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Sin revancha para el partido final

¿Qué estarían dispuestos a hacer ustedes si estuvieran frente al último partido de su vida? No hay más fases de grupos. Se acabaron las sumas y las restas. La cosa ha quedado reducida a esto: o se avanza o se termina todo. 

¿Qué estarían dispuestos a hacer si estuvieran frente a esa situación?

Ese partido final le ha llegado a la Argentina. Postergado miles de veces porque la abundancia del país siempre le daba una oportunidad más para estirar una situación irreal, ilusoria, mentirosa, ahora se ha llegado a esta instancia definitiva que ya no es susceptible de ser expuesta a otra postergación: el partido entre la mentira y la verdad finalmente se esta jugando; el partido entre los que creen que es posible forzar los hechos para vivir mas allá de las posibilidades que el propio país genera y los que creen que eso es una fantasía y que hay que vivir de acuerdo a lo que se produce, ya no tiene más  prórrogas: es indefectible jugarlo ahora.

Por supuesto que la primera reacción de los que creen en la fantasía (y enseguida vamos a dar nuestro punto de vista sobre porqué creemos que esa gente sostiene esa postura artificial) ha sido apostar a una nueva prórroga; a hacer como que las cosas seguían siendo como fueron siempre en la Argentina y que, pasados los fuegos de artificio de una elección, rápidamente se volvería a lo que ocurrió toda la vida.

Pero esta vez la elección la ganó alguien que no está dispuesto a suspender el partido final una vez más. Apoyado en una sólida mayoría electoral que parece opinar lo mismo, el presidente ha dado claras señales de que este es un trance definitivo: de aquí el país sale con una de las dos huestes derrotada para siempre. Aquí, o muere el proyecto de vivir en una ilusión mentirosa o muere el proyecto de vivir de acuerdo a la realidad. No hay vueltas. Es el partido final.

Ese partido tiene condimentos. No se trata solamente del enfrentamiento entre dos concepciones antagónicas. Una de esas concepciones (que aquí vamos a llamar, por ser buenos, “utópica”) defiende lo que defiende no porque la anime un horizonte de ideales perfectos, sino porque levantó un edificio que consistió en convencer a la gente de que sus vidas no valían nada sin la acción del Estado (es decir de una élite que se adueñó de sus sillones. Porque aclarémoslo una vez más: el Estado no es una entelequia celestial que desciende del Paraíso para distribuir la felicidad en la Tierra. No: el Estado son personas. Personas de carne y hueso como cualquiera de nosotros cuya única diferencia con los demás mortales es que se han apoltronado en un lugar con acceso a dinero publico y a privilegios establecidos por una legislación que ellos mismos dictan).

Apalancados en esa situación preferencial esas personas que “son y fueron” el Estados en la Argentina construyeron una realidad según la cual los contornos de la vida individual no serían decididos por las personas individuales sino por esa élite que prometía entregar la seguridad del futuro a cambio de la entrega del derecho de los ciudadanos a decidir por sí mismos.

Detrás de ese bombardeo subyacía una idea bastante indigna pero que -ya sea por comodidad o porque les resultó simpático creer que, efectivamente, alguien se encargaría de ellos- la gente (o una mayoría social electoralmente decisiva) compró.

Esa idea sucintamente explicada consistía en clavar en el cerebelo argentino el concepto de que sin el Estado las personas, por sí mismas, prácticamente no servían para nada.

Sí, sí, así como lo escuchan. Por más increíble que resulte o por mas dispuestos a discutirlo que estén los que se den por aludidos, detrás de la idea del Estado Benefactor subyace el concepto de que, sin el Estado, las personas no pueden arreglárselas solas.

Detrás de las incontables “agencias de ayuda”, la élite armó colosales negocios cuyos dividendos embolsó por décadas. Ganaba las elecciones con el verso de la protección sensible y del Estado presente y al mismo tiempo se llenaba de oro con los hechos corruptos que se perfeccionaban detrás de cada ventanilla pública con nombre demagógicamente simpático.

Como les pareció poco todo aquello, una dama llena de odio y resentimiento (enraizado en sus propios orígenes turbulentos), acuñó la frase de que “detrás de cada necesidad había un derecho”, como si efectivamente, cada ocurrencia humana generara de inmediato una correlativa obligación para que alguien la materialice.

Nunca en la historia humana se configuró una matriz de fantasía mayor que esa: la idea de que cualquier sector podia reclamar lo que se le ocurriera y que la fuerza compulsiva del Estado  respaldaría ese reclamo trasladando a otros la obligación de convertirlo en realidad. Magia.

El país vivió preso de esa magia casi un siglo. Pero como la magia no existe, tuvo que pagar el costo de creer que sí existía. Por supuesto, mientras los ciudadanos pagaban ese costo (medido en pobreza, en un fenomenal descenso del nivel de vida, en una caída nunca vista en la historia universal de un país que, mezclado con las primeras potencias del mundo, aparecía ahora en el lote de los miserables) la élite que había generado la realidad virtual, se llenaba de oro.

Repetimos: las bendiciones con las que la naturaleza dotó a la Argentina hicieron posible que eso que no era otra cosa más que un desafío a la ley de gravedad, perdurara en el tiempo mucho más de lo que las leyes de la física le hubieran permitido a cualquier otra nación.

Pero finalmente, las leyes de la física se imponen. Frente a esa aparición súbita de la realidad, la primera reacción fue la negación y la segunda la de suponer que todo sería igual que siempre y que, pasadas las emociones de una elección, todo volvería a la “normalidad”.

Pero esta vez, del otro lado, hay un talibán con el que la nomenklatura no contaba. Un talibán cuyos planetas parecen estar alineados con los de una sociedad harta de que la engañen y de que la roben.

El brulote kirchnerista cebó de tal manera a la élite que realmente pensaron que ya podían hacer cualquier cosa y que el lavado cerebro argentino no se daría cuenta o que se lo permitiría, cualesquiera fueran las consecuencias.

Sin embargo la grosería fue tan grande, la obscenidad corrupta alcanzó una magnitud tal, que una mayoría social electoralmente decisiva puso un punto final y le entregó el poder a un militante del anti-Estado.

Notificados de que esta vez va en serio y de que no habrá  mañana para el que pierda este partido, han comenzado una tarea de resistencia a lo que votó el pueblo como no se registra, no solo en la historia argentina sino, probablemente, en la historia humana. Cero ley para seis meses de gobierno y proyectos para empiojar todo. 

También han mandado al frente a su infantería de delincuencia -encabezada por el cabo Grabois (siempre listo para llevar a la práctica la frase del guerrillero chileno Ronald Rivera que muy explícitamente dijo “La subversión debe hacerse con delincuentes, porque son los únicos no comprometidos con el sistema: los obreros luchan solamente por aumentos de sueldo, y los estudiantes son pequeños burgueses jugando a la política; es en el hampa donde está la cuna de la revolución”) y por otros marginales que la juegan de lúmpenes pero que son millonarios (como el procesado Belliboni, Pérsico, Menéndez o Alderete)- y a su retaguardia de espías disfrazados de funcionarios de segunda o tercera línea aún incrustados en los escritorios de los ministerios recibidos del kirchnerismo y de La Cámpora.

Toda esta masa de gente conformada por delincuentes, ideólogos, dinosaurios del socialismo, buscas de cuarta que encontraron en el tongo del Estado presente un yeite para vivir sin trabajar, políticos demagogos que descubrieron en el populismo una manera de vivir como reyes a expensas del Tesoro Público, está dispuesta a todo con tal de no perder el partido final.

Del otro lado el talibán del libertarismo esta dispuesto a morir (creo que hasta literalmente) antes de dejarse doblegar por esta mafia. 

En el medio hay una sociedad sometida a una prueba de fuego. Castigada por un ajuste feroz (necesario para viajar de la fantasía a la realidad) pero hastiada de que le mientan y la roben tiene en las manos de su paciencia el fiel de la balanza.

Es su voluntad la que enviará un mensaje final a politicos “border” que por pusilanimidad, bajezas, conveniencias menores o convicciones antiguas, siguen oscilando entre defender el Antiguo Régimen o dar sus votos para que el cambio se opere.

Si ese puñado de legisladores ve una sociedad decidida a no volver atrás mas allá de los costos del cambio, es probable que, paradójicamente por su propia pusilanimidad, entregue el diferencial que el presidente necesita para tumbar las columnas de la decadencia. 

Si, al contrario, esos cobardes creyeran ver flaquezas en la ciudadanía no dudarán en votar a favor de la persistencia de lo que siempre fue: son tan pequeños que la valentía les pasa a muchas leguas de su insignificancia.

Como sea, el partido final no tiene revancha. Con los protagonistas que tenemos, está lanzado y quien lo pierda no jugará  más, sea ese jugador la libertad o la servidumbre.

Por Carlos Mira
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>Aruba

9 thoughts on “Sin revancha para el partido final

  1. Carlos

    Escribo este comentario el 7 de Junio q es
    El Dia del Periodista q casualmente fallecio Don Bernardo Neustadt en 2008
    Alguien q al igual q Ud. Intento q muchos
    Argentinos pensaran y lograr un cambio
    Desde ese gran programa q fue TIEMPO
    NUEVO. Desde ya q lo pase feliz !!!

  2. M Sierra

    Brillante!!
    Creo que nuestra sociedad debería lograr salir del closed.
    Animarse a desarmar lo que lleva tantos años de equivocados prejuicios y tomar las riendas del futuro.
    El camino es por la justicia viciada desde la política!!
    Existe futuro si tomamos la decisión!

  3. Carlos Alberto Ferrón

    Excelente letra estimado Carlos. Amigo, Jefe, guía de tantas horas compartidas en tierras lejanas.
    Me encantó tus comentarios y creo que todos debemos seguir apostando por el cambio positivo apoyando fuertemente la política actual para salir del pozo al que nos arrastraron o el que llegamos, es así, ” libertad o servidumbre” (punto final).

  4. Guillermo

    Yo, cuando hice la colimba juré, defender a la PATRIA, hoy soy una persona grande y estoy cada vez más convencido que así debe ser. Sostengo mi juramento y esta FINAL la ganaremos!!!

  5. Fulano

    Creo que el Presidente debería (si es que fuera legalmente posible, lo desconozco) ADELANTAR las elecciones legislativas. Me gustaría una reflexión suya al respecto. Gracias

  6. Jorge Carsellé Maciel

    Demasiado payasesco el escrito. Ese partido final siempre lo gana el pueblo y no los amanuenses pagos, bien pagos, que apoyan idioteces. Desde el 16 de junio del ’55 están intentando llegar al partido final, y siempre, SIEMPRE pierden por goleada. Se les acabará la existencia terrenal, y el peronismo, PERONISMO CON MAYÚSCULAS seguirá ofreciéndole al pueblo la felicidad que el capitalismo les quita, y los regímenes feudales son los que están en extinción.

  7. Juan

    Quizas Don Maciel no conozca la palabra
    DEMAGOGIA ya lo instalo Duhalde con
    Sus “manzaneras” pero tambien lo hizo
    Alfonsin con sus CAJAS PAN . La gente debe vivir de su trabajo.
    Recuerdo gente veterana q hacia sus huertos con sus hijos. Maciel Ud vive
    Equivocado nadie le tiene q regalar nada debe ganar con su trabajo

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