
Por Ariel Ferrero para Sunny Travel News
El Etna en erupción es un espectáculo de la naturaleza que atrae a miles de visitantes cada año a la isla de Sicilia: un volcán en actividad con flujos de lava incandescente que surgen de una fractura a 3050 metros, abierta en la base de la Bocca Nuova el 6 de febrero pasado, llegando a 1850 metros, sobre la cara suroeste.
Desde uno de los cráteres por encima de los 3000 metros, en el sudeste, continúa la emisión de cenizas volcánicas que cae sobre algunas localidades y pone en dificultades al aeropuerto de Catania, que el domingo tuvo más de 20 vuelos entre desviados y cancelados, pero que ya volvió a plena operatividad.
Mientras tanto, los instrumentos del INGV, el observatorio del Etna, en Catania, siguen registrando un nivel muy alto de tremor volcánico, una prueba de fuego de la energía en los conductos magmáticos internos.
La erupción en curso en el Etna es un espectáculo de gran fascinación y muchos quieren un lugar en primera fila. Así se dispara el “turismo de las emociones” a cualquier precio con la visita al volcán activo más alto de Europa y con las estrechas carreteras provinciales del Etna atestadas de coches, autobuses, motos y todo tipo de medios de transporte.
Y los excursionistas, profesionales o improvisados, suben sobre todo de noche, cuando el rojo de la lava incandescente resalta y realza el espectáculo.
La embestida supone grandes números, con miles de personas, durante el fin de semana.
La protección civil regional activó a cuatro de sus asociaciones de voluntarios, de Belpasso, Ragalna, Nicolosi y Adrano, para “dar asistencia a la población e inducir a los automovilistas a no circular por las carreteras ya atascadas”.