Finalmente, Vladimir Putin invadió Ucrania en una avanzada total por todos los frentes. El nuevo Zar del siglo XXI, elogiado hasta la mismísima indignidad cipaya por Cristina Fernández de Kirchner y recientemente por Alberto Fernández, se propone “la desnazificación de Ucrania”, quizás olvidando que su presidente, Volodymyr Zelenskiy, es judío: todas excusas para un ex KGB que añora la URSS (cuya caída consideró el peor desastre geopolítico del siglo XX) y que sin proponerse su restauración sí persigue la construcción de lo que él llama un cordón de seguridad fronterizo ruso con todos los países que antes le pertenecían a la órbita soviética. Para ello inflama focos pro-rusos en los límites nacionales y agita el “independentismo” para suturar los posibles pasajes de esos países a la órbita de la NATO.
Ucrania era un candidato a cumplir ese ingreso y Putin se propone evitarlo, Estatutariamente la NATO impide el ingreso de nuevos miembros que no puedan garantizar la seguridad de su propio territorio, con lo cual, someterlo a esta invasión es un tiro a la línea de flotación de ese proyecto pro-occidental de su vecino.
Putin nunca aceptó de buen grado el coqueteo occidental de ese país. Como se ve el Zar sigue aspirando a una división contestaría del mundo entre el Oriente y el Occidente, más allá de que en algún momento se especuló con el ingreso de la propia Rusia a la Organización del Atlántico Norte.
Ese proyecto se frustró cuando Putin preguntó cuándo iba a ser invitada Rusia a unirse y como respuesta recibió un lacónico “la NATO no invita a países; los países aplican para su ingreso y la NATO lo decide”. Putin lo consideró una indignidad.
Con las columnas de humo y el olor a pólvora ya presente en el cielo ucraniano sería interesante conocer la verdadera posición argentina. La cancillería dio a conocer el siguiente comunicado oficial: “La República Argentina, fiel a los principios más esenciales de la convivencia internacional, hace su más firme rechazo al uso de la fuerza armada y lamenta profundamente la escalada de la situación generada en Ucrania. Las soluciones justas y duraderas solo se alcanzan por medio del diálogo y compromisos mutuos que aseguren la esencial convivencia pacífica. Por ello llama a la Federación de Rusia a cesar las acciones militares en Ucrania”.
Es la primera vez que aparece una mención directa a la Federación Rusa y un pedido a sus autoridades para que cesen sus acciones. Como se sabe, el gobierno norteamericano había manifestado su esperanza de que, llegado el caso de un ataque, la Argentina estuviera del lado de las reglas internacionales, del Derecho y de la libertad. Quizás la nota de Cafiero tenga que ver con esa advertencia.
Pero lo interesante sería conocer las verdaderas preferencias del gobierno en este conflicto que puede desatar consecuencias mundiales sin precedentes. Como hemos dicho varias veces en este lugar, la Argentina tiene una larga tradición en leer completamente al revés los acontecimientos del mundo que implican una toma de posición: siempre ha tomado la decisión equivocada, siempre apostó a perdedor, en contra de la libertad y en contra de Occidente. Y el mundo se lo cobró. Los que perdieron nunca le dieron nada porque debían recuperarse ellos mismos, primero, de la derrota. Es más, la mayoría de esos países derrotados se unieron plenamente a Occidente años más tarde y la Argentina quedó colgada de un pincel, sin el pan y sin la torta. Un “negocio” redondo.
Es que cuando uno toma decisiones, no en base a convicciones y a lo que son las tradiciones verdaderas del país, sino que las toma en base al resentimiento y al rencor odioso, suele equivocarse.
Esos han sido los patrones de decisión argentina cada vez que el mundo le pidió su opinión: en el país prevalecieron esas taras inexplicables contra los EEUU y contra los que los EEUU representan y la Argentina se terminó expidiendo en consecuencia.
Ahora el comunicado de la cancillería parece ser un comienzo prolijo. Pero dados los antecedentes, va a ser interesante observar el desarrollo de estos acontecimientos de ahora en más.
El país tiene un toc con la “dependencia”, el “cipayaje” y el “colonialismo” si todos esos términos se refieren al vínculo con los EEUU. Pero, vía los funcionarios del peronismo, no repara en caer en las más bajas indignidades cuando ese relacionamiento es con el ex mundo dominado por el comunismo, como lo prueban las más recientes arrastradas del impresentable presidente Fernández en la mismísima Rusia y en China.
El gobierno debe ser extremadamente cuidadoso en esta materia porque puede embarcar (como otros ciegos internacionales lo embarcaron antes) en una capitis diminutio que dure por décadas.
Al contrario, decidiendo bien, puede producir un quiebre en el propio frente interno y enderezar un barco que hoy está completamente a la deriva.
Para eso el presidente deberá, por una vez en la vida, cuidar los intereses de los argentinos antes que los intereses personales, pasionales y resentidos de su verdadera jefa, Cristina Fernández de Kirchner; recordar que está al servicio del país, no al servicio de una persona.
De lo contrario, se volverá a confirmar que todos los problemas que tiene el país (entre los cuales su posicionamiento internacional no es el menor) se deben a que aquí hay una mujer que robó, que choreó y que no quiere ir presa, como le corresponde. Kirchner ya ha decidido con su propia almohada que si para eso debe hacer volar todo por el aire, apelando incluso a inflamaciones nacionalistas de la peor laya que aten al país con lo peor del mundo para ganar el apoyo incendiario de un nacionalismo local ciego, lo hará. Es el presidente el que debe decidir si lo va a permitir o no. Si va a dejar que los intereses de una mujer odiosa y resentida que busca expandir esos sentimientos en el pueblo para salvarse ella, vuelvan a convertirse en el patrón según el cual se deciden las cosas en la Argentina.


Rusia no solo inflama focos pro-rusos en sus países limítrofes. Su politica imperialista nos alcanza a nosotros, Venezuela, Afganistan, Cuba, Nicaragua, Honduras y muchas otras republiquetas mas…