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Una reflexión sobre la ignorancia ilustrada

Son muchas las muy razonables teorías que buscan en el descuartizamiento de la educación argentina las razones de, primero el estancamiento, y, luego, la completa decadencia del país.

No hay que analizar mucho para estar de acuerdo con cualquiera de las variantes de esa teoría. El trabajo constante del populismo peronista para destruir los valores del rigor académico, del mérito y del peso del esfuerzo individual en el logro de avanzar en la vida, finalmente dio sus frutos y dio nacimiento a una sociedad embrutecida, tribal y aislada de la órbita del mundo, en muchos casos, incluso, orgullosa de su ignorancia.

Las épocas de los frutos sarmientinos de la educación pública -que había hecho de la Argentina una estrella con luz propia en el firmamento en general oscuro de la incultura latinoamericana- fueron quedando en el olvido arrollados por el empuje de la brutalidad y la ignorancia.

Por eso vincular la estrepitosa caída del nivel de vida del país con ese estrago educativo no resulta difícil.

Con todo, creo que, con lo inéditamente grave que es, no es ese el problema más grave que el país tiene en materia de desconocimiento, ignorancia, incultura o como quieran llamarlo.

En mi modesta opinión, mucho más serio que el ostensible embrutecimiento del país, es la ignorancia culta de una clase dirigencial que ha sido fruto de otra de las tácticas del populismo peronista que, lejos de “embrutecer”, “ilustró” con la ilustración equivocada a generaciones y generaciones de argentinos que desde las núbiles organizaciones políticas de los colegios secundarios hasta las mismísimas estructuras de los partidos politicos han alimentado una “nomenklatura” o “intelligentsia” que ejerce hoy un poder dominante no solo en la política sino en la cultura, las artes y los medios.

Esta raza de gente no es inculta sino que, repito, ha sido inoculada con una formación intelectual funcional al populismo peronista en una tarea de adoctrinamiento sistemático que el propio Perón  consideraba esencial. (Para los que quieran ampliar hay un muy interesante discurso del General [disponible en Google o YouTube] en el que hace una especie de balance de los objetivos del gobierno peronista y en el que se queja fuertemente de que los niveles de adoctrinamiento escolar han estado por debajo de lo esperado).

Muchos de los integrantes de esta “raza” son gente incluso muy razonable (o con apariencia de muy razonable) lo cual los transforma en infinitamente más peligrosos porque uno no puede (o siente un impedimento fuerte para hacerlo) contradecirlos frontalmente, especialmente en los medios de comunicación.

Uno de los iconos de esa “raza” de gente “razonable”, “calma”, “dialoguista”, pero que, al mismo tiempo, tiene -como mínimo- una ensalada de tallarines muy confusa en su cabeza, es Emilio Monzó.

Calificado (muchas veces con razón) como un tipo ecuánime y sosegado, preparado para admitir errores propios y la razón ajena, es, en el fondo, el epítome de esta “intelligentsia” groseramente equivocada respecto de los simples palotes de lo que debe ser una democracia institucional moderna.

Ayer, como si fuera la opinión más normal del mundo -y luego de aceptar que es respetuoso de los fallos de la Justicia y que si tantas instancias judiciales han encontrado culpable a Cristina Fernández de Kirchner él no iba a discutirlo- dijo que no era partidario “de que ex presidentes argentinos estén presos porque eso es una mala imagen para el país”.

Lo dijo muy suelto de cuerpo y, creyendo que habiendo dejado a salvo el hecho de que no iba a discutir la justicia o injusticia de la prisión, podía darse el lujo de decir lo que dijo porque todo el mundo iba a tomarlo como una opinión personal más, sin mayores trascendencias.

Sin embargo, en esa pequeña intervención (que admito que muchos puedan considerar intrascendente) a mi me parece ver uno de los más (sino el más) graves problemas argentinos.

Que un “razonable” como Monzó diga que no ve bien que los ex presidentes estén presos porque eso es una mala imagen para el país, da la idea de lo deteriorado que está el mecanismo de pensamiento racional en la Argentina y hasta qué profundidades llegó el daño hecho en los pliegues mas íntimos del cerebro humano, allí donde se gestan los pensamientos abstractos que luego se transforman en convicciones.

Está claro que, como mínimo, Monzó tiene una tremenda confusion mental respecto de lo que el mundo entiende como enviar buenas o malas señales.

El mundo entiende como mala señal que un pueblo elija delincuentes para ejercer las más altas responsabilidades del país. Eso sí transmite mala imagen.

Si a Monzó le preocupan esas imágenes debería hacer algo para impedir que los delincuentes se sienten en los sillones del Estado. Y si aún así, los delincuentes llegan, lo que hacen los países correctos es enjuiciarlos y condenarlos. Es haciendo eso, precisamente, como trasmiten al resto del mundo una buena imagen.

Otro expediente sencillo para que los ex presidentes no vayan presos (si es que esa es la preocupación que obnubila a Monzó) es que no roben, que no cometan delitos mientras ejercen la función pública. Es más, creo que ese sería el camino más directo para calmar las inquietudes de gente como Monzó.

Pero, repito, si aún así un país no pudiera liberarse de los delincuentes, la mejor imagen que puede entregarle al mundo luego de haber padecido esa desgracia, es perseguirlos, juzgarlos y condenarlos. En esa instancia el mundo dirá “ese es un país serio”. Después de todo, nadie está exento de que un malviviente consiga llegar a lo más alto del poder. La pregunta es qué hacen los países una vez que los descubren.

Si eligen encubrir todo (porque meter a un expresidente preso queda mal) entonces ese país trasmitirá al mundo, como mínimo, la imagen de padecer una profunda confusion mental que, naturalmente, afectará su concepto, su seriedad y lo que el resto del universo piensa de él.

Repito: que esto lo piense y lo diga una persona no formada, irracional o, directamente, un fanático, uno puede esperarlo. Pero cuando se encuentra que así razona alguien como Monzó, dice “¡la pucha qué arruinados que estamos!

Siguiendo el criterio de gente como Monzó, por ejemplo, si el día de mañana se diera el milagro de ver caer la dictadura asesina y narcotraficante de Maduro, habría que mandar al señor que habla con los pájaros a un calmo y sosegado retiro a un lugar donde no sea molestado porque si fuera juzgado y encarcelado por todos los crímenes que cometió, eso haría quedar mal a Venezuela ante el mundo. ¡¡¡Nooooooo…!!! Lo que haría quedar mal a Venezuela ante el mundo es que, aprendido que fuera, la Justicia venezolana lo dejara libre. Eso sí hablaría mal del país, porque confirmaría que no era Maduro el que se creía por encima de la ley sino que es el pueblo venezolano el que cree lo mismo.

Entonces, más allá del tremendo daño que la “burrez” (en el sentido de sumir en el embrutecimiento orgulloso a enormes porciones de la sociedad)le ha hecho a la Argentina, es esta otra ignorancia ilustrada la más peligrosa. Y por mucho.

Aunque lleve muchísimos años, el daño educacional del brutismo puede revertirse. Pero el que ha ocasionado esta nomenklatura intelectual que se viste de razonable, que habla pausadamente y que hasta tiene destellos de civilización, es muchísimo más profundo y, por ende, mucho más difícil de solucionar.

Por supuesto queda la opción de que, lejos de no discutir los fallos de la Justicia, lo que Monzó secretamente quiera (de la manera que sea) es que Cristina Kirchner este libre. Eso sería aun más grave porque hablaría de un hipócrita que se refugia en la aparente “corrección” de un pensamiento “personal” para conseguir el ulterior objetivo de liberar delincuentes. Pero para el beneficio del debate no consideremos, al menos en este espacio, esa posibilidad.

Defender con pasión, y bajo el argumento de que el relativismo democrático le permite a cada uno pensar como quiere, ideas que son groseramente incorrectas puede eternizar el subdesarrollo y hacerlo irreversible. Es a ese otro tipo de ignorancia a la que el país debería empezar a prestarle más atención.

Por Carlos Mira

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5 thoughts on “Una reflexión sobre la ignorancia ilustrada

  1. Fulanito

    Para mí se está “atajando” ante la (desde el punto de vista de él) de que el perokirchnerismo vuelva al poder, o sea, se está “acomodando”…. aquello de “quedar bien con Dios y con el diablo”.

  2. Fulanito

    El diputado nacional de Encuentro Federal Emilio Monzó estuvo invitado en Inteligencia Artesanal: “No me gusta que Cristina esté presa. A mí me gustaría que los Presidentes de la Nación en Argentina no estuvieran presos ni estuvieran perseguidos. Los políticos tenemos un problema: se ha judicializado la política y eso es un problema porque se pierde el equilibrio de poder si se judicializa el rol del político”

  3. Fulanito

    “…ante la PROBABILIDAD (desde el pun…)”

  4. Anónimo

    Game over , lamentablemente somos un país irrecuperable

  5. Guillermo

    Excelente columna. El problema de Argentina no es que se judicializó la política. Todo lo contrario, el peor problema del país es que se politizó la justicia -y desde hace ya muchos años-.

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