
El presidente tiene dos debilidades personales. Karina Milei y Santiago Caputo.
De su hermana reivindica el tesón para confiar en las fuerzas propias. De Caputo, su habilidad profesional y su visión del marketing político.
Karina y Caputo no se llevan mal. Pero se recelan y compiten por la preferencia presidencial.
Obviamente Caputo no puede competir contra la relación de sangre que une a Milei con la Secretaría General de la Presidencia. Pero aún así tiene mucha fortaleza en el gobierno.
A tal punto es fuerte que el presidente acaba de optar por eyectar al Jefe de Gabinete -Mr Negotiation- justamente cuando se inicia la etapa más “negociadora” del gobierno.
Si había una gran verdad oculta en la aseveración -tanto del presidente como del ministro de economía- de que la volatilidad de los mercados y la consecuente suba del riesgo país se debía a lo que ambos llamaban “el riesgo kuka”, también puede haberla ahora con el nacimiento del “riesgo ka-ca”, esto es, el que surge de la inestabilidad que puede trasmitirle al mercado los cortocircuitos entre Karina y Caputo.
Si el país perdiera la oportunidad de oro que se le presentó por el contundente triunfo del presidente en las elecciones de medio término del 26 de octubre, obviamente tendríamos que concluir que a la Argentina la afecta un raro virus similar al que en las personas hace que sus propios organismos autodestruyan sus sistemas inmunológicos.
Claramente tanto Karina como Caputo desean ganar para demostrar que era el suyo el método adecuado.
Porque está claro que los dos coinciden con la concepción socioeconómica que el presidente le plantea al país. Pero difieren sobre cuáles son las mejores tácticas para conseguir profundizarla.
El presidente Macri dijo haber salido desilusionado de su encuentro en la casa presidencial. El presidente Milei lo recibió sin rodeos: “lo eché a Guillermo”, le dijo sin anestesia. Macri valoraba a Francos. No fue una primera buena novedad para él.
De todos modos el expresidente no puede decir que tiene la fórmula mágica sobre cómo aprovechar mejor el impulso popular de unas intermedias ganadas con autoridad: en 2017 Cambiemos le ganó holgadamente al peronismo y seis meses después el presidente debía acudir al FMI para salir de una complicada encrucijada financiera.
Y aquella vez, justamente, el partido del presidente falló por ser excesivamente generoso en la victoria.
Si bien Macri cometió el error de tratar con magnanimidad al propio kirchnerismo y, en cambio ahora, Milei fue tan claro en separarlo de la escena que ni siquiera invitó a los gobernadores de ese cuño a la reunión del jueves, parecería ser que (como corresponde) el hoy presidente también parece apostar a construir una gran base de consenso que le de un sólido cimiento de sustento a la perdurabilidad del cambio.
Parecería hasta irónico que, tiempo después, Milei termine coincidiendo con sus tantas veces ironizado Horacio Rodríguez Larreta que, durante el 2023, hablaba de conseguir una base de apoyo del 70% de la sociedad para que los cambios sean sustentables.
Está claro que el perfil de país que tenía “el pelado” en la cabeza no tiene nada que ver con el que tiene Milei, pero que para que algo dure es necesario un apoyo popular incuestionable también es un hecho incontrastable.
Karina se jugó a construir una opción de una LLA única en todo el país dejando de lado acuerdos con gobernadores provinciales. Sí admitió sellar un acuerdo con el PRO, pero logró que visualmente el nombre y el color de la agrupación sea el que crearon ella y su hermano.
El tema es que una parte importantísima del electorado (básicamente los votantes de Bullrich en Noviembre de 2023) sigue sosteniendo ese apoyo a las ideas de modernización liberal de la estructura legal de la Argentina pero no acompaña los extremismos puristas en los que suelen caer el presidente y su hermana.
La imagen que el presidente trasmitió luego de la última victoria parecía estar en línea con esa postura social: sosegado, docente, comunicativo.
Y nadie sabe cómo esa parte de la sociedad metabolizará la “desilusión” confesada por Macri.
El expresidente había propuesto al actual presidente de YPF Héctor Marín como Jefe de Gabinete, resaltando el manejo resolutivo y moderno del CEO de la petrolera. Pero Karina dijo “no subestimen a Manuel” (por Adorni) y el hasta hoy vocero fue anunciado en el nuevo puesto tan solo 4 minutos después de que Francos anunciara su alejamiento.
Aquí los cables se mezclan: el que estaba de culo con Francos era Caputo, no Karina. Sin embargo entiendo que la designación de Diego Santilli como ministro del Interior es una jugada acertada que compensa el shortness que Adorni puede tener en el manejo de las clavijas burocráticas del Estado y en los puentes que deban tenderse con los gobernadores y con los legisladores.
Santilli es hábil y además completó un interesante viaje de aprendizaje formativo que lo trajo a la libertad desde sus orígenes peronistas.
Solo un paréntesis para una aclaración: lo que el otro día llamábamos “buscadores de mierda” ya empezaron a plantear que el gobierno, que había fustigado fuertemente las candidaturas testimoniales del kirchnerismo, terminó haciendo lo mismo con Adorni y Santilli. No. El kirchnerismo plantó candidatos que CONTINUARON en sus puestos luego de haberse postulado para otro. El caso de Adorni y Santilli es diferente: acontecimientos ocurridos LUEGO de la elección hicieron que el presidente los eligiera para colaborar desde otro lugar. Mensaje: no busquemos mierda donde no hay.
Como decíamos el martes siguiente a la elección, la Argentina no puede perder esta oportunidad. Sacrilegio sería una palabra que quedaría chica para describir semejante despropósito.
El presidente ha dado muestras de maleabilidad: comenzó con un discurso furioso pero, de la mano de Francos construyó las alianzas legislativas que le permitieron aprobar sus primeras leyes importantes. De allí pasó a un lenguaje crispado prácticamente contra todos y, luego de ganar las elecciones de renovación del Congreso, tendió la mano a los que quieran avanzar con él.
La idea de adjudicar áreas de gobierno a diferentes cabezas enfrentadas con la esperanza de lograr un equilibrio de fuerzas ya fue probado en la Argentina y no funciona. Primero porque los esfuerzos se neutralizan y segundo porque obligan al presidente a un continuo arbitraje que no tiene otro resultado que no sea su propio desgaste.
Solo queda aspirar a que las “fuerzas del cielo” (las de verdad, aquellas cuyos hilos son manejados por el Creador) iluminen al presidente y le dé el equilibrio que precisa para aprovechar al máximo la oportunidad que el pueblo acaba de renovarle.


Una reflexión, esperemos que Caputo Jr. no resulte a Milei, lo que Marcos Peña a Macri……