Uno de los principales objetivos del termismo es aislar a la ciudadanía para que, en ese encierro, ella no esté al tanto de lo que ocurre fuera de la cárcel en la que vive.
La prohibición de salir del país, la construcción de muros físicos (no para que otros no puedan entrar sino para que los propios no puedan salir), la manipulación de los medios electrónicos de conexión con el mundo, son algunas de las herramientas clásicas con las que, los regímenes que persiguen reducir al ser humano a la servidumbre, adornan su asqueroso camino de esclavitud y miseria.
Los ciudadanos-termos acaban creyendo que la realidad que los circunda es la verdad y, en muchos casos, repiten como loros los mantras de la nomenklatura como si fueran principios indiscutibles.
En los días que pasaron se conocieron en la Argentina los índices de desempleo. El número arrojó 7% de argentinos que quieren trabajar y que no encuentran trabajo. Enseguida surgieron los comentarios de alarma y de demagogia sensiblera cuyo razonamiento se apoya, justamente, en lo que ellos creen es la norma mundial: que 7% de la gente que quiere trabajar no encuentre trabajo es una catástrofe.
Pero qué sucede si comparamos eso con lo que ocurre en el mundo o con las interpretaciones que el mundo tiene del “pleno empleo”.
Obviamente, aclaramos aquí que cuando decimos “mundo” nos referimos al conjunto de países que progresan, que viven bien y en donde sus habitantes gozan de un elevado estándar de vida.
Muy bien, allí, en ese mundo al cual el termismo argento quiso cortarle el acceso a los argentinos, se considera que la economía está con “pleno empleo” cuando hay un 5% de gente que no tiene trabajo y que lo está buscando. Es más, en algunos países -como España, por ejemplo- ese número llega hasta todo lo que esté por debajo del 8%.
¿Pero entonces por qué que se conozca que en la Argentina el desempleo es del 7% causa un estrés nacional comparable a un drama? Pues sencillamente porque el termismo (que obviamente es el responsable de que en el país no haya trabajo) convenció a los ciudadanos que TODOS, PERMANENTEMENTE DEBEN TENER UN TRABAJO, o incluso, para decirlo mejor, QUE TODOS PERMANENTEMENTE DEBEN TENER UN INGRESO.
El pequeño detalle es que ninguna realidad económica civilizada puede garantizar eso. Es más, la economia que se rebele contra la idea de que el empleo garantizado de por vida no existe y se proponga imponerlo a rebencazos, probablemente arroje al país en cuestión a un nivel insufrible de informalidad en donde el componente “salvaje” del capitalismo será un detalle, comparado con las inseguridades y salvajadas a las que ese artificio soberbio someterá a la sociedad… (No sé si les suena familiar).
El mundo civilizado considera que un 5% de gente que circunstancialmente no tiene trabajo es “pleno empleo” porque entiende que ese colchón de ciudadanos está simplemente flotando momentáneamente en una situación de no tener trabajo (probablemente en coincidencia con el momento en que se toma la muestra para el relevamiento). Pero si la encuesta fuera tomada tan solo unas semanas después se comprobaría que muchos o gran parte de esos ciudadanos salió de ese “colchón flotante” de no-trabajo y ya tiene empleo y que, muy posiblemente, otros que unas semanas atrás tenían trabajo están ahora en el proceso de buscar un empleo nuevo y está, “técnicamente”, sin trabajo.
Esta elásticidad permite acompañar los vaivenes inevitables del mercado y al mismo tiempo, al ser un sistema amigable con el órden natural de las cosas, hace que imperceptiblemente las variables se ajusten y nunca alcancen niveles de alarma.
Al contrario, el sistema que se propone desafiar a la naturaleza pretendiendo imponer por la fuerza de la ley un escenario completamente antinatura, lo que consigue es el efecto diametralmente opuesto, destruyendo el aparato de producción y con ello matando la generación de empleo.
Los países que entienden que un 5% de desempleo debe considerarse “pleno empleo” tienen normas laborales modernas, adaptadas al mundo actual, en consonancia con los requerimientos de las industrias actuales y con dirigencias sindicales civilizadas que defienden los derechos de los trabajadores de manera genuina, sin engañarlos queriendo venderles el buzón de que el pleno empleo real y efectyivo no solo es posible sino que ES LA OBLIGACION DEL ESTADO GARANTIZARLO.
Toda esa paparruchada no existe y lo único que genera es pobreza, estrés, fuga de industrias y… ¡desempleo!
Cuando algunos argentinos advierten la paradoja de que son los países con normas laborales más flexibles los que generan más empleo y donde la gente tiene trabajo, abren los ojos como si aquello fuera un descubrimiento mayor que el que produjo Colón cuando tocó tierra Dominicana.
“¿Ah pero entonces no es con leyes que poco menos prohiban los despidos como se consigue que la gente tenga trabajo”? Efectivamente: ese es el engaño que el termismo quiso que creas… Pero la realidad que te ocultaron es que ese sistema, para lo único que sirve, es para encumbrar a una elite que te explota (¡esa sí que verdaderamente te explota!) y que solo quiere que seas cada vez más pobre, más dependiente y con menos posibilidades de crecer y de valerte por vos mismo.
Es por ese cúmulo de intereses de gente que encontró un fenomenal yeite para volverse millonaria diciendo que te ayuda (mientran vos estás cada vez peor) que los proyectos de reforma para flexibilizar las leyes del trabajo han fracasado: porque esos grupos de interes son tan poderosos que se han impuesto.
Y lo han hecho al mismo tiempo que te hicieron creer que era efectivamente posible hacer salir el sol por las noches simplemente por el hecho de escribirlo en un pedazo de papel al que pomposamente le dieron el nombre de “ley”.
Pues bien, el sol no sale por las noches. Podrás patalearle al Universo esperando que alguien cumpla con la obligación que “el Estado” le impuso a las estrellas. Pero, ¿sabes qué? las estrellas harán lo que naturalmente tienen que hacer.
Con la obligación del pleno empleo pasa lo mismo: podrás escribir en cuanto papel se te ocurra que los trabajadores siempre tienen que tener empleo pero lo que obtendrás a cambio será una larga fila de desempleados o, en el mejor de los casos, una muchedumbre obligada a arreglarse “como pueda”, mientras cree que vive en el paraíso de la “justicia social”.
Ojalá el tibio primer paso que asoma en la Ley Bases sirva no solo para abrir nuevas oportunidades de trabajo sino para que los argentinos despierten de tanto enciero, de tanto aislamiento y de tanto termo que le ha tapado el cerebro a una mayoría social que creyó durante mucho mas tiempo del conveniente que la felicidad solo consiste en escribirla y en decretar que alguien, por la magia de los astros, debe proveerla.