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La descomposición final

Otro día de despliegue a cielo abierto de burradas múltiples de  Cristina Fernández de Kirchner.

La vicepresidente parece no encontrar nunca el límite para su insaciable ignorancia, que uno nunca termina de confirmar si es genuina o si es un instrumento de engaño a masas idiotas que no distinguen un tornillo de una pipa y que le prestan su extasiado apoyo a un proyecto de dominación, poder y riqueza personal.

Ayer, en un acto completamente irracional celebrando el así llamado día de la militancia, en recuerdo al regreso de Perón hace hoy 50 años, el kirchnerismo -cuyos antecesores guerrilleros asesinaron a quien aquel día protegía de la lluvia al General con un paraguas- dio rienda suelta a un principio que solo puede sostener una banda de alienados, enceguecidos por el poder entendido como ejercicio de imposición sobre el otro.

La idea de que el ruido, la muchedumbre y una líder mística e ignorante que dice burradas insignes puede ser la vía para sacar al país de la miseria y el atraso al que sus propias prácticas lo han condenado, es tan bizarra que solo la superchería que rodeó al dantesco acto del Estadio Único de La Plata puede empardarla.

Kirchner volvió a utilizar el escenario para insistir una vez más con sus clásicos embates contra la Justicia, concebida como poder contra mayoritario, independiente de los poderes políticos.

Como quien se sube a un jet para volver a la época de las carretas ensayó el concepto de que solo es democrático lo que elige “el pueblo”. Todo lo demás, dijo esta ignorante genuina o táctica, “es una rémora de la monarquía”, volviendo a insistir con su proyecto de meter a los jueces en las listas de los partidos políticos.

La señora olvida que la democracia es el “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. De TODO EL PUEBLO, no de una parte. 

La democracia no es el gobierno de la mayoría. Es el gobierno del pueblo. De la parte del pueblo que gana pero también de la parte del pueblo que pierde.

Por eso la escuela democrática a la que pertenece nuestra Constitución se ocupó de organizar un sistema por el cual no solo queden garantizados los derechos de los que ganan una elección sino también los derechos de los que pierden.

Según este criterio en el Estado debe haber poderes que se encarguen de proteger los derechos de los que perdieron para ponerlos a salvo de los abusos de los que ganaron.

Ese poder es el Poder Judicial que por eso mismo es “contra mayoritario”. El Poder Judicial es un poder compensador del poder que tienen quienes ganan una elección. Es una especie de dique destinado a contener los desbordes de quienes ganaron.

Si la conformación del Poder Judicial saliera también de un mecanismo de mayorías y minorías no habría nadie que proteja a los que pierden porque los que ganan tendrían todo. Sería la forma de consagrar el principio que seguramente persigue Kirchner: que solo UNA PARTE DEL PUEBLO sea considerada el pueblo todo.

Ese régimen no sería “democrático” porque ya no sería el gobierno “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” sino el gobierno de “una parte del pueblo en detrimento de otra parte que debe soportar los abusos de la primera”. ¿Es el “gobierno del pueblo” o el “gobierno de una parte del pueblo contra la otra”?

Si todos los poderes representaran a quienes ganan, ¿dónde quedaría “el pueblo” que no ganó? ¿Quién se ocuparía de ellos? ¿A merced de quiénes queda esa gente?

Bajo un pretendido engolamiento intelectual de cartón, la señora pretende convencernos de que lo más moderno sería embarcarnos en un viaje por el túnel del tiempo desde el siglo XXI hacia el siglo XV, cuando el mundo era gobernado por déspotas unipersonales dueños de todo el poder.

El circo romano que rodeaba estás sandeces festejaba lo que no entendía: unos 40 mil zombies rentados -mezcla de funcionarios millonarios, militantes adinerados, planeros de migajas, sindicalistas corruptos y empleados públicos que paga la sociedad y el fascismo peronista maneja como una manada que le pertenece- gritaban y le daban contraste a un discurso que pretendía dar grandes lecciones sobre teoría política en un marco de irracionalidad, mezcla de sordera y pensamiento-masa.

En ese marco la señora insistió con la repetición de mentiras burdas como la de que fueron ellos los que sacaron al país de la crisis de 2001 cuando el simple repaso histórico de los hechos demuestra que, a costa de un estropicio sin precedentes, fue el trío Duhalde-Remes Lenicov-Lavagna quien se cargó el costo del injusto final que tuvo la Convertibilidad y que en gran medida se explica también por la irresponsabilidad peronista.

También en varios pasajes envió el mensaje subliminal de que quien gobierna la Argentina en estos días es una especie de entelequia a la que desconoce cómo propia en todo lo que no tenga que ver -por supuesto- con las millonarias cajas que manejan sus chicos de La Campora, desde la ANSES y Aerolíneas Argentinas hasta el PAMI y el Ministro del Interior: allí sí son gobierno, en todo lo demás no.

Para llevar ese mantra a los zombies que ¿la escuchaban? dijo varias veces “cuando fuimos gobierno” o “en nuestro gobierno”, como si un imaginario time eraser haya borrado todo lo que ocurrió desde diciembre de 2015 para acá, incluyendo los paros y las toneladas de piedras durante el gobierno de Macri y los desastres de la administración que la tiene como vicepresidente y ahora, incluso, como presidente en ejercicio.

El lema de la reunión fue “La Fuerza de la Esperanza”, un claro plagio del que usa JXC (La Fuerza del Cambio) al que se ocupó de denostar también diciendo que el “cambio” eran ellos.

Frente a este desparpajo uno se pregunta cuál es el gobierno que arruinó la esperanza y respecto de qué gobierno ellos son el cambio. Obviedades que lo dejan a uno perplejo al ver tanto coraje para vender gato por liebre.

La señora pareció declararse imprescindible para la mismísima supervivencia de la patria al tomar las palabras de un prócer de la “juventud maravillosa”, Andrés Larroque, que no hace mucho escribió en Twitter “sin Cristina no hay peronismo y sin peronismo no hay país”.

Sin que se le moviera un pelo, Kirchner dijo que la atacaban a ella porque el objetivo final era el peronismo y sin ella lo que iba a haber era un peronismo dividido y sin peso, alzándose, ella misma, al altar de los imprescindibles.

El correr del tiempo y la cercanía acechante de condenas ineludibles van desesperando cada vez más a quien siempre fue una delirante. 

Desde creerse el centro del mundo (por lo que no puede aceptar que una marginal banda de lúmpenes, fabricantes caseros de copitos de azúcar, haya sido la que realmente quiso matarla -cuando su glamour esperaba que, si llegaba ese desgraciado momento, fuera al menos un comando de la CIA el protagonista del atentado-) hasta vender la idea de que quien está gobernando no es ella y los suyos, sino alguien que no sabemos quién es, la Argentina tuvo ayer otra evidencia incontrastable de que está en manos de una peligrosa banda de delirantes.

De la mano del ensordecedor ruido de esos tamboriles el país se dirige, eso sí, alegre, hacia su descomposición final.

Por Carlos Mira
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5 thoughts on “La descomposición final

  1. Don Àspero

    Excelente artículo! Es, desgraciadamente, nuestra realidad!

  2. Matias

    Muy buen análisis Carlos. Y muy triste también.

  3. Guido Dione

    Pensar que la ‘murra’ -mezcla de mula y burra- es ignorante, es peligroso, porque la subestimamos. Ella sabe perfectamente què lenguaje y retòrica usar para llegar a la masa ignorante y fanàtica que la escucha. [email protected]

  4. Marcelo Zocchi

    Brillante, Carlos…
    Como siempre!

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