El gobierno de Fernández tiene todos los elementos para llevarnos a una situación grave, todos los números de la rifa, en el sorteo del desastre.
Para eso cuenta con algunos elementos distintivos -muchos de los cuales hacen sentir orgullosos a los integrantes del gobierno- que cuando se han combinado en un mismo sitio en la historia humana, han dirigido a ese lugar, justamente, al precipicio.
Los casos de grandes éxitos de la humanidad están a la vista y sus elementos no son secretos: forman parte de un abanico de herramientas conocidas y que, en muchos casos, no son otra cosa que la expresión del simple sentido común.
En materia económica, por ejemplo, los países que han tenido éxito han hecho algo muy simple: han premiado el éxito (o, como mínimo, no lo han castigado). En muchos casos han ido más allá y
-fundados en convicciones mayormente religiosas- han condenado el fracaso (o, como mínimo, han hecho que el fracaso se vea mal y que el fracasado también). Ya sé que a nuestra cultura le puede parecer muy fuerte semejante cosa. Pero a fuerza de mirar mal al fracasado han logrado que nadie quiera serlo, por lo tanto tienen pocos fracasados. Al lograr trasmitir un ambiente cultural de “miedo” al fracaso, la gente se esfuerza por no caer en él. La suma de millones de esfuerzos redunda en éxito colectivo.
Todo este relato es medio perogrullesco, pero parecería que en la Argentina es necesario repetirlo: ¿Cómo se evita el fracaso? Obvio: teniendo éxito.
La Argentina ha seguido en esta materia un camino opuesto al del sentido común. El país castiga el éxito y al exitoso. ¿Cómo? Generalmente con la aplicación de una progresividad impositiva cruel que, sin embargo, se vende como “solidaria”.
Obviamente hay otras formas de castigo al éxito y al exitoso que se desarrollan más en el plano sociológico y moral (como la envidia, el resentimiento, la mala prensa, el señalamiento… En ese sentido, es muy curiosa la etimología de la palabra “envidia”. “Envidia” viene de “in-vIdeo” que quiere decir “viendo”… Es decir, para “envidiar” tengo que “ver” ¿Qué cosa? Lo que tenés. Si “in-video” que tenés mucho, te “envidio”) pero aquí queremos centrarnos en la materialización económica de ese castigo. Obviamente que esa materialización tiene un origen cultural y sociológico, pero siempre termina de modo concreto en una expresión económica.
Esa expresión son los impuestos. Los impuestos son la vía para castigar al que tiene. También aquí, para aplicarte un impuesto tengo que “ver” lo que tenés… Si tenés mucho te castigo impositivamente. El impuesto abusivo tiene un fondo cultural envidioso.
Pero… un momento:
-‘para tener lo que tengo me esforcé, trabajé, fui creativo, quise ser exitoso en lo mío…’
– ‘Ese fue tu pecado, mi viejo: querer ser exitoso en lo tuyo…’‘Este país castiga el éxito y aquí tenés tu merecido, te vamos a meter 170 impuestos y nos vamos a quedar con más del 65% de lo que producís’.
Por lo tanto, en materia económica, el gobierno del fernankirchnerismo maneja todas las herramientas para que la Argentina siga hundida en el fracaso: no estimula el éxito, no incentiva a las personas a que sean exitosas (al contrario: las señala con el dedo acusador), estimula la limosna y el clientelismo y busca dividir la riqueza en lugar de multiplicarla. El “éxito” de su fracaso está asegurado en ese terreno.
También, en general, los países que son ejemplo de éxito material en el mundo, se manejan con ciertas normas en materia de comportamientos. Muchos de esos comportamientos tienen que ver con el sistema de premios y castigos a ciertas conductas sociales.
En ese sentido, la ministra Frederic, de seguridad, acaba de dar sobradas muestras de querer volver a impulsar la ideología de su maestro Zaffaroni en materia de delincuencia. Nuevamente los delincuentes serán vistos como las víctimas de una sociedad cruel que, en persecución del éxito material, los margina como fracasados. Ellos, ante ese dilema, salen a delinquir para quitarles a los demás lo que ellos les quitaron primero. El accionar de los delincuentes es, en cierta forma, una forma de justicia de hecho que castiga (por la vía de robarle lo que tiene a quien lo tiene) a aquellos que marginaron a esas pobres víctimas. Este es el centro gordiano de la idea que va a guiar al gobierno del fernankirchnerismo en esta materia.
No hacen falta muchas luces para ver la conexión entre el primer punto que tocamos aquí (el castigo al éxito y al exitoso) y el segundo, es decir, la concepción sobre la seguridad. El que el exitoso también tenga que bancarse que lo roben (o que incluso lo maten) es otra forma del castigo que se le aplica.
¿Adónde irá a parar un país con estas políticas? A la mismísima mierda, allí es a donde va a ir a parar.
No se puede salir de la pobreza idolatrando el fracaso. Al fracaso se lo idolatra por la vía de castigar al éxito y al exitoso. Al éxito y al exitoso se lo castiga con impuestos y con los delincuentes sueltos en la calle para que lo roben y lo maten.
Como se ve es una concepción profunda de la vida muy entrelazada, muy compacta y homogénea: la idolatría del fracaso y de la pobreza. Solo una pregunta retórica para terminar: ¿Qué alcanzan los países que idolatran el fracaso y la pobreza? Sí, sí, adivinaron…