, el insatisfactorio nivel de vida.
Esta nueva legislación toca temas de seguridad pública, de educación, de relaciones laborales, de producción económica, de desarrollo social y salud, de cuestiones sindicales, de relaciones contractuales entre privados y de impuestos.
Es absolutamente revelador que el nuevo gobierno uruguayo haya identificado el núcleo del cual pueden salir todas las soluciones o todos los problemas. Si Lacalle Pou logra liberar al Uruguay de las ataduras legislativas que lo tienen atascado en el tiempo y, al contrario, puede implementar un conjunto de reformas que alineen el “planeta” uruguayo con la “Ley”, esta hará el resto. Esa sincronización fundamental entre el derecho positivo y la Naturaleza es absolutamente mágica. Quien la niega y se rebela contra ella se convierte en un fascista y con ello compra un boleto asegurado al fracaso. Quien la comprende y se allana a sus venturas conoce las puertas del Paraíso.