Por Julio Cirino, especial para The Post. Fuente
Un marco de referencia
Con la “sorpresa” del Coronavirus sobre nuestras cabezas, necesitamos entender un proceso que se desarrolla a escala planetaria, pero tal vez, y más importante aún, hacia donde puede llevarnos.
Son básicamente tres los campos para el análisis y se entremezclan constantemente: Primero, y más obvio, el de la medicina, química y biología, en suma, quienes procuran manejar el cambiante funcionamiento del virus y como llegar eventualmente a neutralizarlo. Segundo, el de la economía, o mejor aún, el de “las” economías, porque es casi imposible hacer una evaluación (salvo q se hablen generalidades) de cómo van a comportarse de cara al futuro inmediato y mediato, las diversas economías en esta circunstancia, particularmente las dos actualmente más significativas, China y Estados Unidos, aclarando que no son las únicas relevantes.
Finalmente, la cuestión política, o mejor aún el marco filosófico-político; dentro del cual procuramos entender, hasta donde la pandemia provoca cambios en las relaciones de poder entre los países y cuáles serán las concepciones políticas que van a prevalecer en un mundo que no volverá a ser igual.
Claramente estamos regresando a la búsqueda de “soluciones nacionales” aún en un mundo intercomunicado instantáneamente. Sucede que la diversidad en la cantidad e intensidad de los contagios hace casi imposible una estandarización. Hasta ahora salvo el aislamiento individual y la vuelta al uso intensivo de la noción de “frontera” como aquello que “separa” no hay mucho más que pueda denominarse común.
En este contexto se sitúa China, como un actor “privilegiado” ya que pocas dudas quedan, que voluntaria o involuntariamente es de allí de donde el virus ha salido al mundo.
China y su percepción del mundo
Por primera vez desde los tiempos de Mao nos encontramos ante un régimen en Pekín que abiertamente promueve la idea que el sistema político de China, dirigido por un único partido (CCP) puede ofrecer ejemplos, y no solo eso, sino un modelo político a seguir por otros países.
En ese marco se entiende la iniciativa conocida como “Belt and Road”, un gigantesco programa que, siguiendo en teoría las rutas de los viajes de Marco Polo, en lo que se denominaba la “Ruta de la Seda” comenzó planteando unir Asia y Europa y hoy se extiende a escala planetaria y está firmemente instalado en nuestro hemisferio. El concepto detrás del proyecto es simple, se trata de ir ligando las economías de diversas naciones a China mediante la generación de infraestructura realizada por empresas chinas y complementado con un financiamiento “aparentemente” sin compromisos.
Puede decirse que, desde los tiempos de DENG XIAOPING (1970’s) se supuso, con algunos matices, que China, ya ingresada en el orden internacional tanto político como económico, “jugaría” de acuerdo con los parámetros por todos aceptados, y que su crecimiento daría un papel más y más significativo a la privatización de la economía lo que llevaría a una creciente liberalización de la política.
Casi medio siglo después de estas ideas, prácticamente nada de esto sucedió, por el contrario, el viejo Imperio de las dinastías (La dinastía “Ming” es uno de los más claros ejemplos ya que gobernó China por casi 300 años -1360-1644-) con un Emperador a la cabeza está de regreso en el siglo XXI.
Xi Jinping es la cabeza única de un Gobierno o un tipo de Gobierno cerrado y autoritario qué se presenta como una alternativa a los sistemas democráticos con economías de mercados. El Partido Comunista chino no solamente está haciendo cada vez más fuerte su estructura de policía interna, sino que desarrolla y ofrece al mundo tecnologías de control de los seres humanos como no se habían visto hasta ahora.
Pero además y como un problema a analizar es que, como señalamos arriba, ahora plantea la exportación de ese modelo y el desarrollo de nuevas reglas en la política internacional que hagan, o que van a hacer en este mundo un poco menos libre cada vez. Y esto guarda relación con el desarrollo del problema del coronavirus.
Uno de los temas que suele traer más confusión es el de la actividad privada en China, en realidad esta no existe, claro, si hablamos de un pequeño comercio, casi un kiosco , si, es posible que sea “privado”, pero si hablamos de una empresa relevante y muchísimo más si hablamos de una que tiene que ver con tecnologías, o militares o de la información tal cosa no existe.
Por supuesto alguien podrá señalar que – jurídicamente- aparecen como privadas multitud de empresas chinas, la verdad es que el estado chino controla la actividad empresarial, aún la de las empresas extranjeras radicadas en China mediante un mecanismo simple. En primer lugar, mediante el acceso o no a dinero tanto del Banco de Exportaciones e Importaciones de China, como del Banco de Desarrollo chino, por mencionar solo dos ejemplos. En segundo lugar por el hecho que, en el caso de las empresas chinas, los miembros del Board de Directores tienen que ser miembro del Partido Comunista Chino (PCC) y la mayoría llega a estos puestos justamente por ser altos miembros del PCC y finalmente, como si esto no fuera suficiente, toda empresa nacional o extranjera que funcione en China debe tener un “comité del Partido” dentro de la empresa en el que participan sus empleados y la autoridad de este comité es muy significativa.
¿Por qué hablamos de una relación geopolítica?
La “geopolítica” del siglo XX en la práctica no existe más, esta versión de la geopolítica, como su nombre lo indica, analizaba las cuestiones derivadas de la interacción entre la geografía, la política, la economía y el poder. La geografía obviamente sigue siendo real, pero ha perdido importancia frente a la creciente relevancia de la virtualidad, nuestra vida hoy entremezcla lo real, lo tangible, con lo virtual e intangible, pero que para nosotros es absolutamente real.
Billones de dólares por día se mueven en el mundo virtual, no hay más cofres cargados con monedas de oro, como hace 100 años, pero la efectividad de esos billones virtuales es absoluta.
Una nueva geopolítica es algo cuyo desarrollo estamos presenciando, el mundo de lo virtual deja de serlo en la medida que se mete en nuestra realidad cotidiana; y hoy, todo hace pensar que la aparición inesperada de la pandemia del coronavirus está acelerando brutalmente esto, al imponernos en forma ineludible, al menos por ahora, un aislamiento físico al cual no estábamos acostumbrados.
Por eso no parece descaminado hablar de una geopolítica y mejor aún, de una geoeconomía del coronavirus.
Nuestro mundo “occidental” durante años consideró que la seguridad internacional sería el espacio donde la competencia de sistemas tendría lugar, este esquema de pensamiento medía el poder en términos de masa crítica, capital, armamentos sofisticados o depósitos de energía. Contaba portaaviones, misiles y productos brutos (PBI) relativos en un ámbito donde los recursos podían ser tocados y contados y se podía llegar a un conflicto por ellos.
Sin embargo, hoy, los recursos fluyen sobre “redes”, redes que ignoran las fronteras y convierten a la información en el más valorado de los recursos, no hablamos solo de una realidad enmarañada, de una verdadera telaraña, sino de una interdependencia donde el coronavirus se convirtió en algo global en el mismo momento que apareció, y es tanto una “pandemia económica”, como lo es para la salud.
Queda claro que los recursos globales, tanto físicos como virtuales cada vez más se mueven e intercambian sobre las redes. Si China tiene éxito en sus esfuerzos de controlarlas (o ser el propietario) datos militares, diplomáticos y económicos todas sus transacciones e intercambios serán “rehenes” de las políticas de China.
Obviamente en este marco las empresas chinas tendrán ventajas sobre cualquier competidor de otra nacionalidad, además de influir en las conductas de personas, de comercios/empresas y gobiernos para lograr su apoyo a las iniciativas políticas que China pudiera promover.
China está procurando lograr la integración planetaria de los sistemas que permiten recolectar y diseminar la información, conjuntamente con sensores que recolectan data, esto sobre redes que el Partido Comunista Chino controla o bien es dueño, así los “hubs” controlados por China, analizan y almacenan terabytes de información.
Parece entonces que la importancia de la ocupación territorial (el espacio físico) queda relativizada frente a la “influencia” que se genera, no por ser dueño de los recursos pero si de controlar las infraestructuras imprescindibles para su intercambio. Si logra esto, China podrá apropiarse, distribuir o restringir el acceso a esos recursos, y obviamente le asegura el acceso a la información de cada intercambio (quien comercia con quién, qué, cómo, cuánto, cuándo, dónde etc).
Para ponerlo en modo directo, los sistemas mundiales se apoyan en intercambios globales, los intercambios globales se realizan sobre la infraestructura que Pekín controla, luego Pekín se hace indispensable para el funcionamiento de la economía global.
Casi una conclusión
Utilizamos esta frase por dos motivos, primero y más simple, porque como señalábamos en el título, este pequeño trabajo se divide en dos partes y la segunda estará visible en las próximas horas. Segundo y mas importante, porque estamos en medio de un proceso que se esta desarrollando, luego, hay una reconocida precariedad en nuestras propias conclusiones frente al desarrollo de los hechos y frente a la nueva información que sobre lo mismos se va conociendo a cada momento.
Queda pendiente en nuestros comentarios revisar como estos eventos están repercutiendo particularmente en nuestro hemisferio, y somos conscientes de ello, pero, de nuevo, volvemos a la velocidad de los acontecimientos. Cuando, hace tiempo, estudiábamos historia en la universidad, nuestros profesores no se cansaban de explicarnos lo imprescindible que es la “perspectiva histórica” para el análisis. Claro, hoy, en 2020 la perspectiva de análisis puede llegar a medirse en minutos, esto en si mismo no es ni bueno, ni malo, simplemente es. Desde un punto de vista personal, esta necesaria velocidad de reacción, es la que demanda cada vez mas lo que se conoce como “background information” lo que nosotros llamaríamos “antecedentes”, marco de referencia, porque sin él es casi imposible la interpretación de eventos que se mueven a la velocidad que lo hacen.
El último punto a destacar es el tema de las “redes”, hoy, redes no son solamente las conexiones de un punto con otro, o de múltiples puntos, sino que son uno de los soportes de la decisión y del poder político, incluso militar. Si una potencia controlara las redes casi por completo, sería un equivalente al Imperio Romano en su apogeo, fuera de él, “solo los barbaros”.
Sobre el autor: Julio A. Cirino es Licenciado en Historia por la Universidad del Salvador (Bs. As.). Máster en Seguridad Internacional (Escuela de Guerra Naval, Bs. As.). Senior Research Fellow en IBI Consultant, Washington, D.C. Trabajo como Consejero en la Embajada Argentina en Washington D.C., Estados Unidos. Se desempeñó como columnista en El Nuevo Herald (Miami); Libertad Digital (España) y CNN en español (oficina Washington DC) entre otros medios. Su último libro “LA DEMOCRACIA DEFRAUDADA”.