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Aborto, tomas y decálogo de Lenin

Vamos a empezar esto por el principio y usando un modismo extraído del español antiguo: ¿qué carajo tiene que ver el aborto con tomar un colegio?

Porque esto es lo que está sucediendo al menos en varios colegios de la ciudad de Buenos Aires. Los estudiantes insisten en esta metodología fascista para dar a conocer su opinión respecto de un tema que va a tratarse en el Congreso pasado mañana. Si se siguiera la misma lógica para cada cuestión sujeta a la opinión de los legisladores, no habría clases nunca.

Por eso, la cuestión es tan burda que la explicación debe estar por otro lado. Y de hecho, está por otro lado.

Las organizaciones de estudiantes están fuertemente influidas por la izquierda, el movimiento más impopular de la república si se lo mide por lo único que mide la voluntad popular: los votos. En efecto la izquierda, unida, desunida o amontonada, no logra superar el 5% de los sufragios cada vez que se presenta a elecciones.

Y eso, en alguna medida, es compatible con su génesis, porque su génesis no son las elecciones; su génesis es la violencia, el caos, la toma revolucionaria del poder.

Por eso para ellos la generación del caos es fundamental. No importa el tema o la cuestión que cobre actualidad en un momento dado: la cuestión es generar quilombo (punto 8 del decálogo de Lenin)

En el caso de las “tomas” hasta la propia palabra es significativa porque tomar es “hacerse de algo”; hacerse de algo que generalmente no es propio, es quitarle el control de la cosa a su dueño para apoderarse de ella temporal o circunstancialmente contra la voluntad del dueño o de su titular.

Y es precisamente en ese hecho de ir contra la voluntad del dueño o titular donde se cristaliza la violencia y el embrión del caos. Ellos especulan, incluso, con la eventual resistencia que pueda oponer el dueño o titular de la cosa tomada, para visibilizar aún más el quilombo… No sería extraño que buscaran el enfrentamiento y las refriegas para que haya consecuencias físicas mostrables que prueben “la represión”.

En el caso particular de los colegios públicos las tomas no resisten el menor análisis porque es la sociedad la que está pagándoles los estudios a esos chicos con lo que la mínima contraprestación que deben es la de su presencia en clase. Si quieren hacer política luego del colegio, pueden hacerlo; son libres. Pero durante las horas de clase la obligación social que tienen (ya que se sienten tan “socialistas”) es la de devolverle a la sociedad lo que ésta está poniendo de su bolsillo para que se eduquen, mínimamente asistiendo a clases y, por supuesto absteniéndose de tomar, dañar o quitarle el control del colegio a la autoridad designada por los representantes de esa sociedad que amortiza la educación (punto 9 del decálogo de Lenin).

Mientras los que somos espectadores de este escenario no nos demos cuenta de que estos señores son profesionales de esto, la Argentina seguirá comiéndose una galletita intragable ya para el mundo civilizado (punto 3 del decálogo de Lenin).

Somos muy inmaduros también en esto, creyendo en batallas épicas protagonizadas por “juventudes maravillosas” cuyo único denominador común parece ser su poco apego al trabajo, al estudio y al esfuerzo. Las tomas de los colegios se parecen mucho a aquellos borrachos que ante el menor evento encuentran una ocasión para el brindis.

Pero la táctica de la generación del caos no debe escaparse del foco de atención. La estrategia fue descripta hace más de un siglo por Lenin y no ha variado demasiado:

  1. Corrompa a la juventud y dele libertad sexual.
  2. Infiltre y después controle todos los medios de comunicación de masas
  3. Divida a la población en grupos antagónicos, incitando las discusiones sobre asuntos sociales.
  4. Destruya la confianza del pueblo en sus líderes.
  5. Hable siempre sobre Democracia y Estado de Derecho, pero, en cuanto se presente la oportunidad, asuma el Poder sin ningún escrúpulo.
  6. Colabore con el vaciamiento de los dineros públicos; desacredite la imagen del País, especialmente en el exterior y provoque el pánico y el desasosiego en la población por medio de la inflación.
  7. Promueva huelgas, aunque sean ilegales, en las industrias vitales del País.
  8. Promueva disturbios y contribuya para que las autoridades constituidas no las repriman.
  9. Contribuya a destruir los valores morales, la honestidad y la creencia en las promesas de los gobernantes. Nuestros parlamentarios infiltrados en los partidos democráticos deben acusar a los no comunistas, obligándolos, so pena de exponerlos al ridículo, a votar solamente lo que sea de interés de la causa socialista.
  10. Registre a todos aquellos que posean armas de fuego, para que sean confiscadas en el momento oportuno, haciendo imposible cualquier resistencia a la causa.

No hay nada nuevo bajo el sol. Las tácticas para reemplazar aquello que no consiguen con los votos son más viejas que la puerta. Y mezclar todo para que nadie entienda nada, también.

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