Alberto Fernández sigue entregándonos cápsulas invaluables de cómo entiende la vida y del profundo conflicto que tiene con cuestiones simples que tienen que ver, no con la alta política o la economía, sino con el simple sentido común y hasta con la aún más primitiva cronología.
En efecto, en otro de sus inefables spots de campaña, nos dice que llega para entregarnos todo “hoy”, que en su gobierno el resultado se verá “ahora” y que si “te queres dar un ‘gustito’ debes “dártelo ahora”.
Se trata de un síntesis de lo que ha sido la Argentina de las ultimas siete décadas: un máquina imbatible de consumir stock de capital pensando sólo en el momento y no perdiendo un solo segundo en poner la vista en las generaciones posteriores.
Fernandez se burla de los gobiernos que piden sacrificios, de los que apelan al esfuerzo y de los que hablan de la reconversión de los trabajos.
Es la antítesis de la idea sobre la que se fundó el país a partir de la Constitución de 1853 y de lo que pensaron y pusieron en ejecución las mentes brillantes que la siguieron, invirtiendo todo en la Argentina del futuro sin pensar en ellos mismos.
Fue el país de los Mitre, de los Sarmiento, de los Avellaneda, de los Roca.
Lo que ocurre es que el concepto es tan extraordinario y el país tan naturalmente rico, que muchos de ellos y sus contemporáneos, pudieron ver, ellos mismos, la cosecha de la siembra.
Pero estos conceptos embrionarios de la inteligencia están completamente fuera del alcance del entendimiento de Fernández. Como todo burro ignora los palotes de la existencia.
Sería bueno preguntarle a Fernandez -si como él dice es verdad que no viene de cuna de oro y “es un tipo común”-qué hicieron sus abuelos o sus bisabuelos cuando llegaron a esta tierra, seguramente desde España.
¿También habrán dicho -como dice él- que todo hay que apostarlo al “hoy”? ¿O habrán pensado lo contrario y gracias a eso Fernández puede ser lo que es hoy?
Su spot también nos aclara que no comprende bien lo que ocurrió en el país que lo tuvo a él en la cima del poder.
Contrariamente a lo que dice en otro de sus spots, ni Kirchner -ni mucho menos él, claro está- hicieron nada para producir lo que ocurrió aquí básicamente entre 2003 y 2007.
Ese país fue otro clásico efecto de la secuencia “siembra/cosecha” que Fernández no acaba de comprender.
Esa cosecha fue el resultado de dos siembras anteriores, completamente ajenas a Kirchner y a Fernandez: al espectacular proceso de inversiones en infraestructura de los ‘90 y a la tremenda devaluación y pesificación asimétrica de Duhalde.
Eso y la monumental combinación de factores externos favorables, produjeron la bonanza 2003-2007.
Ese período ocurrió a pesar de Kirchner y Fernandez y no por ellos.
Al contrario, producto de la misma lógica y casi en sentido inverso a lo que ocurrió inmediatamente luego de sancionada la Constitución, el sistema de ideas del kirchnerismo (si es que lo puede llamar así) era tan malo, que aún pese a la siembra de los ‘90, a la devaluación de Duhalde y a las ventajosísimas condiciones internacionales, los argentinos contemporáneos de Kirchner y de Fernandez, empezaron, ellos mismos, a sufrir sus consecuencias, teniéndose que mentir las estadísticas públicas, a robar los fondos privados de pensión, y comenzar a despuntar una inflación y una pobreza de la que no nos liberamos hasta hoy.
La secuencia “siembra/cosecha” es una ley ineludible de la vida. Elegir a Fernández es rebelarse contra la lógica del Cosmos. Y esas rebeliones la Naturaleza las hace pagar con furia.
Durante en primer gobierno de Macri, la Argentina sembró en una amplia variedad de frentes.
La destrucción kirchnerista era tan grande -y los propios errores del gobierno tan obvios- que impidieron ver a los argentinos contemporáneos de la experiencia, los frutos de esos esfuerzos.
Pero si el gobierno aprendió algo y la sociedad no vota a un delirante que desconoce los procesos más primitivos de la existencia (acompañado, además, por una delincuente que debería dar cuentas de dónde está el dinero generado durante la bonanza internacional de su gobierno) el país tendrá la oportunidad por primera vez en 100 años de cosechar lo que sembró, sin que a una siembra siga una depredación.
En manos de esa esperanza estamos. No es mucho teniendo en cuenta cuál hondo caló en la conciencia argentina el desatino peronista que vuelve a proponer Fernández. Pero la esperanza está y es lo último que debe perderse.
Pingback: Homepage