Aruba

Un gobierno inconstitucional

Lo que ocurrió ayer a partir del fallo de la Corte Suprema que reconoció que el caballo blanco de San Martín es blanco, es decir, que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es, efectivamente, autónoma, ha servido para poner en blanco sobre negro qué tenemos enfrente los argentinos.

La impresentable vicepresidente dijo que el fallo era una nueva forma “de golpe contra las instituciones”.

El presidente lacayo dijo “dicten las sentencias que quieran, nosotros vamos a seguir haciendo lo que tenemos que hacer”.

El ministro de justicia acusó de asesinos a los jueces y les preguntó si se iban a hacer cargo de los muertos. (¿Se hará cargo el ministro de justicia de aquellos que murieron porque ellos se robaron las vacunas?)

Se trata de expresiones que confirman que estamos frente a un gobierno inconstitucional o un gobierno de facto, si ustedes prefieren.

El kirchnerismo cree que en la Argentina está vigente un sistema que no está vigente. Por lo tanto gobierna de hecho como si ese sistema existiera y se enfurece cuando alguien le recuerda que está equivocado.

En efecto, fiel a su concepción militar de la existencia, cree que todo su problema consiste en ganar las elecciones (aunque sea por un voto, como dijera su prócer máximo, Néstor Kirchner) porque ese triunfo se asimila a la victoria en una guerra: el vencedor lleva todo, el perdedor nada.

Durante años las ensoñaciones de gente cómo esta los llevó a ilusionarse con la toma efectivamente violenta del poder para que la victoria se pareciera aún más al triunfo bélico.

Pero el fracaso de esas intentonas  llevó a los sucesores de aquellas generaciones a cambiar de táctica.

Su fracaso militar y el hecho de que el mundo ya no acepta que un grupo de iluminados con fusiles tome el poder de un país por la fuerza, hizo que se replantearan las tácticas de acceso al gobierno .

Las elecciones pasaron a ser ineludibles, entonces, todo el esfuerzo debía concentrarse en dos objetivos: 1) convencer a grandes masas de personas que la democracia son las elecciones; que lo verdaderamente democrático es el triunfo en unas elecciones, y 2) ganar las elecciones.

Según este esquema las elecciones son el método para elegir un mandamás dueño de todo el poder del pueblo; es más, ese mandamás sería la encarnación del pueblo, cuando no el pueblo mismo.

Nada debería haber por encima de la voluntad del mandamás porque el mandamás es el pueblo; su voluntad es la voluntad del pueblo.

El kirchnerismo no solo tiene esta concepción del poder sino que no acepta el hecho de que ese no es el sistema que rige en el país.

Por lo tanto el golpista, el que desconoce las instituciones reales de la Argentina y se rebela contra ellas es el kirchnerismo.

El único que protagoniza golpes contra las instituciones es el kirchnerismo no aceptando la arquitectura constitucional que rige en el país.

¿Y que dice, pues, esa arquitectura constitucional? 

Dice que los ciudadanos o las autonomías estaduales que conforman la confederación argentina pueden recurrir a la justicia cuando entiendan que el gobierno federal viola sus derechos.

Toda la Constitución argentina es una gigantesca construcción jurídica para limitar el poder del gobierno federal, primero en resguardo de los ciudadanos y luego en resguardo de todos los poderes que los estados provinciales reservaron para sí al momento de congregarse en la federación. (A propósito, de allí viene que la Argentina tiene Congreso y no Parlamento como suele decir la desbordante de ignorancia vicepresidente de la nación)

Ese esquema es un anatema para el kirchnerismo; su antiCristo.

A su vez esas instituciones dicen que cuando el conflicto es entre un estado provincial y el estado nacional, la Corte Suprema es el tribunal con competencia originaria para resolverlo.

Eso es lo que ocurrió con la presentación de la Ciudad por la cuestión de las clases presenciales, dado que la regulación de la educación en la Ciudad fue una facultad que el distrito se reservó para si dentro de la federación.

De allí que no puede calificarse con otro término que no sea la ignorancia el comentario presidencial sobre que “él es el presidente de toda la Argentina y por lo tanto su poder está por encima de las autoridades de Buenos Aires”.

Si no fuera que uno sabe que este impresentable se dirige al conjunto de incautos que, desde su ignorancia, lo siguen sosteniendo, debería mandarlo de nuevo a la facultad. Y si me apuran un poco, al colegio.

El gobierno federal, el presidente, la vicepresidente y todos los que están debajo de ellos están sometidos a la supremacía de la Constitución. Todo el que se alza contra esa supremacía comete el delito de sedición y el que aspira a reunir la suma del poder público, el de infame traidor a la patria.

Si está tan seguro de que los argentinos prefieren el sistema que ellos propugnan, los kirchneristas deberían quitarse la careta y decirle en la cara a la gente que proponen un sistema de gobierno militar, completamente verticalizado según el cual la única fuente de legitimidad democrática son la elecciones y que el que gana las elecciones someterá a todo el mundo a su única voluntad, sin derecho a defensa alguna.

Que lo digan, que lo sostengan abiertamente y que se hagan cargo del resultado.

Pero desenvolverse como si en la Argentina rigiera una autocracia de pensamiento único en donde el que contradice ese pensamiento será llevado por delante, pisado, desconocido o directamente encarcelado, constituye un delito en los términos de los artículos 22 y 29 de la Constitución.

Por eso si hay un golpista en la Argentina, es el kirchnerismo; si hay un movimiento que se alza contra las instituciones es el kirchnerismo y si hay alguien que debe hacerse cargo de las muertes provocadas por la pobreza generada por esa infamia son ellos, no los que defienden la verdadera democracia.

Por Carlos Mira

Si quieres ayudarnos a respaldar nuestro trabajo haz click aquí
o podes comprarnos un Cafecito.
>Aruba

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.