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Después del show, lo que queda es lo que importa

El presidente Milei disfrutó anoche de su revancha contra la idiotez intelectual. Un personaje oscuro y segundón -el kirchnerista Director General de la Fundación El Libro, Alejandro Vaccaro-  le entregó en bandeja al presidente la ocasión para transformar una negativa en un show rolinga que hoy está en la tapa de todos los diarios del mundo. Con la mitad de los derechos que le corresponden al presidente por la tirada de la primera edición del libro “Capitalismo, Socialismo y la Trampa Neoclásica”, se pagará el alquiler del Palacio de los Deportes, el mítico Luna Park. Delicias de lo que consigue la escasa visión del odio.

Pero esa reunión no pasa de ser una anécdota. El presidente reafirmó sus credos y la convicción de que es la iniciativa individual y los espontáneos procesos que genera la libertad lo que salvó al mundo de su desaparición. La humanidad vivió en la miseria, sin ningún crecimiento económico, desde el inicio de los tiempos hasta la irrupción del iluminismo y de las ideas que desataron la creatividad individual.

El estallido de producción, confort, bienestar, y de bienes masivos a bajos precios hizo que un mundo que no llegaba a los 1000 millones de habitantes pasara de creer que su único futuro era la extinción a otro escenario en donde, a pesar de haber multiplicado la población global por 8, la expectativa de creación de riqueza solo tiene los límites que la imaginación quiera ponerle. Ese lo hizo el liberalismo. Son hechos, no opiniones.

En esa concepción de vida, los vivos tienen que trabajar y como su ambición es no trabajar o vivir del trabajo ajeno, insisten en replicar (con las formas disimuladas de la modernidad) los esquemas de la Edad Media en donde, en medio del pauperismo general, solo una franja de privilegiados vivía como reyes.

Está más que claro que, aun aquella vida de “reyes”, ni se compara con la que hoy tiene un “pobre” en un país avanzado de Occidente. Pero aun así, aunque sea por el mero contraste de la injusticia, la simple visualización de aquella vida genera repulsión.

No obstante, insisten. Colonizan cabezas, avanzan esparciendo semillas de resentimiento y envidia y aspiran a que una bolsa de zombies los legitimen con su voto para hacerse del gobierno y materializar su sueños de robo, holgazanería, derroche y poder.

Milei representa todo lo contrario. Pero debe enfrentarse a un “sentido común” que, a fuerza de décadas de lavado de cerebro, ha logrado instalarse como una segunda naturaleza entre los argentinos.

Enfervorizado con esa enjundia que quedó tan patente ayer, cree que él solo podrá derribar los diques de contención del Antiguo Régimen y que, cuando logre perforarlos, un torrente de libertad inundara cada rincón argentino para salir de tanta frustración y miseria.

Es tal su convicción que tiende a ningunear el poder residual de las fuerzas del infierno. Esas fuerzas tienen una llave. Y esa llave está hoy en el Senado. Si ese oscurantismo logra hacer desaparecer la llave o consigue mantener cerrado el dique de contención del torrente libertario, la prosperidad no llegará.

Aquel estallido que dio vuelta el mundo como una media y lo hizo pasar de la presunción de la extinción a la expectativa de un crecimiento sin límites, no ocurrirá en la Argentina. Y el presidente no tiene esa llave. La tienen otros.

Milei ha dicho que nada ni nadie lo detendrán. Pero la durísima realidad un día lo notificará de que, sin una legislación que reúna las mínimas calidades de perdurabilidad que se necesitan para atraer dinero, el dinero no llegará y sin dinero todo el sueño se hará añicos.

Por eso el desdén con que el presidente parece tratar lo que no depende de él no es bueno. Milei debería explicar aún más la necesidad que el país (no el gobierno) tiene de que la Ley Bases y el Pacto Fiscal se aprueben.

En lo que va de la gestión, el Congreso no le ha aprobado al presidente una sola ley. En el primer año de Néstor Kirchner se aprobaron 175, en el primer mandato de Cristina Fernández, 125, en el segundo 112. Hasta Macri logró aprobar 101 leyes en el primer año. Y el Caballo de Troya de Alberto Fernández logró la aprobación de 75. Milei 0.

Sin una señal al mundo de que la Argentina no está en manos de un individuo aislado que “la vio” sino de un sólido mainstream social que desea cambiar la concepción según las cuales la vida se rige en el país, el torrente de inversiones no llegará. Sin inversión no habrá crecimiento. Sin crecimiento no habrá trabajo. Y sin trabajo la miseria continuará.

Es absolutamente indispensable que las fuerzas vivas de la sociedad le reclamen al Senado la pronta sanción de la Ley Bases y del Pacto Fiscal. No se puede esperar un segundo más.

Si la oposición  quería negarle al presidente su momento épico de Mayo y hacerle morder el polvo de la frustración, ya lo logró. Pero esto no es una compulsa a ver quién gana entre el liberalismo de Milei y la servidumbre del peronismo. Aquí va la vida, la prosperidad y el futuro de los argentinos.

Está más que claro que todas esas apelaciones a la grandeza no valen nada para el kirchnerismo peronista, a quien solo le importa el poder y la impunidad. Pero la sociedad debería notificarlo de que ya no hay más especio para sus jodas. Que la joda terminó: aprueben la ley y dejen que el presidente ejerza el legítimo derecho de gobernar que se ganó el 19 de noviembre con la limpieza de haber dicho lo que iba a hacer antes de hacerlo.

Esa fuerza de pinzas combinada entre un presidente que deje de tratar con desdén la sanción legislativa (o de actuar como si fuera lo mismo tener o tener ley) y las fuerzas vivas de la sociedad que le exijan a los legisladores deponer su actitud obstruccionista, puede abrir finalmente la primera compuerta del dique que aun sostiene al Antiguo Régimen. Derribado ese obstáculo, la fuerza del aluvión liberal echará abajo los otros que aun queden en el horizonte. Pero primero lo primero: el presidente insistiendo en la importancia de contar con la ley y la sociedad exigiendo que se apruebe. Y que se apruebe ya.

Por Carlos Mira
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One thought on “Después del show, lo que queda es lo que importa

  1. Marcelo De Gregorio

    100% de acuerdo. Con el show, no alcanza. Las ” fuerzas del mal ” están más activas que nunca y son un serio peligro para nuestro país.

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