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El spot de Fernández

La campaña oficial de spots radiales y televisivos ha comenzado.

Como no podía ser de otra manera el del totalitario “Frente de Todos” emplea la mentira y la malicia. Era lógico.

El candidato Alberto Fernández -que extrañamente aparece por detrás de la candidata a vicepresidente Cristina Fernández en la foto oficial- dice que él ayudó a Néstor Kirchner a “sacar el país de la crisis” de 2002.

Se trata de una mentira completa. 

El país en 2003 había salido ya de la crisis de la caída de la Convertibilidad en 2001 debido a la brutal devaluación de Duhalde-Remes Lenicov y de la pesificación asimétrica que destruyó el salario y licuó las deudas del sector público y de las empresas.

En 2003 el país ya estaba en un proceso de crecimiento del 2% anual (viniendo desde la lona, pero creciendo al fin) y comenzaba a ser ayudado por una formidable combinación de factores externos que llevaría el precio de la sopa a más de U$S 600 y la tasa de interés a 0.

El dúo Kirchner-Fernández solo comenzaron un enorme proceso de descomposición y de destrucción de la relación de las variables económicas que resultó en una fenomenal distorsión de los precios relativos, en una mezcla de robo y despilfarro, que aún hoy estamos pagando.

Resulta francamente increíble que Fernandez quiera atribuirse algún mérito en lo que en realidad fue uña destrucción sistemática de recursos económicos en medio, paradójicamente, de una bonanza internacional poco menos que irrepetible.

La destrucción de los contratos inició un proceso de desinversión completamente récord en la región que derivó en que el país se consumiera prácticamente todo su stock de capital, desde las 12 millones de cabeza de ganado que se mandaron al manadero, hasta las reservas de energía, de gas y de petróleo que dejaron a la Argentina dependiendo de negociados sucios hechos con Venezuela que nos inundó de petróleo azufrado de bajísima calidad y altamente contaminante.

Fernández, que como buen populista sabe cuándo hacer demagogia y actuar con malicia, dice seguidamente que, junto a la jefa de la banda, van a ordenar “el caos que nos están dejando”.

Se trata de la estrategia exactamente contraria a la que utilizó Cambiemos: es decir, aclarar desde ya que “lo que están agarrando” es un “caos” para luego atribuirse los méritos del arreglo… (¿?)

El término inicial del presidente Macri (2016-2020) haya sido, quizás, el lapso de ajuste de distorsiones heredadas más importante que se haya vivido en democracia, rivalizando, tal vez, justamente con el que encabezó Duhalde en 2002, aunque éste no venía de contratos rotos, de energía consumida y de precios relativos explotados.

El acomodamiento de precios que Macri debió encabezar para enderezar el enorme destrozo provocado por Fernandez de Kirchner y Kicillof -que habían puesto al país a girar en una órbita distinta a la de la Tierra- ha sido de tal magnitud (en mucha medida subestimado por propio primer equipo económico del presidente) que las consecuencias impactan ahora en el terreno electoral y, basado en la mala memoria de los argentinos y en la demagogia, le permite a Fernández decir las barbaridades y mentiras que dice en su spot.

Alberto Fernández es la encarnación perfecta del caradura: un tipo que es capaz de decirte en la cara las canalladas más desvergonzadas sin que se le mueva un pelo.

Después de destruir públicamente a Fernández terminó acordando con ella en un capítulo de la historia política argentina más digno de House of Cards que de la realidad.

Someter al país a este dúo de impresentables (un caradura y una delincuente) sería una de las irresponsabilidades más grandes de que se tenga memoria en la historia política mundial: una sociedad que voluntariamente decide entregarse a los tránsfugas y a los ladrones sin importarle aparentemente demasiado.

Con esos valores entre manos no es extraño que la Argentina sea un fenómeno exótico y completamente raro en el universo de las naciones. Nadie ha podido explicarlo aún. Y si Fernandez-Fernandez llegasen a ganar las elecciones habrá completado un círculo de suicidio en masa solo imaginable en las peores pesadillas de la ficción.

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