Los muchachos sindicalistas tienen algunas salidas que francamente hacen reír. El problema es que ellos lo dicen muy en serio y si alguien se les retoba te amenazan con romper todo.
Ahora el gobierno del presidente Macri, a través del ministerio de modernización que dirige Andrés Ibarra, se propone instrumentar un sistema de capacitación para los empleados públicos que deberán hacer cursos para ingresar –más allá de que se implementarán los concursos de aptitudes para el ingreso- en la planta estatal.
Los aspirantes a ocupar un lugar en la plantilla de la administración central, que incluye la Presidencia, los ministerios, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) y otros organismos, deberán hacer una capacitación de aproximadamente un mes para concretar su ingreso en las filas públicas.
“La misma regla se aplicará para quienes entraron el año pasado. Sucede que todos deberán pasar por una inducción de aproximadamente un mes para conocer el funcionamiento del sector público. Esa capacitación se hará mediante el cursado de seis módulos virtuales que reunirán las siguientes temáticas: Empleo Público, Estado y Administración Pública, Ética Pública, Gestión Orientada al Ciudadano, Innovación y Gobierno Abierto y Modernización del Estado Nacional. Luego deberán cumplir la asistencia a tres módulos presenciales con talleres de trabajo sobre los temas abordados a través de Internet”, informó La Nación hoy.
El punto es que en función de este nuevo sistema, los empleados comenzarán a recibir premios por su capacitación pero también penalizaciones para el caso de que no cumplan los objetivos. Se trata, como se ve, de un sistema que surge de la propia lógica de la naturaleza.
Pero la “lógica de la naturaleza” es algo que los gremialistas tienen dificultades para comprender. En tanto esa lógica de sentido común contradiga su propia lógica de la extorsión, plantearán su oposición y la eventual toma de medidas.
Aquí hay varias cuestiones curiosas que vale la pena apuntar. En primer lugar que algunos sectores no-estatales de la sociedad (que en principio deberían ser los beneficiarios de toda medida que haga que los empleados públicos sean más eficientes, más amables y estén más al servicio de la gente) suelen plegarse a las protestas de los estatales que no quieren someterse a ningún control,
seguramente por razones que no tienen nada que ver con la “solidaridad” hacia ellos sino con ingredientes de tipo político que, justamente, pretenden disimularse bajo la máscara de “congraciarse” con los reclamos de “los compañeros estatales”. ¡Pero si los “compañeros estatales” lo que no quieren es someterse a exámenes como resultado de los cuales el beneficiado vas a ser vos! ¿Cuál es el fundamento de tu “solidaridad” y de tirarte tierra encima? Únicamente el “animus jodendi” político.
En segundo lugar, algo que ya hemos comentado otras veces en estas columnas: el profundo miedo que se esconde detrás de muchos dirigentes sindicales (y también de muchos trabajadores) a “perder” lo que se tiene. Resulta obvio a esta altura que el argentino no tiene ese espíritu de fortaleza y de coraje para enfrentar solo situaciones complicadas. Al contrario, lo que parece imperar en él es la filosofía llorona del tango: “el que no llora no mama y el que no afana es un gil”.
Ese espíritu “blando” es de alguna manera disimulado detrás de una careta mal educada y muchas veces hasta violenta que, el sindicalismo particularmente, ha interpretado en innumerables ocasiones.
En tercer lugar, desde el punto de vista de la “lógica de la naturaleza”, resulta incomprensible la postura de aceptar los premios pero no las penalizaciones ¿Cuál sería la gracia de implementar un sistema de pruebas si, sean cuales sean sus resultados, todos los que se sometieron a ellas -les haya ido como les haya ido- seguirán siendo iguales?
Esta es otra de las “verdades autoevidentes” a las que los argentinos se acostumbraron y hoy en día no les es posible siquiera concebir la idea de que no todo el mundo es igual a todo el mundo.
Incluso desde el punto de vista de la justicia -que aparentemente tanto les preocupa a los gremialistas- es un disparate tratar como iguales a personas que no lo son y que así lo han demostrado en el resultado de esas evaluaciones.
Por eso es importante volver aquí a la primera curiosidad y preguntar qué hará la sociedad civil en este caso. ¿Saldrá a defenderse a sí misma o se solidarizará con “los compañeros estatales”?
Es algo similar a lo que ocurre con los maestros. Por supuesto, el impresentable ex preceptor Baradel (nunca fue maestro, gracias a Dios) ya anticipó su “te paro todo, te rompo todo” respecto de la propuesta paritaria de la provincia de Buenos Aires. Lo curioso aquí es que Baradel y, de nuevo, mucha parte de la sociedad civil, se comportan como si el gobierno fuera una empresa privada que manejara fondos propios.
El gobierno maneja fondos de terceros (justamente los de la sociedad civil) que debe cuidar y defender. Pues bien parece que parte de la sociedad civil está dispuesta a no dejarse defender para solidarizarse con los “compañeros trabajadores de la educación”.
Obviamente resulta muy difícil administrar un país tan jodido como éste. Porque es esa insuperable y magistral palabra del español la que le pone un sello de origen al argentino: es jodido, deportiva e inútilmente jodido. Solo restaría saber que ha obtenido a cambio. A juzgar por su sostenida decadencia, poca cosa, solo victorias de cartón.