En el corazón de la Patagonia argentina, a solo 42 kilómetros de la pintoresca ciudad de Esquel, se encuentra el Parque Nacional Los Alerces, un tesoro natural que ha sido declarado Patrimonio Mundial, sitio natural por la UNESCO. Este parque, con sus imponentes paisajes y su biodiversidad única, es el hogar de un bosque de Alerces Milenarios, donde crece el “Lahuán”, un árbol de más de 2600 años que se alza como un monumento viviente al paso del tiempo. Sin embargo, el viaje hacia este coloso es en sí mismo una experiencia mágica que vale la pena descubrir y disfrutar.
Partiendo desde Esquel: la puerta a la aventura
La travesía comienza en Esquel, una ciudad rodeada de montañas, lagunas y arroyos, conocida por su cálida hospitalidad y su conexión con la naturaleza. Desde aquí, se accede al Parque Nacional Los Alerces por la portada centro, una entrada que parece un umbral a otro mundo. El camino serpenteante por la ruta 71 va flanqueado por bosques de ñires, cipreses y maitenes, con la vista de las montañas cercanas que anuncia las maravillas que están por venir.
El parque, que abarca más de 259.000 hectáreas, es un refugio de biodiversidad. Los bosques patagónicos que lo conforman están habitados por especies como el coihue, el radal y el ciprés, además de animales autóctonos como el pudú, el gato huiña y el emblemático Huemul, Monumento Natural Nacional. A medida que el viaje avanza, los sentidos se agudizan para captar cada detalle de este ecosistema protegido, donde la intervención humana es mínima y la naturaleza sigue su curso en todo su esplendor.
Río Arrayanes y Puerto Chucao: belleza serena y aventuras
Uno de los puntos más destacados del recorrido es el cruce del Río Arrayanes por un puente peatonal que parece suspendido entre la vegetación. Desde esta pasarela colgante, se pueden observar truchas en las aguas cristalinas, un espectáculo que encanta tanto a los más pequeños como a los adultos. El río, con su suave murmullo, es un escenario perfecto para la fotografía, mientras los rayos del sol atraviesan las ramas y crean juegos de luz en la superficie del agua.
En este tramo del camino y luego de cruzar la pasarela del río Arrayanes, se inicia el recorrido por el sendero del “Lahuan Solitario”. Durante este trayecto se activan los sentidos, con los aromas del bosque y el sonido del Río Menéndez que va cambiando su caudal pasando de las aguas serenas a los agitados rápidos. También es habitual sorprenderse con el canto característico del chucao que suele acompañar las caminatas. Este sendero cuenta con cartelería y es el paso obligado para llegar a Puerto Chucao para embarcar.
Explorando el lago y avistando el Galciar Torrecillas
Desde Puerto Chucao, la experiencia se transforma en una travesía lacustre que recorre las aguas del Lago Menéndez, con vistas que parecen sacadas de una pintura. Mientras la embarcación avanza ,el paisaje se despliega con una majestuosidad que nos deja sin aliento. Desde el exterior de la embarcación se puede sentir el aire fresco y observar las estelas que genera la embarcación al desplazarse.
En el trayecto y tras las maniobras del capitán se bordea la isla, para obtener la mejor vista de la pared frontal del Glaciar Torrecillas. El color entre blanco y azulado se deja admirar y fotografiar en un intento de capturar la magnitud de esta experiencia que va más allá de lo visual para convertirse en un encuentro íntimo con la naturaleza.
En el último tramo de navegación los visitantes suelen quedarse en silencio, abrumados por la sensación de pequeñez que produce la tranquilidad del lago, lejos del ruido y envueltos en la pureza infinita de este sitio tan prístino del parque nacional.
Puerto Sagrario y Lago Cisne
Al desembarcar se inicia un sendero en plena selva Valdiviana, durante el recorrido se aprecia la abundante vegetación identificando detalles sorprendentes. Colores, formas y aromas acompañan cada momento de la caminata, realizando diferentes paradas para seguir aprendiendo y contando con los tiempos necesarios para grabar cada instante de esta experiencia.
Caminando por las cómodas pasarelas entre grandes coihues, cipreses, helechos y lianas se llega al Lago Cisne, con sus aguas puras y un impecable color esmeralda. El momento es mágico y todos desean llevarse esa imagen para siempre. A partir de ese aquí el lago se encauza entre las rocas y una corta distancia sortea la diferencia de altura y se forman los rápidos del Cisne. En este tramo del sendero ya son visibles los alerces que tímidamente comienzan a verse en el lugar, con la observación y las explicaciones del guía se aprende a identificarlos por su forma y suave corteza
El “Lahuán”: testigo milenario del tiempo
Al llegar al Alerce Milenario, se presenta como un verdadero coloso de la naturaleza. Con más de 2600 años, 57 metros de altura y un tronco de 2,8 metros de diámetro, este árbol es una reliquia viva de la historia natural. Los pueblos originarios lo llamaban “el abuelo”, en reconocimiento a su longevidad y sabiduría.
Estar frente a este monumento natural es una experiencia profundamente emocional. Su tronco rojizo y su corteza cuentan la historia de siglos de resistencia en un entorno donde el clima puede ser desafiante. Creciendo apenas un milímetro al año, el “Lahuán” es un recordatorio del poder de la paciencia y la resiliencia. Los visitantes suelen quedarse en silencio, abrumados por la sensación de pequeñez que produce estar junto a este gigante. Las fotografías no logran capturar la magnitud de esta experiencia, que va más allá de lo visual para convertirse en un encuentro íntimo con la naturaleza.
El Alerce Milenario no solo es un atractivo turístico, sino también un símbolo de la importancia de la conservación. Este árbol, junto con el bosque que lo rodea, representa un ecosistema único que debe ser protegido para las futuras generaciones. El Parque Nacional Los Alerces es un modelo de cómo la interacción humana puede minimizarse para permitir que la naturaleza prospere en su estado más puro.
Retorno con el alma llena
El viaje de regreso desde el Alerzal hasta Esquel es una oportunidad para reflexionar sobre la experiencia vivida. Cada vista, cada sonido y cada momento en el parque queda grabado en la memoria como un testimonio de la riqueza natural de la Patagonia. Para quienes tienen la suerte de visitar este rincón del mundo, el recorrido no es solo una excursión, sino una lección de humildad y admiración por el mundo natural.
Ya sea caminando por los senderos, cruzando ríos cristalinos o navegando por lagos rodeados de montañas, cada instante en el Parque Nacional Los Alerces es una invitación a reconectar con lo esencial. Y al final del día, al regresar a la calidez de Esquel, el viajero lleva consigo no sólo recuerdos, sino también un renovado compromiso con la preservación de este patrimonio invaluable.
English version
An Unfortetable Journey from Esquel to Alerzal Milenario
In the heart of Argentine Patagonia, just 42 kilometers from the picturesque city of Esquel, is the Los Alerces National Park, a natural treasure that has been declared a World Heritage Site, a natural site by UNESCO. This park, with its imposing landscapes and unique biodiversity, is home to a forest of Millennial Larches, where the “Lahuán” grows, a tree more than 2,600 years old that stands as a living monument to the passage of time. However, the journey to this colossus is in itself a magical experience worth discovering and enjoying.
Starting from Esquel: the door to adventure
The journey begins in Esquel, a city surrounded by mountains, lagoons and streams, known for its warm hospitality and connection with nature. From here, you access Los Alerces National Park through the center portal, an entrance that seems like a threshold to another world. The winding path along Route 71 is flanked by forests of ñires, cypresses and maitenes, with the view of the nearby mountains announcing the wonders that are to come.
The park, which covers more than 259,000 hectares, is a haven of biodiversity. The Patagonian forests that make it up are inhabited by species such as the coihue, the radical and the cypress, as well as native animals such as the pudú, the huiña cat and the emblematic Huemul, a National Natural Monument. As the trip progresses, the senses sharpen to capture every detail of this protected ecosystem, where human intervention is minimal and nature takes its course in all its splendor.
Arrayanes River and Puerto Chucao: serene beauty and adventures
One of the highlights of the tour is the crossing of the Arrayanes River on a pedestrian bridge that seems suspended among the vegetation. From this hanging walkway, you can see trout in the crystal-clear waters, a spectacle that delights both children and adults. The river, with its gentle murmur, is a perfect setting for photography, while the sun’s rays pass through the branches and create plays of light on the surface of the water.
In this section of the road and after crossing the footbridge of the Arrayanes River, the journey along the “Lahuan Solitario” path begins. During this journey the senses are activated, with the aromas of the forest and the sound of the Menéndez River that changes its flow passing from the calm waters to the agitated rapids. It is also common to be surprised by the characteristic song of the chucao that usually accompanies the walks. This trail has signs and is the obligatory step to reach Puerto Chucao to board.
Exploring the lake and spotting the Galciar Torrecillas
From Puerto Chucao, the experience transforms into a lake crossing that runs through the waters of Lake Menéndez, with views that seem straight out of a painting. As the boat moves forward, the landscape unfolds with a majesty that leaves us breathless. From the outside of the boat you can feel the fresh air and observe the wakes that the boat generates as it moves.
On the way and after the captain’s maneuvers, the island is skirted to obtain the best view of the front wall of the Torrecillas Glacier. The color between white and bluish can be admired and photographed in an attempt to capture the magnitude of this experience that goes beyond the visual to become an intimate encounter with nature.
In the last stretch of navigation, visitors usually remain silent, overwhelmed by the feeling of smallness produced by the tranquility of the lake, far from the noise and enveloped in the infinite purity of this pristine site in the national park.
Puerto Sagrario and Swan Lake
Upon disembarking, a path begins in the heart of the Valdivian jungle. During the journey, you can appreciate the abundant vegetation, identifying surprising details. Colors, shapes and aromas accompany every moment of the walk, making different stops to continue learning and having the necessary time to record every moment of this experience.
Walking along the comfortable walkways between large coihues, cypresses, ferns and lianas you reach Swan Lake, with its pure waters and an impeccable emerald color. The moment is magical and everyone wants to take that image with them forever. From here the lake is channeled between the rocks and a short distance over the difference in height and the Cisne rapids are formed. In this section of the trail, the larch trees are already visible, which are timidly beginning to appear in the place. With observation and the guide’s explanations, you learn to identify them by their shape and soft bark.
The “Lahuán”: ancient witness of time
Upon reaching the Millenary Alerce, it appears as a true colossus of nature. More than 2,600 years old, 57 meters high and with a trunk 2.8 meters in diameter, this tree is a living relic of natural history. The native peoples called him “grandfather”, in recognition of his longevity and wisdom.
Being in front of this natural monument is a deeply emotional experience. Its reddish trunk and bark tell the story of centuries of resistance in an environment where the climate can be challenging. Growing just one millimeter a year, the “Lahuán” is a reminder of the power of patience and resilience. Visitors usually remain silent, overwhelmed by the feeling of smallness that comes from being next to this giant. Photographs fail to capture the magnitude of this experience, which goes beyond the visual to become an intimate encounter with nature.
The Millennial Larch is not only a tourist attraction, but also a symbol of the importance of conservation. This tree, along with the forest that surrounds it, represents a unique ecosystem that must be protected for future generations. Los Alerces National Park is a model of how human interaction can be minimized to allow nature to thrive in its purest state.
Return with a full soul
The return trip from Alerzal to Esquel is an opportunity to reflect on the experience. Every sight, every sound and every moment in the park remains etched in memory as a testimony to the natural wealth of Patagonia. For those lucky enough to visit this corner of the world, the tour is not just an excursion, but a lesson in humility and admiration for the natural world.
Whether walking along the trails, crossing crystalline rivers or sailing through lakes surrounded by mountains, every moment in Los Alerces National Park is an invitation to reconnect with what is essential. And at the end of the day, upon returning to the warmth of Esquel, the traveler carries with them not only memories, but also a renewed commitment to the preservation of this invaluable heritage.