
“¡Feliz país el del Nuevo Mundo, en donde los vicios del hombre son casi tan útiles a la sociedad como sus virtudes!”
Alexis de Tocqueville
El mundo debería discernir más temprano que tarde si el Papa es un agente al servicio de las dictaduras de nomenklatura -es decir, esos regímenes en donde un conjunto de facinerosos, con el verso de la justicia social, la igualdad, el género, la protección del desvalido y la protección de los pobres, se hace del poder para beneficio propio dando origen a un sistema corrupto en donde los únicos ricos son ellos y el pueblo se muere de hambre- o si es un ignorante.
Es de la mayor urgencia que este dilema sea develado porque de lo contrario este personaje, lamentable para la historia humana, seguirá utilizando la ascendencia del lugar que ocupa para envenenar -con su discurso ponzoñoso disfrazado de dulzura- la mente de millones de incautos y para darle letra a miles de vivos que usan a los incautos para trepar al poder.
En un videomensaje en ocasión de la apertura de una Cumbre de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que se desarrolla en forma virtual, el Papa reivindicó el rol “profético” de los sindicatos sobre todo después de los trastornos de la pandemia que golpeó al mundo y especialmente a los más pobres y vulnerables y recordó que la propiedad privada “es un derecho secundario”.
Si el mundo occidental no hubiera asegurado la inviolabilidad del derecho de propiedad como un derecho fundante de nuestra civilización y como la piedra basal donde se construye la seguridad jurídica, el desarrollo y las condiciones de inversión que terminan con las condiciones de penuria humana contra las que el Papa se queja, el hombre seguiría hoy viviendo en el barro, en el mismo barro en el que vive donde las instituciones de la democracia liberal capitalista no han llegado con su herramienta liberadora, dignificante y progresista.
Bergoglio dijo “siempre, junto al derecho de propiedad privada, está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso”, citándose a sí mismo en su última encíclica Fratelli Tutti. Y continuó: “A veces, al hablar de propiedad privada olvidamos que es un derecho secundario, que depende de este derecho primario, que es el destino universal de los bienes”, recordándole a los empresarios que su verdadera vocación es “producir riqueza al servicio de todos”.
Bergoglio es un pobre hombre, limitado en su entendimiento, que, además, no se ha preocupado por nutrir su espíritu con lecturas apropiadas que lo hubieran desasnado en cuanto a cuáles son los instintos de conservación más íntimos y privados del hombre.
Si lo hubiera hecho habría descubierto que está en la naturaleza humana generar y proteger lo propio; que el hombre también es un ser que busca mejorar su condición y que las instituciones de la democracia liberal son las que mejor han interpretado esas inclinaciones naturales, brindándole al ser humano un marco jurídico de civilización en el que todos mejoraron sus condiciones de vida.
Antes de que la democracia liberal elevara al derecho de propiedad como cimiento mismo del orden jurídico y social, la humanidad vivía en la oscuridad: el promedio de vida no superaba los 40 años, las guerras infames destruían a medio mundo con una asiduidad pasmosa, las pestes borraban de la faz de la Tierra a millones como si fueran hojas en el viento y la pobreza era la regla general del mundo, con excepción de las castas reales de las que el catolicismo de Roma formaba parte.
El principio del “destino universal de los bienes” no existe. Si esa barrabasada fuera cierta el hombre viviría aun colgado de los árboles porque habría desaparecido el incentivo por mejorar y por llegar a tener algo.
Todas las quejas de Bergoglio en cuanto a las condiciones de vida de los pobres tienen su origen en la escasez. Y la escasez se combate con abundancia. A su vez la abundancia es fruto de la inversión y ésta, a su turno, de un marco legal que le de previsibilidad a la propiedad.
Por lo tanto, Bergoglio, sin propiedad no hay inversión, sin inversión no hay abundancia, sin abundancia hay escasez y con escasez los pobres viven como a usted no le gusta que vivan.
En otro pasaje, el Papa dijo: “Estamos llamados a dar prioridad a nuestra respuesta hacia los trabajadores que se encuentran en los márgenes del mundo del trabajo y que todavía se ven afectados por la pandemia del COVID-19: los trabajadores poco cualificados, los jornaleros, los del sector informal, los trabajadores migrantes y refugiados, los que realizan lo que se suele denominar el ‘trabajo de las tres dimensiones’: peligroso, sucio y degradante, y así podemos seguir la lista…”
A ver, señor: los “márgenes del mundo” son precisamente “márgenes del mundo” porque allí no impera el capitalismo democrático. En los “márgenes del mundo” gobiernan tiranos abominables, y autócratas de mano de hierro que usted muchas veces ha defendido o, al menos, no ha condenado.
El trabajo “peligroso, sucio y degradante” existe donde la versión del progreso capitalista no se conoce. En China, por ejemplo, en donde gobierna un partido único -el comunista- los derechos laborales no existen, las condiciones de labor son prácticamente esclavas y el medio ambiente se asesina todas las mañanas que sale el sol.
No hay trabajadores que disfruten de condiciones más limpias, dignas y seguras que los trabajadores de las empresas capitalistas, o mejor dicho, de las empresas que prosperan en donde rige un orden jurídico de mercado con instituciones liberales y capitalistas.
A su vez, los sindicatos verdaderamente interesados en defender trabajadores (y no mafias que los utilizan para enriquecerse y vivir como reyes) nacen y se desarrollan en las democracias occidentales. En los regímenes que usted apaña, Bergoglio, los sindicatos son engranajes del poder que utilizan sus privilegios para expoliar a los pobres y para poner trabas que impiden la creación de empleos nuevos con salarios altos.
Los únicos regímenes que “descartan” seres humanos son aquellos en donde la propiedad no está asegurada y donde su inviolabilidad no es una garantía con la que cuentan los ciudadanos. Fíjese, si no Venezuela -ese régimen que usted se niega a condenar-: allí la propiedad privada fue abolida, el desiderátum de lo que usted plantea (“el destino universal de los bienes”) parece instaurarse como mensaje del socialismo del siglo XXI. ¿Y qué ha ocurrido? El 97% de la población vive en la miseria, con racionamiento de alimentos, y con la convicción de que han sido, efectivamente, “descartados”.
El hombre siempre pensará primero en sí mismo, Bergoglio. Si no entendió eso a esta altura no entendió nada (que es, efectivamente, lo más probable, en tren de pensar bien de usted). La gracia de una organización social inteligente consiste en desentrañar esos secretos instintos humanos para desplegar una organización jurídica que torne esos “vicios” -como decía Tocqueville- funcionales al progreso, no solo del hombre egoísta, sino funcionales al progreso de todos.
¡No me diga que tampoco sabe cuáles fueron los países que descubrieron ese secreto encanto de aprovechar el egoísmo humano para servir a la humanidad y cuáles los que, de la mano del altruismo, condenaron a la miseria a sus pueblos! ¿O efectivamente no los conoce?
Muy bueno y concreto
Me interesa la informacion nítida!
Excelente síntesis. Lástima que los creyentes niegan ese poder del papá que no cumple con el mensaje y forma de vida que dejo Jesús . Solo lucha por el poder ,riqueza y cubre las injusticias que hay en el Vaticano junto con los obispos
Pensar exclusivamente en uno no es tampoco tan evolucionado. No está en discusión la importancia de la propiedad privada pero si para Ud. pensar un poco en la distribución, y en las inversiones de verdad y no las meramente especulativas es un verso y bueno, que se pude esperar….
La propiedad privada es lo básico, no secundario. Si fuera asi, habría que pedirle a Bergoglio que la Iglesia se despoje de todos sus bienes. Es un planteo tipico de un populista retrógrado, por eso simpatiza con esos regimenes. Tampoco olvidemos que las grandes democracias, en su momento, no se preocuparon demasiado por el progreso y apoyaron a regimenes que eran afines a sus intereses y que de democraticos no tenian nada. El autor idealiza demasiado. Pero estar cuestionando la propiedad privada a esta altura..en el siglo 21 es propio de un delirante peronista que ocupa un lugar demasiado grande. Bergoglio podria ser un intendente a lo sumo. Su discurso huele a apoliyado. Lo sorprendente es que estas estúpidas ideas, por lo menos en Argentina, son apoyadas por supuestos progres anticlericales. En fin..el Vaticano y el Papa hace décadas que solo es escuchado en paises bananeros..no fue casualidad qye fuera latinoamericano argentino y peronista. Como con el polaco, la iglesia sigue retrocediendo y descolgado de todo lo qur suponga avances. Es un mini fascismo..que quiere que millones se conformen con mendrugos..dado por gobiernos ligados a su iglesia. Asi conviven en las villas, el puntero y el cura.