Hoy se cumplen 75 años de la victoria aliada en Europa y de la caída definitiva del experimento nazi. Es un día de festejo, particularmente en Gran Bretaña que, luego de que el pusilánime de Naville Chamberlaine, fuera desplazado y el país se convenció de la amenaza aria, comenzó una larguísima lucha -con el abierto apoyo norteamericano, aun antes del D Day- para enfrentar las aspiraciones imperiales de Adolf Hitler.
Con la victoria en Europa comenzó una nueva etapa en el orden mundial, caracterizada por el desembarco institucional de los Estados Unidos en el Occidente continental y la ocupación comunista de la URSS en el oriente.
Fueron las bases del comienzo de la guerra fría y de un determinado tipo de orden mundial, con el nacimiento de dos “superpotencias”, tal como 100 años antes lo había previsto Alexis de Tocqueville. Esas superpotencias apoyaban sus reales en filosofías bien diferentes y en realidades económicas diametralmente opuestas. Solo el poderío militar de ambas mantenía el equilibrio.
EEUU desembolsó el Plan Marshall en los países europeos que habían quedado bajo su influencia (UK, Francia, Italia, Alemania Federal, Holanda, Dinamarca y Bélgica) y Europa occidental inició un fenomenal camino de progreso, de orden y bienestar que luego se tradujo en la constitución de la NATO y del Tratado del Acero y del Carbón firmado por Francia, Alemania e Italia, el embrión de la Comunidad Económica Europea, primero y la UE, después.
Del otro lado, la URSS copaba Alemania Oriental, Polonia, Hungría, Bulgaria, Rumania, Checoslovaquia y Yugoslavia (más las repúblicas antes independientes que había anexado a su imperio interno, como Estonia, Latvia, Ucrania, Letonia, etc) con un sistema militarizado de yugo comunista respaldado directamente por los tanques como sucedió tanto en Praga como en Hungría sobre fines de los ’50 y en los ‘60. Ese bloque constituyó el Pacto de Varsovia como oposición a la NATO y el COMECON como pretendida oposición a la Comunidad Europea.
No hace falta explicar mucho -porque las evidencias saltan a los ojos- cuál fue el bloque que progresó, que alcanzó los niveles de vida y confort en los que el ser humano creció y se desarrolló en libertad.
Para ese mismo momento, la Argentina acumulaba una riqueza excepcional. Proveedora de los países en conflicto, participaba de más del 3% del comercio mundial, (es decir de cada U$S 100 que se comerciaban en el mundo entero, U$S 3 eran argentinos; hoy, para tener una idea, no llega a 30 centavos).
El país había interrumpido su continuidad constitucional en 1930 pero la conflagración mundial lo sorprendió ya “ordenado” nuevamente bajo la presidencia de Roberto Ortiz. La muerte del presidente y su sucesión por el vicepresidente Castillo constituyó una desgracia de la que nunca se recuperó. Ortiz era pro-aliado. Castillo era neutralista y muchos sospechaban sus simpatías por el nazismo.
Detrás de ellos se estaba formando, en las Fuerzas Armadas, un grupo definitivamente pro nazi, el GOU (Grupo de Oficiales Unidos), en donde comenzaba a destacarse la figura de un coronel educado en el fascismo mussolinista italiano, Juan Perón.
Con el avance de la conflagración, la Argentina, ya de nuevo en medio de golpes y asonadas militares, cimentó su posición de país “neutral”, aunque todo el mundo sospechaba que sus apuestas compraban los boletos de la victoria nazi. Mientras tanto, Brasil -en ese momento un país insignificante para la Argentina en cualquier rubro por el cual se los quisiera comparar- enviaba un batallón para unirse a las fuerzas aliadas en Italia.
Perón asumió primero como vicepresidente y ministro de trabajo del gobierno de facto hasta que en el mes de julio de 1945 el presidente militar Edelmiro Farrel anunció que en febrero del año siguiente se llevarían a cabo elecciones generales. Esas elecciones fueron ganadas por Perón.
Es decir, exactamente en el mismo momento en que Europa se liberaba del nazismo y que nacía un nuevo orden mundial de acuerdo a las profecías de Tocqueville, en la Argentina triunfaba un movimiento fundado en las creencias vencidas en la guerra.
Ya sindicada como un país pronazi, antes de que el conflicto terminara, la no participación activa de la Argentina en el conflicto como lo hizo Brasil (Perón le había declarado la “guerra” a Alemania poco menos que cuando los lugartenientes de Hitler estaban firmando la rendición incondicional) hizo que el país fuera marginado del nuevo orden, al mismo tiempo que éste incluía a Brasil como aliado regional.
La caída astronómica del PBI per cápita desde el comienzo de la “era peronista” (que continúa hasta hoy) resulta tan harto evidente como el diferente nivel de desarrollo que consiguió Europa Occidental versus el bloque soviético del Este.
Francamente cuando llegan estos momentos en donde una fecha específica nos hace ver las cosas en retrospectiva, no sé, la verdad, qué es lo que aún seguimos discutiendo. Todo está muy claro bajo el sol.
Son muchos los analistas que descuidadamente, y casi dando los números por descontado, dicen “desde hace 75 años la Argentina viene deteriorándose”. Bueno muchachos: es verdad, aquí tienen la prueba. Happy V-E Day, Europe!!