Uno podría decir que ya vio todo en la Argentina. En especial si se trata de prácticas para destruir el país. Pero lo que ha hecho la Municipalidad de Morón -a cargo del kirchnerista Lucas Ghi- ya puede anotarse directamente entre las acciones de perversión pública hechas a la luz del día y utilizando los recursos del Estado que fondean los contribuyentes, más aberrantes de la historia reciente.
Este impresentable, asesino preterintencional, imprimió y repartió entre los jóvenes del municipio un folleto con instrucciones para drogarse y para “salir de joda”.
El folleto les indica que, en el caso de la marihuana, “es mejor flores” que “prensado”. Para la cocaína y pastillas les dice que “tomen de a poco para ver cómo reaccionan” sus cuerpos.
Esta idea de subirse a un caballo pretendidamente “cool” para hacerse el pendejo con los fondos del Estado, transmitiendo un mensaje demagógico y permisivo respecto del consumo de drogas peligrosas que son hoy el factor número uno de la inseguridad en el país y que han convertido a ciudades como Rosario, por ejemplo, en una verdadera pequeña Colombia en donde sicarios en moto asesinan a balazos a la gente por la calle, es de una perversión moral que no tiene calificativos.
Ghi debería estar siendo procesado ya por instigación al consumo de estupefacientes y por homicida preterintencional, porque alguien debe pagar por los que luego mueran a manos de jóvenes re-duros, pasado de droga mal, siguiendo un camino que iniciaron leyendo las detalladas instrucciones del intendente.
La decadencia moral, el aflojamiento de todos los límites de la razonabilidad y de la convivencia, el relajo más absoluto por lo que deberían ser los principios a seguir por una sociedad que quiere ser mejor, es total.
El kirchnerismo, empezando -claro está- por su jefa, Cristina Fernández de Kirchner, tiene esta especie de compulsión a “hacerse el pendejo”, incluyendo en ello la pelotudez de refrendar las provocaciones pretendidamente “transgresoras” de los jóvenes con el objetivo (seguramente) de “ganárselos” electoralmente.
Pero lo cierto es que el kirchnerismo ha perdido (y sigue perdiendo a la velocidad del rayo) el apoyo de gran parte del electorado joven que ya no quiere vivir una vida de servidumbre como la que probablemente vivieron sus padres gracias al peronismo.
Pero esta lectura política de lo que hoy son los pareceres de la sociedad, no quita que el mensaje de Ghi mantenga su naturaleza legitimante de lo que no es otra cosa que una plaga.
Como todo lo que surge a partir de este disparate es muy claro, también debe quedarnos claro que el plan abierto y sin disimulos del kirchnerismo es destruir lo que aún queda en pie de la Argentina, empezando por la proyección de su futuro que, naturalmente, son los jóvenes.
Rompiendo el espinazo moral de las futuras generaciones se asegurarán influir sobre las mentes limadas de un conjunto de zombies que, además de matar para conseguir droga, poco podrán hacer por ellos mismos y por sus vidas.
El perfil de país que se asoma detrás del folleto de Ghi se parece bastante a esas imágenes decadentes del Imperio Romano en donde ya nadie distinguía lo que estaba bien de lo que estaba mal.
Las políticas de género, la intención de modificar arteramente la lengua, el estímulo al consumo de estupefacientes, haber convertido a las mujeres no en un género sino en un gremio, el relajamiento de las costumbres, de la vida familiar, de la percepción de los sexos; el haber destruido la educación, el simbolismo de la autoridad del maestro, la transmisión subliminal de un arquetipo social desganado, entregado al alcohol, a la “joda”, a las drogas, a la autopercepción sexual (encima subsidiada por el Estado) y a la disposición del cuerpo del no-nacido como si fuera una basura, son, todas ellas, engranajes de una maquinaria de destrucción de la moral y de la ética para martillar allí donde deberían echar raíces las convicciones más firmes de las personas.
Esa ametralladora sistemática sobre los valores del esfuerzo, del trabajo, del perfeccionamiento, de la rectitud, del respeto, del mérito, de la supremacía del bien sobre el mal y de lo correcto sobre lo incorrecto, es una parte sustancial del plan de destrucción nacional que todos los santos el peronismo le reserva a la Argentina.
Este plan para instalar la idea de una juventud perdida, sin capacidad de razonar por sí misma porque está completamente quemada; esta idea de subvertir la idea del BIEN es uno de los costados más perversos del peronismo kirchnerista.
Y lo peor es que ya no se hace de modo escondido o subrepticio: ya se hace abiertamente, usando incluso el dinero que aportan los que probablemente mueran a manos de los cabezas de termo que este plan fomenta, cría y multiplica.
Esta inmundicia debe ser detenida ya. Cuando nos queramos acordar las vicisitudes económicas del país (que son gravísimas, desde ya) nos parecerán un juego de niños al lado de esta bomba neutrónica que estos incalificables están metiendo sin prisa pero sin pausa en el más profundo subconsciente argentino.
Qué ha hecho la Argentina para caer en manos de esta mierda, no se sabe muy bien aún. Pero lo que es seguro es que hay que terminarla cuanto antes para que el país no termine desapareciendo detrás de un manto de excremento.
Da saco!!
Carlos, coincido con casi todo lo que decis. Solo disiento en un punto: El principal problema de los narcoestados, como el nuestro o como el mencionado Rosario (un claro ejemplo de Narcoestado) es el experimiento conocido como”guerra contra las drogas” o prohibicion. La única salida posible para el tema narco, es la despenalización absoluto y total de las drogas, por supuesto acompañado de una regulación en su fabricación y mucha educación al respecto. Pero mientras las drogas sigan siendo prohibidas, el negocio seguirá en auge y no habrá posibilidades de salír del atolladero en el que estamos. Defender la prohibición de las drogas es un crimen, a mi modo de ver. Saludos