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Sin orden no habrá progreso

El cantante (?) L-Gante protagonizó ayer, en la localidad de Roque Pérez, un nuevo hecho que lo llevó al centro de las noticias cuando, luego de un recital que dio allí, decidió hurtar la moto de un policía que integraba la custodia que intentaba liberarle el camino para que pudiera salir de la ciudad.

En efecto, terminado el espectáculo, se dispuso que una brigada de policías abriera el paso a la camioneta BMW del artista (?) mientras otros lo seguían por detrás.

En un momento, después de conducir muy rápido, L-Gante detiene la camioneta y se sube a una moto que hasta ese momento manejaba otro integrante de su círculo. La policía entonces empieza a seguir tanto a la moto como a la camioneta -que iba detrás- hasta que, al llegar a una rotonda y frente al agrupamiento de bastante gente en el camino, la caravana se detiene. Cuando los policías se bajan de sus motos para despejar la ruta, L-Gante decide subirse a la moto de un oficial inspector para seguir su camino. Cuando la policía lo detiene, simplemente le labra un acta.

Todos los fines de semana, en decenas de partidos de fútbol, vemos cómo las reglas que los jugadores deben seguir para manejarse en la cancha (especialmente con el arbitro mientras este hace los chequeos VAR) son sistemáticamente violadas sin que pase nada. Obviamente, la llamada “zona de capitanes” (por la cual solo los capitanes de los equipos pueden hablar con el árbitro) fue un chiste que duró un suspiro en el fútbol argentino.

Todos los santos días la rea Fernández de Kirchner viola las condiciones de su prisión haciendo uso y abuso de privilegios de los que no podría gozar estando presa (teléfonos, redes sociales, visitas, apariciones virtuales y presenciales en público en mítines politicos, etcétera, etcétera) y no pasa nada.

En cualquier otro país civilizado L-Gante hubiera ido a dar de bruses contra el piso, esposado y preso por lo que hizo, 3 o 4 jugadores terminarían expulsados en cada partido y Kirchner terminaría en una celda común por violar los límites del favor privilegiado que se le concedió.

Es decir, en otros países quienes tienen la autoridad para poner las cosas en orden y a las personas en caja, la ejercen: restauran el orden y toman decisiones respecto de las personas que lo violan.

En la Argentina no sucede eso: L-Gante sale de su bizarra locura con una simple “infracción”, los jugadores consiguen sus objetivos de influir en las decisiones arbitrales sin que les pase nada y la presidiaria se burla hasta de otros presos que, en su misma condición, no disponen de los privilegios de los que ella se abusa.

Esa disociación entre lo que las normas dicen que debería ocurrir y lo que ocurre en la realidad es uno de los problemas más complejos que tiene la Argentina.

El país ha decidido vivir bajo una de las combinaciones más delirantes que cualquiera se haya podido imaginar: dictar, por un lado, un sinnúmero de disposiciones que empastan la vida cotidiana de aquellos que, en principio, son leales y tratan de cumplir; y, por el otro, permitir arbitrariamente que algunos personajes puedan no cumplir esas reglas y hacer lo que se les cante.

Ese extraño coctel de híper legislación e híper incumplimiento da como resultado un país completamente esquizofrénico que funciona como esos artefactos a los que se les descompone el termostato y pierden toda noción sobre la prestación que deben entregar porque su unidad de medida esta completamente distorsionada.

Mientras esta anomalía no sea solucionada, la gente seguirá “funcionando” como el artefacto al que se les descompone el termostato: entrará en una anarquía o una anomia con la que es muy difícil convivir normalmente.

Salvo extremos muy excepcionales, los problemas que surgen en la mayoría de los países son de naturaleza muy similar: violaciones a la ley, abusos, desigualdades, restricciones a la libertad, atropellos, organización comunitaria… En fin, si bien hay diferencias culturales, de tradiciones, sesgos y hasta costumbres derivadas de las distintas religiones, las reacciones espontáneas de los seres humanos frente al miedo, lo desconocido, la injusticia, el trabajo, etcétera, son más o menos similares.

Por lo tanto los países no se diferencian tanto por los problemas que tienen sino por lo que hacen cuando los problemas se presentan.

Tipos como L-Gante, jugadores de fútbol ventajeros y presidiarios en situaciones de privilegio como Kirchner que quieren incluso abusarse de sus privilegios, hay en todos lados.

El tema es qué hacemos con ellos y cómo reacciona la Ley y la Justicia cuando ellos deciden violar el orden. Es en ese punto en donde los países se diferencian y es allí donde deben buscarse las explicaciones de por qué unos avanzan y otros se estancan o retroceden.

La Argentina es un caso a su vez especial porque, como decíamos antes, es de los países que más creen en la idea de que todo se resuelve escribiendo leyes y de los que más permite la violación “legal” de las leyes. Entonces estamos en el peor de los mundos: leyes supererogatorias y comportamientos suberogatorios, es decir una legislación que exige (o pretende) que los seres humanos se comporten como ángeles y seres humanos que se comportan como delincuentes (y a los que no les pasa nada por ello).

Entonces que una sociedad conserve una media de cordura razonable cuando todos los días se enfrenta a esta disyuntiva contradictoria en la que se mezclan ideales legislativos cuyo cumplimiento a unos se les reclama duramente y a otros su violación se les perdona a la vista de todos, es muy difícil.

Si bien en esto seguramente no van las cuestiones urgentes que desesperan a quien no alcanza a comprar los remedios que precisa en los últimos días del mes, si no se atienden rápidamente estas incoherencias el problema económico -crease o no- se profundizará aún más: un país es el resultado de un montón de variables que deben funcionar acompasadamente para que de ese funcionamiento surja un orden espontáneo que estimule la creatividad, la innovación y el trabajo. En ese ambiente la inversion será más fácil y con ella llegarán el progreso, la prosperidad y la holgura para no solo comprar los remedios a fin de mes sino tener un nivel de vida disfrutable y sosegado.

Sin esos “termostatos” iniciales que hacen que los “artefactos” funcionen bien, la Argentina seguirá así, a tientas y a locas, sin saber lo que está bien y lo que está mal y quiénes hacen el bien y quiénes el mal.

Por Carlos Mira

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One thought on “Sin orden no habrá progreso

  1. raúl

    Leía hoy”” las condiciones de detención en la CÁRCEL del expresidente Sarkozy, condenado a 5 años, aún con su apelación pendiente y sin privilegios, y me invadió un profundo asco por lo nauseabundo de la “justicia” obscena de nuestro país. Ah, y tiene 70 años, nada de domiciliaria ni invento de “enfermedades”, como la ridiculez de la presunta probabilidad de muerte súbita de Lázaro Báez. Algo absurdo por definición, si es súbita es imprevisible. Pero estos delincuentes se aferran a cualquier estupidez para burlarse de nosotros.
    Párrafo aparte para el nauseabundo TOF 2, vergonzoso por donde se mire. Ni un gramo de dignidad, y se dejan humillar por una rea desquiciada y condenada.
    Así, nuestro destino es la cloaca.

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