Pasaron 7 años desde que el fiscal Alberto Nisman fue hallado muerto en el baño de su departamento. La Justicia avanzó en una premisa: lo asesinaron. Hay cinco procesados -el técnico informático Diego Lagomarsino y cuatro custodios-, pero ninguno como autor directo del crimen. ¿Quién o quiénes mataron a Nisman? ¿Por qué lo hicieron? Tras esos interrogantes principales, otros misterios rodean la causa, que todavía sigue en plena investigación.
“Se ha logrado acreditar prima facie que Alberto Nisman fue asesinado y que dicho suceso fue directa consecuencia de la denuncia que formulara el 14 de enero de 2015 como titular de la Unidad Fiscal de Investigación del atentado terrorista perpetrado contra la sede de la AMIA”.
Esas fueron las palabras de la Cámara federal porteña cuando confirmó el fallo del juez Julián Ercolini.
Un estudio interdisciplinario a la Dirección Criminalística de Gendarmería donde se determinó sin dudas que Nisman murió durante un homicidio. El fiscal Eduardo Taiano investiga a la ex fiscal Viviana Fein, al juez Manuel De Campo, al actual ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni, a Román Di Santo (ex jefe de la Policía Federal), y al comisario mayor Roque Luna, de Delitos Complejos (PFA), por delitos de acción pública en el manejo de la escena del crimen. Para la fiscalía existen una serie de acciones que, sin dudas, “alteraron la escena del crimen”. Por ejemplo, que la fiscal Fein llegó tres horas después al departamento al que ya habían ingresado Sergio Berni y la Prefectura.
Las imágenes mostraron a Fein pisando un charco de sangre en el baño y a un policía limpiar con papel higiénico la sangre en el arma homicida. El misterio aquí es cuánto de esto sucedió por negligencia y cuánto fue planificado para destruir cualquier indicio que indicara la posibilidad de un homicidio.
El técnico informático está procesado por “haber prestado una colaboración necesaria” en el crimen ejecutado con “un arma de fuego (Bersa calibre 22) registrada a nombre del imputado”. Desde entonces, Lagomarsino comenzó a ser vigilado con una tobillera electrónica y custodiado las 24 horas. En octubre de 2020 le quitaron la tobillera pero mantuvieron las restricciones de desplazamiento a un radio de 100 kilómetros de su casa.
“Me saqué un peso tremendo… ¿Un cacho de plástico te hace tanto mal? Sí, es un cartel de delincuente. Para quien es inocente es tremendo. Lo ven tus hijos, tu mujer, es una vergüenza porque no tuve nada que ver. Moralmente te destruye, no sé cómo lo soporté”, le dice Lagomarsino a Clarín.
Después de muchos años, Lagomarsino se mudó de su barrio en Martínez -allí mismo vivía un espía de la SIDE cuando mataron a Nismany ahora vive en Punta Chica, la zona de clubes náuticos de San Fernando. Allí sigue bajo la vigilancia de Prefectura.
Continúa sosteniendo su inocencia frente a las acusaciones que pesan sobre él y asegura que va a querellar “a todos los que dijeron cosas de mí, a todos los que dijeron que soy un espía”.
En el expediente hay al menos tres testimonios que aseguran haber conocido a Lagomarsino antes de la muerte de Nisman y dan indicios acerca de que era un agente de inteligencia. Lagomarsino sigue trabajando en seguridad informática. “Fui generando nuevos clientes y las pericias que estoy haciendo me generan ingreso y me mantienen con la cabeza ocupada”, dice.
Y asegura que recién en noviembre del año pasado volvió a pisar un supermercado, que redujo su obsesión por todo lo que se dice sobre él y los detalles de un expediente que sigue señalándolo como partícipe necesario del asesinato de Nisman.
Su situación se complicó cuando se supo, por una pericia técnica, que él había buscado el encuentro con Nisman el día en que le llevó el arma. Lagomarsino había declarado lo contrario. Que Nisman lo había llamado primero a él.
El misterio sobre su papel en el homicidio y su relación con el mundo de los espías . Un agente de inteligencia fue quien lo introdujo en el entorno de Nisman y quien le enseñó a disparar, según contó él mismo- sigue vigente.
Acusados como coautores del delito de “incumplimiento de los deberes de funcionario público” y de “encubrimiento agravado”, los ex custodios de Nisman podrían ser los primeros en ser enviados a juicio oral mientras continúa parte de la instrucción enfocada en los servicios de inteligencia.
Por su rol y días de trabajo durante aquel fin de semana de enero de 2015, dos de los cuatro custodios también fueron procesados como encubridores del homicidio: se trata de Rubén Benítez y Luis Miño, acusados de no haber “protegido en forma debida” al entonces fiscal. Benítez declaró tres veces y se contradijo en varios puntos. Ninguno de lo custodios habló públicamente sobre el caso.
Ya ninguno trabaja en la Policía. Algunos siguen en disponibilidad y otros eligieron el retiro.
“Nisman no atendía llamadas, no había recogido el diario en la puerta de su casa, no respondía el timbre y sin embargo los custodios Miño y Niz no avisaron a sus superiores. Todo esto hizo que se dilatara el hallazgo del cuerpo, lo que sumado a que se pronunciaron por la idea de la muerte voluntaria se traduce en un claro intento por darle credibilidad a la versión del suicidio”. El juez determinó en consecuencia que los custodios “buscaron demorar la actuación policial y judicial en el homicidio”.
La pregunta que aún busca responder la justicia es si recibieron órdenes específicas para “estirar” el momento del hallazgo del cuerpo y, en tal caso, de quiénes.
Mientras que la justicia aún no logra determinar quiénes fueron los autores del crimen, la fiscalía avanza en una pista que considera clave: el rol de un grupo de agentes de inteligencia. Entre septiembre y diciembre de 2021 se tomaron más de treinta declaraciones testimoniales de espías y ex espías bajo todos los requerimientos que exige la Ley de Inteligencia. En algo coincidieron la mayoría de ellos: nunca habían sido citados por la justicia.
Las actas que dan cuenta de sus declaraciones se constituyeron en dos cuerpos más del expediente: 400 fojas. Fueron cuatro meses de escucharlos de manera presencial y bajo absoluta reserva.
¿Por qué fueron citados? La mañana del 18 de enero de 2015, cuando no había sido pública aún la muerte de Alberto Nisman, hubo un sinfín de llamados telefónicos entre 89 espías.
Una pericia que realizó el área especializada de la Policía Federal entrecruzando líneas de celulares vinculadas a los servicios de inteligencia reveló “datos significativos”.
En aquellas líneas asignadas a agentes de menor categoría figuran llamando a sus superiores, y éstos a su vez a la cumbre de la ex SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado). Como reveló Clarín en un informe especial, los llamados de los agentes iban hacia arriba en la estructura de Inteligencia y terminaban -en un embudo invertido- en Fernando Pocino (un espía ultra K que era director de Reunión Interior) y en Juan Martín Mena, el actual viceministro de Justicia que en ese momento era el segundo jefe de la SIDE.
Lo que busca responder la fiscalía es si el mundo de los espías ya sabía que Nisman estaba muerto antes de que el cuerpo fuese hallado en el baño, recién a las diez de la noche.
Taiano concluyó el entrecruzamiento de más de 500 teléfonos y líneas asignadas a ex funcionarios, dirigentes, efectivos de las fuerzas y ex agentes de inteligencia.
A ese trabajo se le añadió ahora otra perspectiva: a esos 44.000 contactos se les busca aplicar un contexto. No sólo que queden plasmados los números que se comunicaron entre sí “sino en qué momento lo hicieron, si esas llamadas tenían relación con otros sucesos, si esos personajes tenían relevancia”, explicaron fuentes judiciales. Los investigadores lo llaman “geografía de la comunicación”. A esta medida se le debe sumar un extenso análisis iniciado después de que la Corte rechazara un planteo de Lagomarsino para que el fiscal no revisara el contenido de sus celulares y equipos informáticos.
Fuente: Clarín
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Tiene 4 patas, mueve la cola y ladra, pero para Kristina, es un pato.