Gabriela Cerruti por primera vez en su vida dijo algo coherente y hasta yo diría, deseable.
La vocera presidencial dijo que Macri quería llevar a la Argentina “a una etapa pre-peronista”.
Independientemente de que Macri termine presentándose o no a las elecciones como candidato a presidente, es cierto que el ex presidente está en un raid doctrinario para explicar y expandir la idea de la terminación del populismo y del surgimiento de una cultura liberal que independice al ciudadano común del peso del Estado para que finalmente recupere el control real de su vida y de sus sueños.
La próxima presentación de su libro “Para Qué” será más bien una ceremonia que concluya algo que ya empezó hace tiempo en los medios.
Macri viene machacando casi desde que se fue de la presidencia que su estrategia gradualista fue un gran error de su gobierno y que ahora los cimientos del cambio deben construirse desde el mismísimo primer día de la nueva administración.
Pero hay algo más. El ex presidente tiene hoy mucho más claro su propio “Para Qué”. Es el día de hoy que muchos dudan si ese horizonte estaba tan definido en la cabeza del entonces recién electo presidente en diciembre de 2015.
Y, la verdad, es que a juicio de muchos no lo estaba. Macri ha dicho que el rumbo de su gobierno (incluido el gradualismo) fue el producto de su debilidad política y no de sus convicciones.
Yo personalmente lo dudo. Y lo dudo porque él personalmente lo dijo varias veces: “soy un social-democrata” dijo en más de una ocasión. Otras directamente dijo que su gobierno era “socialista”, en lo que seguramente fue un reconocimiento a la confirmación de su coalición y una pretensión de empatía con lo que aún eran inclinaciones muy fuertes de la sociedad.
Pero no hay dudas de que Macri evolucionó. Y la sociedad argentina también lo hizo. O, al menos, parte de ella.
La aparición de Javier Milei en el ruedo político, la continuidad de la palabra de José Luis Espert (menos rock star que el ex arquero de Chacarita pero siempre firme y claro en sus dichos) han abierto un boquete por el que se ha filtrado un ventarrón de aire fresco y libre que ha impactado en la sociedad toda y en el propio Macri. Ya nada es igual a 2015.
Y ese impacto, sí, es un impacto “pre-peronista”. Es un resurgir del espíritu original de la Constitución, es un regreso a las ideas que hicieron crecer a este país desde su misma organización institucional hasta encaramarlo entre las primeras potencias de la Tierra en poco menos de 50 años.
Ese conjunto de principios que ponen allá arriba a la libertad individual de las personas y a los derechos civiles por encima de las prerrogativas del Estado; que elevan al ciudadano común al lugar del motor principal de la sociedad y que relegan a la burocracia estatal a un lugar de mero custodio de esos derechos, es lo que ha aparecido con una fuerza nunca vista en las últimas décadas en la Argentina.
Quizás Gabriela Cerruti percibe eso. La vocera está muy poco formada, su andamiaje intelectual es tristemente bajo, pero tiene olfato y claramente debe percibir el aroma de este cambio.
Como buena resentida (Cerruti es una marxista devenida -como tantos de sus camaradas- en “peronista táctica”) la vocera, en lugar de argumentar contra las ideas que Macri expone sugiere un enfrentamiento con “lo peronista” creyendo que ese sentimiento de ameba que ha distinguido por décadas efectivamente a una mayoría de argentinos, va salir nuevamente a salvarle las papas.
No Cerruti: esta vez hay millones de argentinos que, escuchándola decir que Macri quiere llevar a la Argentina a una etapa pre-peronista dicen “¡Dios la oiga!”
Son los argentinos que se cansaron del matonismo y de la prepotencia peronista; son los argentinos que se asquearon de ver a todos ustedes convertidos en millonarios mientras ellos han descendido a la pobreza; son los argentinos aburridos de ver a su país sin moneda para ahorrar, sin crédito para comprar una casa o un auto; son los argentinos que no le ven futuro a su patria mientras siga atada al carro de las dictaduras más aberrantes de la Tierra; son los argentinos que se fueron o se quieren ir del país; son los argentinos que quieren emprender negocios y ya ven con cierto asco cómo el Estado, al final del día, se queda con el fruto de su trabajo; son los argentinos que están cansados del verso del “pueblo” y de los “pobres” porque han visto cómo cada vez hay más pobres y el pueblo es solo un vehículo al que se usa para ganar las elecciones y del que luego se dispone como un forro…
Lo contrario a todo eso, esto es, la civilización política, la vigencia de la ley, el imperio del mérito, el valor del esfuerzo, la preponderancia del ciudadano individual sobre el Estado, la seguridad jurídica, la pompa y la imparcialidad de la Justicia, el crecimiento económico verdadero fundado en producir más y más barato para ganar mercados y exportar más, el ahorro en una moneda nacional sana, el crédito, la igualdad ante la ley, el imperio del principio de “el que las hace las paga”, la simpleza de que los que delinquen van a la cárcel, la idea de que la aspiración a vivir mejor no genera envidias ni resentimientos políticamente explotados, las ganas de que el país se codee con las grandes naciones del mundo… todo esto es lo que podríamos definir como una “Argentina pre-peronista”. Porque sencillamente la Argentina era y tenía todo eso antes del peronismo y fue el peronismo quien le hizo perder todo.
Por eso, ¡Dios quiera que Macri o quien fuese lleve a la Argentina a una etapa “pre-peronista”!
No es cierto -como ha quedado demostrado por la catarata irrefutable de la prueba documental histórica- que el peronismo haya creado los llamados “derechos del trabajador”.
La mayoría de esas mejoras son creación de gobiernos no-peronistas y datan de momentos muy anteriores a la llegada de Perón.
Lo que Perón conformó fue un Estado fascista (con el asesoramiento de muchos de los jerarcas nazis a los que él mismo les dio cobijo) que usó a los trabajadores para generar un enfrentamiento entre argentinos que ha perdurado hasta hoy y que reemplazó a la Constitución por un orden jurídico originado en el enfrentamiento de clases.
Pero es mentira que el peronismo sea un movimiento político que ha favorecido a los trabajadores porque desde que el peronismo existe los trabajadores (no los jerarcas que dicen representarlos) han visto decaer su nivel de vida y no han hecho otra cosa mas que ser dependientes indignos de la dádiva pública.
Hoy más de la mitad de los trabajadores activos trabajan en negro, sin ninguna cobertura legal. Eso debería ser suficiente para desmentir los embustes de Cerruti y de los que dicen las mismas sandeces que ella.
Hoy los trabajadores no pueden aspirar a que sus hijos vivan mejor que sus padres y los que están hundidos en la más flagrante de las miserias solo aspiran a que esos chicos no sean reclutados por los narcos.
El peronismo destruyó la cultura de la educación, del trabajo, del mérito y del esfuerzo y ha producido un desmoronamiento moral completamente desconocido en la etapa “pre-peronista”.
Así que, sí, Cerruti, Dios quiera y ayude a que Macri -o quien sea-tengan los huevos que se precisan para llevar a la Argentina a una “etapa pre-peronista” y que con ello todas las mentiras de ese desgraciado engendro queden sepultadas para siempre.
Hola Charly;
A mi me gustaría que la Argentina comience a transitar o construir la etapa post peronista.
Abrazo