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Con cuestiones principistas como esta no se jode

Todos sabemos que los sindicatos son uno de los granos (sino el principal) que más han contribuido a hacer de la Argentina un país de facinerosos. O un país en donde las cosas se resuelven con los modos de los facinerosos, con los modos que -a través de las décadas- han impuesto los sindicatos: unas maneras caracterizadas por la prepotencia, por la fuerza, por la irracionalidad, por la imposición… En muchos casos, directamente por la violencia, muchas veces de las armas.

Esas estructuras mafiosas que se han ido formando a partir de ampararse en el justo principio de defender la posición de los argentinos contratados por otros argentinos (cada vez me gusta menos hablar de “trabajadores” porque esa palabra es discriminatoria -porque trabajadores somos todos- y porque su significado ha sido envilecido por el uso demagógico y partidista que le ha dado fundamentalmente el peronismo) pero que se han perpetuado en un poder eterno (de 25, 30, 40 años) que ha pasado a ser más importante para esos dirigentes que su propia misión de defender a los empleados.

La llamada burocracia sindical se ha convertido en la Argentina en una verdadera cohorte de privilegiados que ha tejido una apretada y extensa malla de relaciones cuasi-delictuales con otras organizaciones (como las barras bravas del fútbol, por ejemplo) para apretar gente, extorsionar empresas y condicionar gobiernos.

Gran parte de ese inmenso poder lo han basado en la insólita posibilidad de que los popes de los sindicatos puedan presentarse a “elecciones” indefinidamente, lo que ha resultado en la presencia permanente (como si fueran virtuales reyes de la Edad Media) de una casta de dirigentes que hace rato solo tienen en cuenta a los empleados como mera carne de cañón de sus privilegios.

Amadeo Genta, por ejemplo, tiene más de 40 años al frente del Sindicato de Trabajadores del Estado, Luis Barrionuevo 39 al frente de Gastronómicos, Cavallieri 38 en Comercio y así sucesivamente. Son los años completos de la recuperada democracia argentina que no ha logrado, justamente, en ese mismo período, democratizar a los gremios.

Recuerdan ustedes que fue la primera batalla perdida por el presidente Alfonsín cuando con su ministro de trabajo, Mucci, salieron derrotados del Congreso por los votos peronistas que empezaban a darle una pétrea solidez a esa “cosa nostra”.

El gobierno de Javier Milei incluyó, en el mega decreto 70 de diciembre de 2023, unas cláusulas que derribaban esos privilegios a los que se sumaba, obviamente, otra barrabasada de la prepotencia sindical: el aporte obligatorio e irrenunciable de parte del sueldo de los trabajadores para el sindicato.

Obviamente la infantería de la cosa nostra judicializó ese capítulo del DNU y la Justicia laboral (otra más de las invenciones de este corporativismo peronista insufrible) le dio la razón, suspendiendo los efectos del decreto en esos capítulos.

Ahora una iniciativa del PRO y la UCR pretendía dar un nuevo orden jurídico a los sindicatos en la Argentina con dos cimientos fundantes: la prohibición de la reelección indefinida de sus dirigentes y la transformación en “voluntario” del aporte que los trabajadores hacen de sus sueldos.

Que el kirchnerismo y la izquierda (que vive llenándose la boca hablando pestes de la “burocracia sindical” pero que cuando llega el momento de mostrarse a favor de la democracia vota defendiendo los intereses de esa elite) voten en contra no ya de un proyecto que a esta altura es pedido por la fuerza de la obviedad más que por lo que le conviene a la gente que trabaja en relación de dependencia, sino de una iniciativa racional, no es una novedad y nadie se puede hacer el sorprendido viendo a Tailhade votando a favor de la defensa de los privilegios de Pablo Moyano o a Del Caño levantando la mano para permitir que Barrionuevo pueda seguir al frente de los mozos otros 40 años. 

Pero que los legisladores de LLA que representan supuestamente lo que el presidente Milei había escrito en el DNU 70/23, no se presenten para impedir el quorum de la sesión es algo inexplicable; algo que supera toda lógica.

El otro día, en una metáfora futbolera, nos preguntábamos si, con tal de ver hundido para siempre al catenaccio italiano, los partidarios del jogo bonito le permitirían a sus cultores usar alguna táctica del catenaccio justamente para vencerlo. Y medio que aceptábamos que cuando se esta jugando un partido decisivo para ver qué escuela triunfa, a veces hay que hacer la vista gorda frente a algunas impurezas.

Pero todo tiene un límite. ¿Cuál es el argumento que pueden tener los diputados oficialistas para no dar quorum a una iniciativa que no hacía otra cosa más que reproducir parte de las mismas cosas que el presidente reclamaba en el decreto con el que inauguró su mandato?

Y el propio gobierno, ¿qué estrategia pueden aducir como para no mandar a sus diputados a sentarse en sus bancas para que la iniciativa al menos pueda ser tratada si lo que propone esa iniciativa es lo mismo que el gobierno proponía hacer desde el primer día que asumió el poder? Realmente no se entiende.

Me dirán “es parte de la negociación para no ponerse de punta a la CGT y con eso evitar paros y producirles un desbarajuste interno, como quedó demostrado con la renuncia de Pablo Moyano al triunvirato de la conducción”.

¡Pero me importa un carajo ponerme de punta a la CGT!  Mejor tener “de punta” a ese conjunto de mafiosos así la gente sigue viendo cuántos pares son tres botas y dónde se va colocando cada uno en el escenario político del país!

¿No me habían dicho que aquí venia un cambio de 180 grados en prácticamente todos los campos de la vida argentina, un cambio que iba a aplicar principios diametralmente opuestos a los que se habían aplicado hasta ahora en casi todas las áreas de la vida naciona? ¿No son acaso los sindicatos y los dirigentes sindicales los agentes por antonomasia, el epítome, de lo que el presidente llama “casta”?

Entonces, no. Acá sí que no te permito que el jogo bonito transe y acepte alguna impureza del catenaccio para ganarle al catenaccio: acá estamos frente a uno de los temas que más y mejor explican el choque de concepciones que el gobierno de Javier Milei se había propuesto poner en evidencia: con ellos no puede haber ni concesiones ni negociación. La cuestión forma parte del corazón del cambio. 

No se puede ir a un modelo de vida más libre, más desregulado, en donde la vida de los individuos esté, antes que nada, en sus propias manos, con una estructura legal que le siga dando a estos impresentables una bala de oro de la que se valen para entorpecer todo cambio que afecte sus intereses.

El presidente Milei sabe que no habrá un modelo de vida libre en la Argentina mientras los dirigentes sindicales que representan todo lo opuesto a eso puedan seguir reeligiéndose indefinidamente prácticamente a sí mismos (o a la prole que los hereda) y a birlarle con fuerza de ley parte del sueldo a los empleados sin que estos puedan decir ni “a”.

¿En qué capítulo del modelo liberal entra aquello de que una persona libre no pueda decir “¿sabés qué? Con ese dinero me voy a quedar yo… no te lo voy a dar a vos porque me tenés harto” O incluso sin dar tanta explicación: “me lo voy a quedar yo porque se me canta, ¿te quedó claro?”.

Lo que ocurrió ayer en Diputados en donde el bloque oficialista no dio quórum para respaldar lo que no era una iniciativa propia pero que coincidía palabra por palabra con lo que el presidente había querido hacer por decreto ni bien asumió el poder, constituye una alarma muy seria a la que no va haber que dejar de prestarle atención en los meses por venir.

Hay momentos en que las estrategias mueren frente a los principios. Y este es, según el propio presidente, un gobierno más de principios que de estrategias. Yo comprendo que, a veces (volvemos al ejemplo del catenaccio y el jogo bonito) tenés que hacer, estratégicamente, la vista gorda frente a algún detalle, digamos, “logístico”. 

Pero esto, hermano, es muy groso: figurar entre los que impidieron que se trate una ley que se proponía terminar con la casta gremial y devolverle al trabajador el poder de decision pleno sobre su propia plata, es muy fuerte. 

Acá no estamos hablando de que nos fuimos de boca o fuimos un poco “políticamente incorrectos”. Acá estamos hablando de que impedimos que lo que nosotros mismos queríamos no pudiera ser tratado en el Congreso.

El presidente (que yo entiendo ha sido castigado porque boga y también porque no boga, en una constante reedición del viejo dicho de la Gata Flora) tiene que ser muy preciso en la definición de los temas principales de los que son accesorios.

Mientras en estos últimos los partidarios del jogo bonito estamos dispuestos a perdonarle que se tire al piso unos minutos para hacer tiempo (en una de las típicas trampas usadas por el catenaccio) justamente para vencer al catenaccio, en lo que son aspectos troncales del modelo, no: allí no puede aflojarse ni un tranco de pollo aunque vengan degollando. 

Sin esa señal clara de lo que se quiere, la sociedad recibirá imágenes borrosas de lo que se busca. Y en un escenario de imágenes borrosas van a ganar los mismos de siempre: los que hicieron de la oscuridad y de la falta de transparencia la principal arma de sus oscuros negocios.

Por Carlos Mira

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2 thoughts on “Con cuestiones principistas como esta no se jode

  1. José Luis

    No tiene arreglo con tantos pusilánimes

  2. Gustavo Pérez Perrone

    Sin JUSTICIA verdadera, la guerra contra semejante MAFIA avalada por el Tirano Juan Domingo desde un comienzo, promoviendo el sindicato único y partidario, copia fiel del Facismo de Mussolini … como lo sigue siendo hasta ahora, sin interrupciones, es una verdadera UTOPÍA.
    Sacar Jueces corruptos y partidarios, en un País con muy poca, por no decir nada, ETICA MORAL, sobre todo en la clase dirigente de todo tipo y actividad, es una tarea ciclópea, que debería iniciarse de INMEDIATO … aunque sea difícil y sin concesiones.

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