Una nueva aparición del inefable Guillermo Moreno vuelve a poner a la Justicia en la primera plana.
En un tono amenzante el ex secretario de comercio, refiriéndose a Radio Mitre, dijo que los periodistas de la radio generaban el clima para que los peronistas reaccionen. “Los peronistas van a salir a defender a otros peronistas” dijo Moreno cuando relató la cobertura de Mercedes Ninzi sobre Comodoro PY.
La periodista había dicho que era mejor que los hijos de Lazaro tuvieran custodia para que estuvieran protegidos de posibles agresiones durante su entrada y salida a los tribunales federales. Eso fue interpretado por Moreno como una incitación a que la gente ataque a esas personas en cuyo caso, dijo, va a llegar el momento en que los “peronistas van a salir a defender a los otros peronistas”
Resulta evidente que el reloj de Moreno quedó parado en 1955 y que el hombre no tiene ninguna intención de darle cuerda. Es más, está encantado con reproducir el país de aquel momento y, naturalmente, fue la impronta que le dio a su paso por un gobierno que, a su vez, hizo de esa división, ese odio y ese sectarismo una de sus herramientas preferidas en el ejercicio del poder.
La pretensión de imponer inescrupulosamente el perfil de país de secta que ellos tienen en mente fue el designio rector de los Kirchner, para quienes personajes como Moreno resultaban útilmente funcionales.
Moreno dice sin empacho lo que otros prefieren disimular por vergüenza: el peronismo tiene bolsones de fascismo que, efectivamente, buscan imponer su sectarismo por sobre la pluralidad democrática de las ideas. Esas facciones no dudan en poner en juego todas las herramientas que estén a su alcance para llevarse por delante todo lo que no coincida con ellos: el que quiera sumarse que se sume y el que no será arrasado por la fuerza bruta.
Moreno ha sido el capitán de infinitas barras bravas, de patos vica, que trabajaban a sueldo del ex secretario para apretar, para romper, para amenazar, para intimidar, para callar. Ahora desde el llano pretende seguir asustando a la gente con expresiones como las que tuvo en ocasión de este reportaje para una radio de la provincia de San Luis.
Este también es un caso “que está a la vista”, para seguir usando la terminología del fallo de la Cámara Federal que le ordenó a Casanello investigar a los Kirchner. Que no se diga luego que la situación no era “del más elemental sentido común” como para haber actuado contra Moreno cuando el tiempo pase y nadie haga nada.
La sociedad debe recibir ejemplos de sus jueces para saber qué ocurre cuando un fascista decide atentar desde la palabra contra la paz y contra la convivencia armónica de ideas diferentes. Si se sigue dando la imagen que Moreno puede decir lo que dice sin que le pase nada, gran parte de la sociedad seguirá creyendo que, efectivamente, las controversias y los conflictos sociales pueden resolverse de manera violenta por el uso de la fuerza del que esté dispuesto a jugarla de malo.
La Justicia debe darle un corte a los que la van de malos; a los que la juegan de guapos: debe dar una señal clara que ningún acto de fuerza por más cara de malo que tenga el que pretenda imponerlo tendrá mayor impacto que el peso de la ley.
Y si alguien decide desempeñar ese rol de desafío a la convivencia armónica debe recibir la respuesta que le corresponde para que él no quede impune y sepa cuántos pares son tres botas, y para que los espectadores tengan claro cuáles son las reglas que rigen la sociedad; para que no haya dudas sobre lo que está bien y lo que está mal.
El peronismo fascista ha sido una desgracia para el país. Su pavoneo impune debe acabar. Sus prácticas mussolinianas deben ser condenadas por la Justicia para que quede claro que aquí rige la Constitución y no la voluntad del más guapo.
La Argentina está harta de este tipo de personaje de opereta que hace de la violencia y de la amenaza la moneda corriente de todos los días; que pretende imponer el atropello como modus operandi normal.
La ley debe hacerle entender a estos personajes que no importa cuán malos sean, cuán numerosos sean o cuán violentos sean: aquí nadie se va a llevar por delante a nadie por más peronista que sea. Este es otro trabajo para los jueces. Son ellos los que deben poner en vereda a los violentos para que el virus de la violencia no se propague. Esa Argentina en la que todo será peronista o no será, ya no es posible, gracias a Dios. Si Moreno no lo entendió y otros como él tampoco es hora de los jueces los notifiquen.