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El resultado

Finalmente ocurrieron las elecciones de medio término en la Argentina. Como toda elección el material para analizar es múltiple y variado pero el primer vistazo entrega una nueva derrota del gobierno tras lo que había sido su caída en picada en las primarias.

Juntos por el Cambio logró un objetivo que da en el mismísimo corazón del poder de Cristina Fernández de Kirchner: le birló el quórum propio en el Senado.  La comandante ya no podrá disponer a gusto y piacere de lo que se decida en la cámara alta. Hoy hay 34 senadores por lado más otros 4 que representan partidos provinciales más chicos.

Ese era un objetivo que JXC se había propuesto: ganar cinco senadores. Y los ganó. Hoy ese bloque es exactamente el doble del que tenía Macri cuando asumió la presidencia. ¡Qué distinta hubiera sido la vida política del ex presidente con ese respaldo en el Congreso!

En Diputados el peronismo perdió 2 diputados y JxC logró 116. Este es un típico caso en donde las expectativas pueden jugar papeles incómodos. La contundente victoria del 12 de septiembre había envalentonado a muchas figuras de esa agrupación. Hablaron de 120 diputados, de discutir la presidencia de la cámara… Eso no ocurrió. El peronismo logró mejorar su performance en el conurbano bonaerense y eso le permitió achicar el margen de pérdida.

La cámara baja tendrá 5 diputados liberales, 12 diputados de distintas fuerzas federales (divididos en tres bloques diferentes) 4 diputados de izquierda, uno del Movimiento Popular Neuquino y otro de la Renovación de Santa Cruz.

No hay dudas de que los 5 diputados liberales son completamente refractarios al gobierno. Es difícil pensar que vayan a levantar la mano en una sola de las iniciativas de los Fernández. Por lo tanto es posible pensar que en los temas troncales de la economía, del empleo y de las libertades individuales esos 5 diputados se sumarán a los votos de JXC o, al revés, los proyectos que presenten esos 5 contarán con el respaldo de JXC.

Por ejemplo, José Luis Espert adelantó que el primer proyecto que presentarán será el de la boleta única de papel para las próximas elecciones. Ese fue un proyecto que Cambiemos no logró aprobar en el Senado durante la presidencia de Macri. A regañadientes habían conseguido la aprobación en Diputados, pero el Senado peronista lo abortó (como era obvio).

Hoy ese proyecto tiene grandes posibilidades de ser aprobado con el consiguiente impacto en la estructura peronista preparada para el fraude. Porque no hay dudas que el peronismo falsea fuertemente las elecciones en algunos distritos.

Al día siguiente del asesinato de Roberto Sabó en Ramos Mejía, un periodista le preguntó a un vecino que había llegado a las manifestaciones de protesta, cómo podía ser posible que, si la gente estaba tan indignada por la inseguridad en La Matanza, siguiera votando a quienes vienen gobernando el distrito desde que se recuperó la democracia. El vecino respondió textualmente: “Nooo, la gente no vota esto… Si vos ves lo que está pasando aquí y cómo salen las elecciones, la cuestión es fácil, dos más dos es cuatro…”. La gente sabe que hay trampas y que los peronistas son especialistas en trampas. La boleta única de papel podría reducir en mucho las posibilidades de las trampas peronistas. Fue por eso que el Senado peronista volteó ese proyecto del entonces Cambiemos.

Otro tanto puede ocurrir con las iniciativas de Martín Tetaz en materia impositiva, laboral y monetaria: seguramente los liberales de Milei y Espert querrán ir incluso más profundo en esos órdenes.

Después queda el relato. Para recordar que el peronismo no renunciará nunca a esa carta (ni frente a la más contundente de las derrotas) solo basta señalar que el presidente pidió anoche que el miércoles se junten todos en la Plaza de Mayo “para festejar este triunfo”.

Uno no sabe si encuadrar esto en esa mecánica típicamente peronista de vender gato por liebre o si preocuparse seriamente por quien tiene la lapicera presidencial en su mano.

Si uno vincula esa frase de Fernández con su incomprensible mensaje grabado, emitido alrededor de las 10 de la noche, llega a la conclusión de que el presidente padece una seria enfermedad que le impide ver lo que ocurre delante suyo.

La ciudadanía venía de hacerle perder al FDT más de 5 millones de votos respecto de 2019, de hacerle morder el polvo de la derrota en 14 provincias (incluida la provincia de Buenos Aires, más allá de la reducción del margen respecto de las PASO) y el presidente salió a pedir, a los gritos, que se festeje el triunfo… Se trata de un nivel de esquizofrenia pocas veces visto.

A nivel nacional JXC le sacó 9 puntos de diferencia al peronismo “unido” (lo pongo entre comillas porque uno se siente tentado de decir que “peronismo” y “unido” son dos términos contradictorios) y le ganó la elección por más de 2 millones de votos. Se trata de la tercera elección consecutiva en que la oposición obtiene más del 40% de los votos (2017, 2019, 2021).

En términos concretos, a partir de ahora se abre una incógnita de gobernabilidad. El presidente en su discurso kafkiano habló de un programa a ser presentado ante el staff del FMI y de que ese programa contaría con el respaldo de la oposición. Ojo porque ese mensaje puede contener una jugada sucia que JXC deberá calibrar muy bien para no ser arrastrado al barro del fracaso: la responsabilidad de gobernar es de Fernández. Si quiere que la presentación al Fondo cuente con el aval de la oposición, entonces que revierta la decisión sobre las deudas soberanas al Congreso (tal como lo establece la Constitución) y que el acuerdo que el país ofrezca salga de allí. De lo contrario, las palabras de Fernández suenan más al abrazo del oso mortalmente herido que al de un presidente que aspira al consenso.

Y por último el análisis sobre Cristina Fernández, la gran derrotada de ayer. La primera que leyó bien lo que había ocurrido fue ella, cuando a las 19:45 emitió un tuit diciendo que le habían recomendado reposo y que no iría al bunker en Chacarita: la vicepresidente sí sabía lo que había pasado. Sabía que se había terminado su era de poder en el Senado, sabía que las votaciones en diputados estarían, de ahora en más, en serio riesgo y sabía que su propio futuro en libertad puede complicarse.

Nadie como ella sabe que los primeros en interpretar bien un resultado electoral son los jueces y los jueces anoche advirtieron que una mayoría social le retiró el respaldo incondicional al peronismo: con el 32% de los votos ya no tiene la capacidad de presión, ni de infundir temor, ni de ejercer la fuerza bruta (al menos impunemente) que tenía antes. Y eran solo esos atributos -la presión, el temor y la fuerza bruta- los que compensaban la abundante prueba documental y testimonial que señalan que el camino para la vicepresidente debe ser la cárcel.

Las órdenes de reposo post operatorias no son repentinas. No se indican sorpresivamente de un momento para otro. Lo que sí puede ser repentino es la visualización de que una época de poder impune acaba de terminar.

Por Carlos Mira

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