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Vergüenza

El presidente Fernández acaba de decir en la presentación del pomposo proyecto de reforma judicial que “viene a hacer la República que todos declaman pero que muchos humillaron”.

Mi abuelo solía decir: “cuanto hay que escuchar por no ser sordo”. ¡Y qué aplicable aquella frase del viejo a estos dichos del impresentable presidente que nos toca!

¿¡Qué viene a hacer la República!? ¿Pero este señor conoce la vergüenza? ¿Hacer la República? ¿Después que la destruyeron corrompiéndola, robándola, asociándola a los mendicantes de la Tierra? ¿Hacer la República? ¿Después de los múltiples delitos que él mismo denunció cometió su jefa y sus acólitos cuando abusaron del poder? ¿Después de restaurar la división entre los argentinos, una división que se había casi desvanecido hace 20 años? ¿Después de invadir la Justicia con las huestes de una agrupación partidista,  algo que se da de patadas con el principio de imparcialidad y de equidistancia política que debe tener ese poder?

¿Usted, señor, viene a “hacer la República”? Usted, Fernández, no tiene vergüenza. Solo la pertenencia a un partido que la perdió en el mismo momento que nació puede explicar su exabrupto.

En la Argentina murieron personas en circunstancias completamente extrañas, se incentivó el delito por la vía de reivindicar delincuentes y atacar víctimas, se multiplicó el narcotráfico, crecieron la fortunas de los funcionarios que a usted lo sostienen de modo inexplicable y exponencial; se encarecieron los precios que el pueblo paga por la obra pública de modo completamente sospechoso, se crearon empresas a poco de asumir el gobierno que luego acapararon todas la licitaciones públicas, se hizo del poder un culto a la personalidad, se avasallaron las independencias de los poderes por el imperio del número, se atropellaron los derechos de las minorías, se generaron las condiciones para que cientos de miles de argentinos se vayan del país y para que decenas de empresas levantes sus instalaciones y se muden a otros países.

¿De qué República me habla, Fernández? Ustedes son una ofensa para la Argentina honesta, para la Argentina que trabaja. Mancillaron los conceptos más embrionarios de la vida civilizada. Ensuciaron los derechos humanos, disminuyeron las libertades individuales y los derechos civiles, persiguieron periodistas, amenazaron a los medios, pretendieron construir un monopolio estatal de prensa con una ley que intentaba convencer a la sociedad de que la prensa había apañado la dictadura.

Quisieron llevar adelante un proyecto de “democratización” de la Justicia que usted mismo criticó hasta el hartazgo para teñir políticamente los estrados judiciales, mantuvieron al país en default durante doce años, hicieron negocios con la dictadura chavista con préstamos al 15% de interés cuando el FMI nos prestaba al 4%, liquidando las diferencias por el mercado secundario y repartiéndola en operaciones oscuras; protagonizaron papelones internacionales exponiendo el concepto mundial del país a consideraciones risibles.

Se pelearon con cuanto sector apareciera, los empresarios, los periodistas; con países vecinos, con Uruguay, con Chile, con Paraguay, con Brasil; reivindicaron lo que Dady Brieva llama “el oficio del chorro” e invitaron a “vivir de lo ajeno con códigos” según la recomendación de Guillermo Moreno. Multiplicaron inexplicablemente por cuatro las importaciones de efedrina y “se les murieron” tres de los que operaban en ese negocio en una zanja de Gral Rodríguez.

Usaron los bienes públicos para uso personal, desde aviones para trasladar diarios y bolsos llenos de quién sabe qué, hasta mobiliario y ropa de hotelería para las propiedades que la señora debe aún demostrar cómo adquirió. Sellaron contratos en donde la presidencia de la república contrataba los hoteles de la presidente para alojar las tripulaciones de la línea de bandera; aprobaron  leyes a libro cerrado en donde ni sus propios diputados conocían su contenido para darle el gusto a los caprichos de la mandamás.

Promovieron el odio social, respaldando manifestaciones en donde se invitaba a la gente a escupir gigantografías de periodistas o a llevar adelante “juicios populares” contra los argentinos que no estaban de acuerdo con ustedes. Pretendieron subvertir los claros hallazgos de la Justicia en el caso Maldonado para seguir abriendo heridas en la sociedad solo para sacar ventajas políticas.

Enriquecieron a personajes menores que luego incluso aparecieron muertos, corrompieron el valor del trabajo real y honesto, multiplicaron exponencialmente las villas miseria y la pobreza; siguieron fomentando el clientelismo perfeccionando un sistema por el cuál hoy 20 millones de personas viven de la limosna del Estado. Duplicaron la participación del Estado en la economía, mintieron salvajemente las estadísticas públicas; las obras que se inauguraban ocho veces pero ni siquiera se empezaban.

Maquinaron reformas en el Consejo de la Magistratura para asegurarse la mayoría kirchnerista de los votos, ensuciaron a hombres decentes que buscaban presentarse a cargos electivos con acusaciones falsas; estimularon el apriete a jueces, la formación de causas, los “carpetazos”.

Destruyeron la ética del trabajo honrado, se valieron de los sindicatos patoteros para apretar, para asustar, para impedir trabajar. Le hicieron la vida imposible a empresas que solo querían trabajar y dar trabajo. Escracharon con nombre y apellido a ciudadanos argentinos por cadena nacional, les importó un bledo el secreto fiscal, pusieron a argentinos en peligro.

Hablaron de los que “tienen” y de los que “no tienen” fomentando el rencor y la discordia, convenciendo a los pobres de que son pobres porque hay otros que son ricos. Creyeron que la democracia solo consiste en ganar elecciones y se rieron con sarcasmo de los que pretenden hacer valer las instituciones, llamándolos “defensores de un republicanismo ridículo”.

¿Y ahora usted, que se cansó de levantar la voz contra muchas de estas cosas pero que cambió su discurso a partir de los términos de un pacto secreto que nadie conoce, nos viene a decir que viene a “hacer la República”? ¡Por favor, Fernández! Tenga un poco de escrúpulos; trate de cumplir -si quiere- con la parte del pacto que firmó con la señora Fernández, pero no nos tome por un conjunto de pelotudos que va a creer que está en presencia de Alberdi.

Usted no puede hacer nada, Fernández. No puede hacer nada que la señora no le permita. No puede hacer nada que no sea pavimentar el camino de la impunidad. Y menos aún, claro está, puede hacer algo que se parezca a una República. 

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