Aruba

Vocación por la servidumbre

“Yo espero que los argentinos no quieran ser esclavos…”, decía el presidente ayer en una entrevista con el periodista Luis Majul, casi al cierre de un reportaje en donde expresó su punto de vista sobre la situación del diputado y candidato a renovar su banca por la provincia de Buenos Aires, José Luis Espert.

¿A qué se refería el presidente con lo de “esclavos”? Majul le había preguntado sobre sus expectativas por la elección del 26 de octubre y Milei respondió apostando a su esperanza de que la sociedad, pese a los tropiezos auto provocados del gobierno, siga votando un conjunto de ideas que suponen depositar en uno mismo -y no en una estructura clientelar vendida como “ayuda del Estado”- las posibilidades de salir adelante en la vida.

Y entonces, ¿quieren los argentinos no ser “esclavos”? ¿O todavía prefieren creer que es cierta la idea de que desde el Estado alguien hará algo por ellos?

Y digo “prefieren creer que es cierta la idea que alguien hará algo por ellos” y no directamente “prefieren creer que alguien hará algo por ellos”, porque que, desde el Estado, nadie (y mucho menos aun los peronistas) hará algo por ellos es algo que ya está largamente demostrado.

De modo que lo que hay aquí es simplemente una ilusión (que fue inocentemente alimentada por una sucesión de errores incomprensibles de parte de una administración que venía a demostrar que un sistema jurídico que parte de la idea de que las personas son capaces por sí mismas de salir adelante) de que los que no entregaron otra cosa más que robo, corrupción, demagogia y crímenes van a convertirse, ahora, en el bote salvavidas que aporte soluciones al problema que ellos mismos crearon durante casi un siglo de populismo.

Más allá de lo que fueron errores muy groseros en el manejo inasible de los mensajes públicos del gobierno (entre los que el episodio de Espert es una especie de frutilla del postre) está claro que hay que formularse la pregunta de cómo un pueblo que vio las condenas de fórmulas presidenciales peronistas completas por corrupción (lease “robo”), que fue testigo de los casos Hotesur, Los Sauces, La ruta del dinero K, Skanska, Vatayón Militante, Sueños  Compartidos, Cristobal López, Axel Kicillof e YPY, Lázaro Báez y sus bóvedas, las valijas de Antonini Wilson, la muerte de Nisman, el pacto con los asesinos iraníes; que vio contar dinero negro por TV en La Rosadita; que fue testigo de que un vicepresidente diera como dirección un par de médanos en Pinamar para robarle un auto a su ex mujer, que vio pasar por delante de sus ojos los sobreprecios de la obra pública, las estancias de Báez, la patota de Moreno, la pauta K, el odio de D’Elia, el negociado de Fútbol para Todos y el de los barcos fantasmas del gas, los bolsos de López, los 5 millones de dólares en efectivo en la caja de seguridad de Florencia Kirchner, el plan Qunita, al Caballo Suárez, el Pata Medina y el gánster Moyano, Once, la entrega territorial a China en Neuquén, los cuadernos de las coimas, el respaldo a Quebracho, los ahogados (y ocultados) de La Plata, la mafia de los medicamentos, los viáticos oficiales truchos, la isla de Marchi, el triple crimen de la efedrina financiando la campaña de Cristina Kirchner, la manipulación del INDEC, el fraude internacional con el cupón de los bonos atados al crecimiento, la cuarentena, la fiesta de Olivos, los miles de muertos evitables en la pandemia, al golpeador Fernández, el yate de Insaurralde, el avión de Jaime, y cientos de otros hechos de los cuales los argentinos que hoy están habilitados para votar vieron por television en el living o la cocina de sus casas, pueden siquiera considerar la idea de votar a un partido que, encima, se da el lujo de poner como primer candidato de la lista de la provincia más importante y más grande del país a un ex terrorista, asesino de trabajadores, como Jorge Taiana y a un apologista del crimen confeso como Juan Grabois que admitió -también en vivo por televisión- que si él no tuviera trabajo saldría “de caño a afanar”.

Pero, bueno, desde el momento que así son las cosas y que los argentinos parecen dispuestos -efectivamente- a votar a ese partido, habrá que preguntarse si la sociedad no tiene una fuerte inclinación a ser esclavizada, cuando no directamente sodomizada.

Porque solo un conjunto social con un fuerte sesgo a ser sojuzgado puede creer que un conjunto de ladrones (que, de repente, no solo se para en un pedestal moral desde el que pretende dar lecciones de ética sino que también aspira a gobernarlo de nuevo) puede ser la solución a sus problemas.

Es allí donde se pone en duda la esperanza presidencial. Es más, creo que esa esperanza (que me parece que en algún momento pudo ser “convicción” en la mirada del presidente) va demostrando que es más una ilusión que una realidad.

Es posible que el presidente (que por otro lado tiene claro que su victoria fue en un ballotage) haya creído alguna vez que la sociedad perfeccionó un click definitivo hacia la idea de que en la vida uno avanza de acuerdo a sus méritos y sus esfuerzos. Pero está claro que, si la tuvo, esa percepción es errónea.

Caso contrario, la sola enumeración de los desastres peronistas de los últimos 80 años -que tomaron a medidos de la década de los ‘40 un país desarrollado que competía palmo a palmo en el comercio internacional con los grandes jugadores mundiales y que, con el paso de las décadas, no solo se convirtió en una gigantesca villa miseria sino en un territorio arrasado por el odio clasista y por la división social creada artificialmente para sacar tajada del enfrentamiento de unos argentinos contra otros- sería suficiente para que nadie se confunda y para que cualquiera pudiera diferenciar esos estragos de errores de cuya comisión nadie está exento.

Sin embargo, esa inclinación argentina por el vasallaje, le permite al peronismo (sin siquiera hacer demasiado esfuerzo) convencer a la sociedad de que cualquiera que se roba una naranja de una verdulería es igual que ellos y de que no solo los demás son ladrones de una calaña parecida, sino que éstos roban para beneficiar a un conjunto de privilegiados que quieren perjudicar al “pueblo” y a “los que tienen menos”.

Los hechos son tan contundentes, lo que ocurrió progresivamente en la Argentina desde que asumió Perón hasta hoy es tan pesado, que solo en una sociedad completamente domesticada por la demagogia del regalo (o de la ilusión del regalo) se podría estar hablando de que los estafadores aun son electoralmente competitivos.

Está claro que los ladrones recibieron ayudas increíbles de parte de quienes se suponían venían a ofrecer un horizonte superador. Que destruir es más fácil que construir supongo que nadie lo duda (y digo “supongo” porque parecería que hasta esa obviedad está en duda hoy en argentina) y que levantar los escombros de las ruinas es mucho más lento que la demolición bruta e indiscriminada, también.

Pero si a esa tarea, de por sí difícil, se le agregan “regalos” inadmisibles y obstinaciones que no tienen explicación (y que desde afuera se ven tan fácil) entonces alcanzar el objetivo será muchísimo más difícil, cuando no imposible.

Muchas veces se ha dicho en la Argentina que “esta elección es crucial”, y que “estamos frente a un momento bisagra”. Pero si alguna vez eso fue cierto, esta vez lo es mucho más. Hay fichas muy extremas que el gobierno ha jugado para mantener a flote la gobernabilidad. Y el mundo ha creído, una vez más, esas apuestas. 

Pero un resultado adverso puede ser la señal que el Universo espera para confirmar que la Argentina no tiene destino, que, lamentablemente, una porción decisiva de su electorado, siente una voraz inclinación por la mentira, por la demagogia, por el odio clasista y por el populismo. Y si esa señal llega lo que el presidente suele llamar “ideas de la libertad” serán un mero recuerdo en el país. La nación que soñó ser grande y que estuvo convencida de “los laureles que supo conseguir” para vivir “coronada de gloria” se ha convertido en un país chiquito, triste, asustado, y en el que su gente cree fervientemente que no puede llegar a nada por sí sola si no cuenta con la ayuda y la protección de un señor feudal que le prometió su cuidado eterno.

Ni el barro en el que vive, ni la muerte a la vuelta de la esquina mientras se espera un colectivo para ir a trabajar son ya suficientes para demostrar que el señor feudal es un estafador. Entre las ilusiones de creer que el futuro esta en las manos de cada uno de nosotros o de pensar que alguien resolverá nuestras vidas, hemos preferido creer esto último. 

Muchos podrán creer que Milei está por perder por culpa de Espert (o, incluso, hasta por sus propias chambonadas). Me permito dudarlo. Si no hubiera sido lo de Espert, la tenia saginata peronista habría inventado otra cosa, siempre segura de que cuenta a su favor con la invaluable inclinación del argentino por la servidumbre.

Por Carlos Mira

Si quieres ayudarnos a respaldar nuestro trabajo haz click aquí
o podes comprarnos un Cafecito.
>Aruba

5 thoughts on “Vocación por la servidumbre

  1. raúl

    Tengo la penosa impresión de que esa vocación por la servidumbre es una trágica y definitiva realidad.
    Bienvenido nuevamente. Se extrañan mucho sus editoriales.

  2. Juan

    No se si Ud.esta en el Pais o donde
    Pero aca los muchachos compañeros
    Duhalde Alperovich Jorge Yoma dan
    Clases de moral.
    El Pais sigue siendo un carro tirado x
    Una yegua. Y parece q la tierra ahora esta aun + baja para laburar.
    Las lenguas estan a full para conspirar

  3. Carlos

    La “normalidad Argentina,” resulta q
    Cierran estación. Rio de Janeiro de subte para poner lámparas leds basureros bancos y pintura .
    En un País normal cuánto demoraría
    Esto 72 hs
    Acá cierran x 3 meses
    No va andar así la cosa

  4. Hola Alberto D'Angelo

    Que listita eh? te faltó hinchadas Unidas argentinas…

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.