Hawaii es un destino lleno de imaginarios. La sola pronunciación de su nombre parece remitir a imágenes paradisíacas y a la perfección de lo que la mente tiene almacenado como el ideal de la playa, las palmeras y el mar azul. Pues bien, la realidad confirma lo que la imaginación tiene guardado. Pero estas islas entregan mucho más que eso.
Llegar aquí no es complicado; pero si es lejos: Hawaii es el lugar habitado del mundo más alejado de cualquier otro lugar habitado del mundo. El vuelo de American Airlines se posa en el aeropuerto internacional de Honolulu después de más de cinco horas de salir desde Los Angeles. Hoy en día hay ofertas de vuelos low cost que cubren este trayecto por un mínimo de U$S 350 a un máximo de U$S 650, en compañías como Allegiant Air, Virgin America o Hawaiian Airlines, que pueden resultar muy convenientes a la hora de revisar los gastos del viaje.
Ni bien llego voy a buscar mi auto alquilado, un jeep Suzuki Vitara rojo. Voy a estar en el centro de Honolulu, en Waikiki Beach, así que tomo la Interstate H-1 hacia el downtown. Encuentro la salida hacia Kalakaua Av, la avenida principal en esta zona de la ciudad, cuyo nombre recuerda al último monarca autóctono hawaiiano, antes de que las islas se convirtieran en un territorio de ultramar de EEUU en febrero de 1900.
Hawaii se incoporó definitivamente como estado de la Unión en marzo de 1959, convirtiéndose en el estado número 50. Está compuesto por ocho islas principales, representadas en su bandera por ocho franjas horizontales blancas, rojas y azules. En el ángulo del asta, la bandera conserva la Union Jack británica en recuerdo a su época como protectorado inglés.
Mientras me aproximo al hotel veo que Kalakaua es una avenida que reúne las grandes tiendas de marcas internacionales. Voy cruzando los negocios de Nike, Tiffany, Coach, Chanel, Gucci, Boss, los típicos negocios de la isla -los ABC Stores-, el Hard Rock, Prada, Louis Vuitton, Christian Dior, Salvatore Ferragamo, Victoria Secret, el Apple Store, Forever 21, Urban Outfitters.
En algunas bocacalles, si miro hacia la derecha, puedo ver la playa y el mar allí nomás, y cuando cruzo Liliuokalani Avenue ya tengo la arena a mi derecha, como si fuera casi parte de la vereda.
Después de instalarme en el cuarto me pongo a trabajar en la agenda de lugares que me preparó la Oficina de Turismo del estado. Quiero darle un orden a los lugares que no puedo dejar de visitar. Tengo decidido que al día siguiente voy a caminar esta avenida que parece concentrar gran parte de la vida de la isla de Oahu, donde se levanta la capital del Estado.
Me levanto temprano y piso la arena de Waikiki cuando la mayoría de sus pobladores son surfistas con sus tablas, en una escena que parece extraída de una de las tantas películas o series de televisión que tienen a Hawaii como escenario. El sol empieza a levantar temperatura al mismo tiempo que cientos de sus adoradores van buscando un lugar en esta bahía de arena dorada, frente a un mar bien celeste en la orilla y azul profundo en el horizonte. Hacia mi izquierda (el Este de la isla) se levanta uno de los símbolos turísticos de este lugar: Diamond Head, un volcán extinto que por supuesto figura en mi lista de visitas.
A eso de las 11 levanto mis petates y salgo a caminar por Kalakaua. El día despliega un cielo azul y está muy agradable para caminar y curiosear. Waikiki es una especie de centro dentro del centro. Enmarcado por el Oeste por el Canal Ala Wai y por el zoológico de Honolulu por el Este, Waikiki resume todo el glamour hollywoodense de Hawaii.
Cuando salgo del hotel tomo hacia la izquierda (el Oeste) y me voy encontrando con las tiendas que el día anterior veía desde el auto cuando avanzaba desde el aeropuerto en sentido contrario.
Como unas ribs con salsa de barbacoa en Tony Roma’s y tomo el camino de regreso por la vereda de enfrente. Al salir, entro a uno de los típicos ABC Stores: una especie de polirrubro que vende desde recuerdos hasta ropa, pasando por comida fría, snacks, artículos de playa, libros, y mil ítems para sacarte de apuros.
Por la tarde, tengo reservada una excursión por las atracciones principales de Honolulu. Allí visitamos la Torre Aloha, un complejo de tiendas y restaurantes junto al puerto rodean esta histórica torre. Cuando fue levantada en 1926 para acoger a los buques de pasajeros que llegaban al puerto de Honolulu, esta torre de 10 pisos fue el edificio más alto del estado.
Al lado se encuentra el Centro Marítimo Hawaii, y siguiendo hacia el Oeste, Chinatown, una zona animada llena de restaurantes étnicos, vendedores de productos frescos, tiendas de hierbas y mucho más.
Hacia el este, en la calle King, caminamos a través de una zona de negocios hasta llegar al Palacio de Iolani, el único palacio real de pie en suelo americano. El palacio sirvió como residencia real para los dos últimos monarcas de Hawaii, el rey Kalakaua y la reina Liliuokalani.
Detrás del palacio está el edificio del capitolio del estado, donde el Gobernador y la legislatura estatal libran sus batallas políticas. El edificio se abrió en 1969 y sigue siendo una obra arquitectónica única. Las cámaras en forma de cono simbolizan los volcanes de Hawaii, y las columnas del edificio son una reminiscencia de las palmeras. La gran piscina de agua que rodea el edificio simboliza el hecho de que Hawaii es el único estado insular en los EE.UU.
Al otro lado de la calle del Palacio de Iolani está la imponente estatua del Rey Kamehameha de más de cinco metros de altura.
Cruzamos la calle para encontrar el Museo Casas de la Misión, donde los primeros misioneros protestantes estadounidenses establecieron su cuartel general en 1820. Las estructuras que se ven aquí incluyen los edificios sobrevivientes de estilo occidental más antiguos del estado. Se puede participar de una “búsqueda del tesoro” de artefactos originales, incluyendo muebles, libros, mantas y otros artículos que pertenecieron a las familias misioneras.
Al día siguiente, salgo en el Suzuki hacia Diamond Head. El camino está bien señalizado y es fácil llegar. Es temprano y aun así hay muchísima gente. La entrada cuesta un dólar y la caminata de unos 40 minutos es bien tranquila, para nada empinada, al alcance de todos; no hay que tener un particular estado físico para hacerlo. Eso sí: las zapatillas no pueden faltar porque parte del camino es rocoso; ni se les ocurra venir aquí en ojotas.
La vista es espectacular. Apenas se llega a la cima se tiene una gran vista del cráter y de parte de la ciudad. Por suerte tengo una buena provisión de agua, mi cap de tenis y protección solar, porque el calor aprieta y el sol pega bien fuerte aquí arriba. En total, tomando el tiempo de las fotos, entre la subida y la bajada, demoro una hora y media.
Como algo en mi camino de regreso y enfilo hacia el monumento al USS Arizona el buque hundido durante el ataque japonés de Pearl Harbour en diciembre de 1941.
Es muy conmovedor ver los nombres de tanta gente sepultada en ese barco. El lugar está lleno de historia y el relato cuenta cómo aquellos marineros murieron en un ataque aparentemente imprevisto, aun cuando algunas teorías dicen que el presidente Roosevelt tenía información sobre la incursión japonesa pero no hizo nada para poner sobre aviso a la guarnición para que la sociedad no tuviera otro camino más que apoyar el ingreso de EEUU a la guerra.
Desde el monumento construido encima del buque hundido pueden verse los restos del barco y la experiencia es muy impresionante. Tomo varias fotografías y luego paseo un poco por las consabidas tiendas de regalos y recuerdos que concentran toda la memorabilia imaginable.
Al día siguiente tengo un vuelo de media hora reservado por la Oficina de Turismo a la isla de Kauai para visitar el Waimea Canyon. Algo totalmente diferente e inesperado en Hawaii. Un cañón con cientos de rojos diferentes, vegetación abundante y arco iris a repetición.
El día se presentó con algo de lluvia y viento pero esto hizo que este trekking fuera diferente y más aventurero. Llegamos en bus, aunque quienes paran en la isla pueden hacerlo perfectamente en auto por rutas asfaltadas y por un camino fácil. Hay muchos miradores excelentes antes de llegar. Desde alguno se puede ver la cascada que aparece en la película Jurassic Park. Una vez en el cañón me encuentro con un espectáculo que reúne distintas tonalidades de verdes y marrones que son impresionantes. Era como tener al Gran Cañon del Colorado en medio del Pacífico. Las formaciones montañosas y los valles son espectaculares, y los distintos tonos de verde le dan un toque único.
Iniciamos el regreso después de andar por senderos rocosos pero fáciles de caminar. Antes del final tenemos una excelente vista de nuestro próximo destino: el Nā Pali Coast State Park.
Este parque estatal fue una experiencia inigualable. El día ya es espectacular, con el cielo claro y celeste. Caminar por el borde del cerro es algo mágico e ir viendo, al final del camino, todos esos acantilados empastados de un bosque verde de principio a fin, es una vista única. Ver el mar, los acantilados y esa selva es un privilegio.
Caminamos alrededor de tres horas en total, parando y disfrutando de la vista. Pasamos por una cascada gigante, viendo cómo ese torrente de agua caía en medio de esos indescriptibles cerros verdes. En un momento cruzamos un rio con paisajes que parecen pintados o falsos. Hicimos una excursión en una lancha y vimos ballenas, tortugas y una impresionante cantidad de delfines. A medida que el trayecto avanza, el guía cuenta curiosidades del lugar, como películas y publicidades que se filmaron aquí. Nos metimos en algunas cuevas y paramos en una playa salvaje a comer algo. No puedo poner ni un pero a nada de esta zona y de esta isla.
De regreso en el hotel en Waikiki, no me dan las manos para tratar de resumir todo lo vivido en Kauai. Muy difícil describir todo lo que vimos. Ni las fotos, que repaso en mi teléfono, logran hacerlo. Claramente fue uno de los paisajes más impactantes que vi en mi vida.
Muy cerca de Waikiki, Hanauma Bay Nature Preserve es una playa ideal para hacer snorkel. Me recomendaron venir temprano porque una vez que el estacionamiento se completa no se puede ingresar. También me dieron el tip de llevarme algunas cosas para comer y tomar porque los únicos servicios en la playa son las duchas.
El lugar es muy bonito. De hecho una de las mejores playas de Oahu. En realidad es el cráter de un volcán extinto, y las vistas desde arriba son únicas. Se abona un cargo por la entrada y allí mismo te alquilan los equipos de snorkel a buen precio. Antes de bajar a la playa te muestran un video introductorio sobre el área, su historia y la forma en la que nos debemos comportar para no dañar el medioambiente.
El mar es una plancha sin olas, ideal para ir con chicos y pasar un día en familia o con amigos. He tenido la oportunidad de hacer snorkel en otras partes del mundo y Hanauma Bay está entre los más destacados que conozco. Se puede nadar en medio de muchos corales y peces de distintas especies, tamaños y colores.
Por la tarde, cruzó al Koko Head District Park, una reserva natural que alberga un cerro volcánico -el Koko Head- cuya cima entrega vistas impresionantes. Se trata de una subida casi vertical que en donde en apenas 900 metros se trepan 300 metros de desnivel, por una antigua vía ferroviaria.
Aquí sí que hay que estar en forma: Koko no es apto para gente con vértigo o con problemas de equilibrio ya que hay zonas muy expuestas y que requieren estar en forma.
Al otro día, cruzando el canal Ala Wai por Kalakawa hacia el Oeste llego al Ala Moana Beach Park, un parque frente a la playa, en donde se puede pasar un día completo, haciendo un picnic, nadando, caminando o jugando tenis en las canchas duras del Ala Moana Tenis Court.
Todo está muy cuidado y limpio y el lugar es perfecto para relajarse e ideal para los que prefieren leer un buen libro. La playa tiene guardavidas y hay lugares para comprar comidas y bebidas. Me cuentan que los fines de semana hay espectáculos gratuitos y la gente lo ha transformado en uno de los pasatiempos preferidos de la isla.
Enfrente se levanta el shopping mall Ala Moana Center que reúne tiendas de grandes marcas, restaurantes, bares y que es ideal para pasear y encontrar algunas oportunidades para un recuerdo hawaiiano.
Al día siguiente salgo temprano hacia la gran isla de Hawaii, la más grande del archipiélago y la que más volcanes activos tiene. Me acompaña Mark, de la Oficina de Turismo, que me asegura que lo que vamos a ver no tiene comparación. Por eso vamos a quedarnos a dormir en la Isla Grande o “The Big Island”, como se la conoce entre los apasionados por Hawaii.
Lo más relevante, de este territorio áspero y completamente diferente a Oahu es el vulcanismo. Los más importantes son dos supervolcanes, el Mauna Kea y el Mauna Loa, ambos con panorámicas inmensas.
Mark decide comenzar la visita por el Parque Nacional de los Volcanes, formado alrededor del Kilauea, volcán activo y con paisajes lunares espectaculares.
Pasamos por el Iki Trail y vemos la impresionante caldera. Ir y volver en el día desde Kona es mucho viaje, así que Mark me explica que el plan es dormir en Volcano, un pueblito cercano al parque, para poder ver la colada de lava por la noche.
Tomamos cientos de fotografías y bajamos para comer algo. En la sobremesa me entero de parte de la historia de este lugar. Por ejemplo que el volcán Mauna Loa es el más grande del planeta y que la actividad del Kilauea, que acabamos de ver, les ha permitido a los científicos tener una perspectiva sobre el nacimiento de las islas hawaiianas. El parque cubre una superficie de 1348 km cuadrados y ha sido declarado Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad. La actividad volcánica generada en el Parque Nacional de los Volcanes de Hawaii ayudó a crear Kalapana (ahora cubierto de lava por erupciones recientes) y otras playas de arena oscura.
Mark se adentra luego en una fantástica historia que cuenta que cualquiera que se lleve una roca o un puñado de arena negra de este lugar estará acechado por la mala suerte hasta que la devuelva a su sitio original. Nadie sabe si la creencia es cierta o si ha sido un cuento inventado por los guardiaparques para evitar que la gente deprede el lugar pero, de todos modos, el hall del Campo Militar Kilauea tiene un gabinete que muestra rocas devueltas por personas que también dejaron allí testimonio escrito describiendo sus infortunios mientras tuvieron las piedras en su poder.
Antes de regresar para nuestra experiencia nocturna, al atardecer hacemos un paréntesis y vamos hasta el volcán Mauna Kea para asistir a una observación de las estrellas, organizada por una agencia especializada. Uno tiene la impresión de estar viendo esas incontables constelaciones a través de un gigantesco telescopio y no a cielo abierto, a simple vista.
Cuando regresamos a Kilauea el ruido anticipa el espectáculo que vamos a presenciar. Ver y sentir los miles de grados que discurren por esa lava gravosa y enrojecida es algo a lo que pocos acceden. Aunque es temprano aun, la noche es oscura y el contraste de ese infierno con lo negro del cielo es estremecedor.
Al día siguiente visitamos la zona de Hilo con su museo de los tsunamis y sus campos de árboles de macadamia, una especie de avellana originaria de Australia pero que aquí encontró su otro lugar en el mundo.
Antes de regresar a Oahu tenemos nuestro día de playa también en la isla grande. Visitamos White Sand Beach, cerca de Kailua-Kona y Kealakekua Bay, una buena zona de snorkeling, donde se lo puede practicar incluso de noche rodeado de mantarayas del Pacífico.
La despedida la reservamos para Manini’owali Beach (Kua Bay). Una playa espectacular. El color del agua es impresionante porque va desde blanco hasta azul profundo en el fondo, pasando por el celeste. El lugar es preferido por los surfistas y aunque el ambiente familiar, el mar puede parecer algo bravo para los chicos.
De nuevo el vuelo corto a Honolulu y de regreso al hotel me zambullo en la compu para que nada me quede afuera en los recuerdos de este viaje que combinó los paisajes del paraíso y de la luna.
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